Las comunidades de peces de agua dulce en Ecuador exhiben algunos de los niveles más altos de diversidad y endemismo en el Neotrópico. Pero, lamentablemente, los ecosistemas acuáticos del país se encuentran gravemente amenazados, hay poca información sobre sus peces y cada día aumentan las amenazas para estos animales.

El panorama se torna más complicado pues diversos estudios muestran que las pesquerías de agua dulce generan solo un 10 % de los ingresos de la pesca en comparación con los peces marinos y esto lleva a que los gobiernos tengan pocos incentivos económicos para hacer cumplir las leyes que buscan protegerlos.

Recientemente, un grupo de investigadores hizo un gran análisis y revisión de las amenazas de conservación que enfrentan los peces de agua dulce de Ecuador. Los resultados fueron publicados en la revista Journal of Fish Biology, encontrando por lo menos 10 grandes peligros para estos animales: pérdida de hábitat por la alteración física de los ríos, deforestación, degradación de humedales y llanuras inundables, contaminación del agua por actividades agrícolas y urbanas, minería, explotación petrolera, represas, sobrepesca, especies invasoras y cambio climático.

Datos deficientes: la gran preocupación

Hace varios años Ecuador conformó el Grupo de Trabajo de Peces de Agua Dulce con el objetivo de ampliar el conocimiento sobre estos animales. En medio de esa labor se evaluaron 163 especies y publicaron, en 2019, la Lista Roja Nacional de Peces de Agua Dulce. Varios de estos científicos son autores del nuevo estudio donde se destaca que 66 de esos peces (40,5 %) se consideraran con Datos Deficientes (DD), es decir, no existe información suficiente sobre ellos. “Muchas de las especies que no fueron evaluadas carecían de datos suficientes para ser consideradas para la evaluación, por lo que el número real de especies en la categoría DD es probablemente mucho mayor”, dice el artículo.

peces de agua dulce

Peces de agua dulce ecuatorianos. (a) Creagrutus kunturus, (b) Rhoadsia menor, (c) Gasteropelecus maculatus, (d) Hoplias malabaricus, (e) Eretmobrycon sp., (f) Pygocentrus nattereri, (g) Brycon sp., (h) Tetragonopterus argenteus, (i) Ancistrus clementinae, (j) hipóstomo cf. niceforoi, (k) Rhamdia cinerascens, (l) Sturisomatichthys frenatus, (m) Astroblepus sp., (N) Brachyplatystoma juruense, (o) Pseudopimelodus bufonius, (p) Brachyhypopomus palenque, (q) Potamotrygon motoro, (r) Andinoacara rivulatus, (s) Astronotus ocellatus, (t) Sicydium sp., (U) Arapaima gigas, (v) Synbranchus marmoratus.

Sin duda, la falta de información es una de las principales conclusiones del análisis realizado. “Somos muy pocos los científicos que trabajamos con peces en el país. Es uno de los grupos menos estudiados. Muchos prefieren los reptiles, los anfibios o los mamíferos y los peces están rezagados, no existe mucho interés”, asegura Jonathan Valdiviezo, ictiólogo e investigador del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio) y uno de los autores del artículo.

Además, Valdiviezo resalta que hay información que no es publicada o que se queda archivada en instituciones del Estado. Asimismo, que hay un celo profesional entre algunos investigadores que impide que muchos compartan sus datos, a pesar de que es algo que ha venido cambiando en los últimos años.

Por su parte, Windsor Aguirre, ictiólogo, profesor de la Universidad DePaul en Chicago y autor principal del artículo, destaca que los grandes vacíos de información sobre los peces de agua dulce también se relacionan con factores históricos como la falta de recursos para la investigación en el país. Aguirre destaca que la mayoría de información corresponde a especies comerciales pero no hay mayor interés en estudiar a la demás fauna nativa.

ríos de agua dulce

Río Mindo en la provincia de Esmeraldas. Fotografía de Windsor Aguirre.

No solo preocupa la falta de información pues el análisis reveló que de las especies restantes evaluadas, 62 fueron categorizadas como de Preocupación Menor (LC) —según los criterios de la Lista Roja de Especies de la UICN— pero 35 se enfrentan a algún tipo de amenaza: 15 vulnerables (VU), 13 Casi Amenazadas (NT), seis En Peligro (EN) y una en Peligro Crítico (CR).

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A pesar de esto, Aguirre asegura que el número 35 hay que tomarlo con cautela ya que, como evidencia el artículo, el punto central es que no hay suficiente información, lo cual también es bastante grave. “No hay bases de datos de décadas pasadas que nos muestren el patrón de cambio en la abundancia y la diversidad de peces. Existen en otros países, no en Ecuador”.

Para el científico, está claro que los peces han sufrido mucho por los impactos a los ríos. “Ese número [35] fue estimado por los expertos que participamos de talleres y de este paper (artículo científico) pero es difícil saber qué tan real es esa cifra porque no tenemos datos de largo plazo. Es posible que la situación sea peor y que algunas especies hayan desaparecido de algunos de los ríos”, comenta.

Más de 30 especies en riesgo

El artículo divide su análisis en tres zonas geográficas: Costa, Sierra y Amazonía. La costa, occidente de Ecuador, se caracteriza por sus altos niveles de endemismo pero una diversidad de peces relativamente baja. Allí se estimó que aproximadamente el 38 % de los peces de agua dulce —43 de los 112 registrados para esta región— son endémicos y hay nueve especies que presentan algún grado de amenaza, siendo el Pseudochalceus bohlkei el que está en mayor riesgo, ubicándose en la categoría En Peligro (EN).

Desafortunadamente, destaca el estudio, el occidente de Ecuador es la región del país que ha sido más impactada por el desarrollo humano, tiene la mayor cantidad de habitantes del país y la mayor parte de la tierra se ha transformado en campos agrícolas.

Las tierras bajas de la Amazonía albergan grandes bagres de la familia Pimelodidae y en general una gran variedad de órdenes como los characiformes, los osteoglossiformes y los myliobatiformes. Aunque los estudios de peces en la Amazonía vienen en aumento, “no ha habido revisiones sistemáticas de toda la fauna y queda mucho por aprender sobre la ecología de la mayoría de las especies”, se lee en el artículo. En esta región se detectaron 22 especies bajo amenaza, de las cuales 16 corresponden a bagres.

En la cordillera de los Andes, también denominada región Sierra, se encuentran altos niveles de diversidad biológica y endemismo, la mayoría en las elevaciones medias y bajas de los ríos. Esta zona también ha sido afectada por el ser humano durante cientos de años y gran parte del bosque natural ha sido sustituido por campos agrícolas, plantaciones de madera no nativa y pastos. Los autores agregan que muchas grandes ciudades carecen de un tratamiento adecuado de aguas residuales, que hay especies introducidas como la trucha (Salmo trutta) que son altamente perjudiciales para las especies nativas y que ha habido un aumento en la construcción de presas en los últimos años.

minería en Ecuador

Daños por operaciones mineras. Santiago-Cayapas. Drenaje del río, provincia de Esmeraldas, noroeste de Ecuador. Fotografía de Windsor Aguirre.

Los investigadores encontraron cuatro especies de peces con algún grado de amenaza en la región Sierra, siendo el bagre Astroblepus ubidiai el que más preocupa pues se encuentra en la categoría Peligro Crítico (CR). Este pez es el único de los 35 registrados para Ecuador que se encuentra en la categoría de más alto riesgo.

Las grandes amenazas para los peces

El investigador Windsor Aguirre dice que la pérdida de hábitat es crítica y que ha habido mucha deforestación, sobre todo en la región occidental, en la cuenca del río Guayas, que ahora está dedicada a la agricultura. “La deforestación está progresando en otras áreas, eso cambia las condiciones en los ríos y causa que algunas de las especies disminuyan en abundancia o desaparezcan, eso ha pasado mucho en la costa y en los Andes y ahora progresa en el oriente [Amazonía]”, comenta.

Aguirre asegura que en la región amazónica hay mucho desarrollo por explotación de petróleo y eso trae construcción de carreteras, lo que facilita la tala de bosque y una mayor erosión que se traduce en mayores sedimentos en los ríos, así como cambios en sus temperaturas y estructuras de los lechos.

Para el autor principal del artículo, la calidad del agua es otro problema pues en los Andes hay ciudades grandes donde hay poco control de las sustancias que entran a los ríos, muchos de los cuales son de montaña, tienen trayectos pequeños y eso hace que “la afectación sea más evidente”.

Los investigadores tampoco dejan de lado el tema de las represas que, según dicen, tienen una larga historia de impactos negativos. “Recuperar esa fauna acuática es muy difícil. Además, algunas de esas represas no son necesarias”, dice Aguirre.

peces

La carpa Cyprinus carpio es una especie ampliamente introducida, mientras que la trucha arco iris, Oncorhynchus mykiss, es un pez importante para el deporte y la alimentación que es muy común en los arroyos andinos fríos y de gran altitud. Fotografía de Windsor Aguirre.

Jonathan Valdiviezo refuerza esa preocupación citando el caso de la desaparición de la cascada San Rafael y la erosión regresiva del río Coca donde se encuentra la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair. Según comenta, la acumulación de sedimentos afecta la capacidad de respiración de los peces, se les pega en las agallas y mueren asfixiados.

“No nos han invitado a hacer un muestreo en la zona, estamos a la espera de que nos permitan ingresar para analizar los efectos de lo que ha sucedido porque estamos seguros de que ya hay un impacto evidente. Es probable que haya consultorías ambientales pero esa información no es de acceso público y hasta el momento no hay un reporte de lo que había en el río y lo que existe hoy”, resalta Valdiviezo.

Las especies invasoras también son un peligro para los peces de agua dulce de Ecuador y cuantificar el impacto ha sido difícil por falta de estudios. Sin embargo, es evidente el impacto de la tilapia (Oreochromis spp.) en la costa y de la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss) en los Andes.

Por ejemplo, la trucha tiene impactos negativos en especies pequeñas de peces y en los bagres de los Andes, del género Astroblepus, que son endémicos y preocupan porque habitan en las partes altas de los ríos, teniendo una distribución bastante restringida.

La tilapia, en cambio, es de zonas bajas y se introdujo porque tiene una carne muy apetecida. Aguirre asegura que es un pez muy tolerante, no cuesta mucho dinero mantenerlo porque come en la parte baja de la cadena trófica y es muy fuerte y resistente, así que la calidad del agua no importa mucho. “Pero es agresiva con otras especies, se puede alimentar de algunas de ellas y puede cambiar las condiciones de los ríos debido a su continua remoción de los sedimentos en los fondos, cambiando la turbidez del agua y algunas de sus propiedades químicas”, agrega el investigador.

Se necesitan acciones urgentes

Los peces de agua dulce son importantes en los ecosistemas continentales y de eso no hay duda. “Ayudan a que el ecosistema se mantenga saludable, hay especies que se alimentan de algas, otras se alimentan de otros peces, otras ayudan a comerse a los peces muertos”, dice Jonathan Valdiviezo. Si sus servicios ecosistémicos no son suficientes para comprender su importancia, también hay argumentos sociales y económicos: “son indispensables para cientos de comunidades que habitan en las orillas de los ríos. En nuestro país la principal fuente de proteína son los peces, ya sea de agua dulce o de mar”, enfatiza Valdiviezo.

redes de pesca

Redes de pesca en la cuenca del río Guayas. Fotografía de Windsor Aguirre.

Para el investigador es importante crear acuerdos y normativas para disminuir los impactos sobre los peces, y agrega que no se trata de prohibir la pesca sino de que esta sea sostenible. Por ejemplo, asegura que los bagres amazónicos han sufrido enormemente por cuenta de la sobrepesca pues al ser migratorios son fáciles de pescar ya que quedan atrapados en las redes. “En Ecuador hay normativas de las épocas de veda de cangrejos y en general de muchas especies marinas; queremos que no dejen rezagados a los sistemas dulceacuícolas. Los investigadores tenemos información y podríamos colaborar en ese proceso. Lo más difícil es tocar puertas de los tomadores de decisión y recibir atención, es difícil incluso cuando trabajas para el mismo Estado”, comenta.

Windsor Aguirre tiene claro que una de las recomendaciones más urgentes tiene que ver con llenar los enormes vacíos de información sobre los peces de agua dulce. Asegura que es necesario crear un mecanismo de monitoreo para establecer una base de datos que se pueda usar a largo plazo y así ver patrones de cambio en las poblaciones de peces. Esto, según dice, tiene que ir de la mano con crear conciencia entre las comunidades humanas locales pues Ecuador tiene altas tasas de endemismos y se están perdiendo.

A pesar de la preocupante situación, los investigadores creen que es posible cambiar la tendencia actual de impacto a los ecosistemas de agua dulce. Por ejemplo, los peces tienen la ventaja de que hay personas a las que les gusta la pesca recreativa y eso puede ser útil para los investigadores pues los pescadores podrían ayudar a recolectar datos sobre las especies y sus distribuciones.

Aguirre asegura que no solo es importante proteger lo que existe sino restaurar hábitats degradados que quizás ya han perdido su valor económico porque actividades como la minería o la agricultura ya no son viables. “Es importante tratar de recuperar humedales y áreas inundables que son importantes para la ecología de los peces, sobre todo en su reproducción. Incluso, esto puede recuperar el valor turístico y traer otros beneficios: ir a pescar, hacer avistamiento de aves y actividades recreacionales que no tengan mucho impacto sobre los peces”.


Este reportaje fue originalmente publicado en Mongabay Latam, como parte de una alianza con GK