Un mundo sin hambre. Ese es el principal objetivo que impulsa la celebración del Día Mundial de la Alimentación cada 16 de octubre, desde 1979. La Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) proclamó a este día, que coincide con la fecha de su fundación en 1945, como una jornada universal que busca generar conciencia sobre los efectos del hambre, aunar esfuerzos para garantizar la seguridad alimentaria, promover la solidaridad entre países e impulsar políticas públicas que aseguren dietas saludables.

Desde 1945, cuando nació la FAO, la población mundial ha crecido y está cada vez más urbanizada: actualmente asciende a más de 7,8 mil millones de personas. La FAO insiste en que, a la par del incremento de la población, se han expandido tendencias globales alarmantes en materia de malnutrición, inseguridad alimentaria,  sobrepeso y obesidad. Actualmente, 670 millones de adultos y 120 millones de niñas y niños de 5 a 19 añosson obesos, mientras que 40 millones de niños menores de 5 años tienen sobrepeso, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud

Para el 2020, en plena emergencia sanitaria por el covid-19, el mundo enfrentó una profunda crisis que intensificó el hambre en el mundo. Es desolador: según las cifras de la FAO, 811 millones de personas se levantaban a diario sin saber qué iban a comer, 161 millones más que en 2019. Es decir, pasaron hambre, una sensación física incómoda o dolorosa, debido a un consumo insuficiente de energía alimentaria (cantidad suficiente de calorías de acuerdo a su organismo). La FAO dice que se convierte en crónica cuando una persona no logra acceder a consumir una cantidad suficiente de alimentos de manera regular para llegar a tener una vida normal, activa y saludable. 

Para 2020, el 10% de la población mundial también sufrió inseguridad alimentaria, que ocurre cuando una persona carece de acceso regular a suficientes alimentos nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales por varias razones. Dos de ellas, por ejemplo, es la falta de disponibilidad de alimentos o la falta de recursos para conseguirlos. 

En ese contexto, la FAO insiste en que las formas en las que los alimentos son producidos, distribuidos y consumidos también han modificado su dinámica, por ello, es momento de idear nuevas maneras para abordar el hambre y la inseguridad alimentaria. Y es urgente. 

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El informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021, desarrollado por la FAO, muestra que para el 2030, si los países no actúan y no priorizan la lucha contra el hambre en sus agendas gubernamentales, alrededor de 660 millones de personas aún deberán enfrentarla. Una de las razones que inciden en esa proyección es el efecto duradero de la pandemia en la seguridad alimentaria mundial. Esa cifra, que aún parece conservadora, sería el doble de la población actual de Estados Unidos y triplicaría la de Brasil. 

La lucha contra el hambre, además, es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas a los que 150 países se han comprometido a cumplir hasta 2030. Para conseguirlo, la FAO insta a las naciones a, entre otras acciones, satisfacer las necesidades alimentarias inmediatas en poblaciones vulnerables, estimular los programas de protección social, conservar el funcionamiento de cadenas de suministro de alimentos nacionales. Además, enfatiza en la necesidad del apoyo a pequeños productores para aumentar la producción de alimentos. 

¿Qué pasa en Ecuador? 

En el Índice Global del Hambre de 2020 (GHI, por sus siglas en inglés), una herramienta estadística que mide los pasos oportunos y retrocesos de 132 naciones en su lucha contra el hambre, Ecuador registra “gravedad moderada” de entre 10 y 19,7 puntos, en una escala de 0 a 100. 

Según el GHI, un valor 0 se traduce a un país donde no existen personas subalimentadas —quienes no pueden adquirir alimentos suficientes para satisfacer sus necesidades—, o niños menores de 5 años que padezcan de adelgazamiento patológico, o pequeños cuyas muertes hayan sido prevenibles antes de los 5 años,  o retraso en el crecimiento por la desnutrición crónica. Hay países como Afganistán, Etiopía y Angola cuyas escalas de hambre son extremadamente alarmantes, pues oscilan entre 51 y 64 puntos.

Aunque Ecuador no ha cruzado aún un extremo de hambre, es decir, no llega ni a los 100 puntos ni a 0, los índices de desnutrición crónica infantil —cuando un niño acarrea una falta de nutrientes, en la que el hambre sí incide— sí son alarmantes. El país ocupa un vergonzoso y preocupante segundo lugar en el ránking de la desnutrición crónica infantil en Latinoamérica.

Erwin Ronquillo, secretario técnico de Ecuador Crece Sin Desnutrición Infantil, una entidad creada para combatir los altos niveles de desnutrición, dice que reducir los niveles de desnutrición es una tarea que necesita acelerarse. 

En Ecuador nacen 330 mil niñas y niños cada año, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y 27 de cada 100, menores de 2 años, padecen desnutrición crónica infantil. Es decir que cerca de 180 mil niñas y niños nacen sin cuidado y protección óptimos en zonas urbanas. En las áreas rurales, el problema es aún mayor. Por ejemplo, uno de cada dos niños y niñas indígenas vive con desnutrición crónica, y 4 de cada 10 tienen anemia. 

Al asumir su cargo, dice Ronquillo, sí percibió una clara desatención de la situación. Por eso, dice, el Plan Estratégico Intersectorial para la Prevención y Reducción de la Desnutrición Crónica Infantil plantea una serie de acciones que el Estado debe cumplir. 

En las medidas políticas y sociales incluidas en el plan, por ejemplo, está la priorización de la desnutrición crónica infantil en la agenda pública “a través de un pacto político y social” que articule a actores políticos y líderes incluyentes, captar financiamiento y asistencia técnica de organismos internacionales, construir un pacto fiscal para garantizar y destinar recursos para la atención de la primera infancia y la desnutrición. GK consultó la cantidad asignada para la Secretaría y la ejecución del plan, sin embargo, la entidad afirmó que “aún está en análisis y revisión”.