Es un hecho: las dos mayores superpotencias del mundo, Estados Unidos y China, se disputan el liderazgo del orden político y económico mundial. Por la enorme influencia que ambos países ejercen a escala global, Ecuador y América Latina son inevitablemente afectados por este choque de gigantes. Pero concretamente ¿cómo se manifestará este conflicto y cuáles serán las implicaciones en la región, incluido en Ecuador?

Cuando mencionamos una disputa entre dos superpotencias una de las primeras ideas —quizás la más temida— es el riesgo de un conflicto armado a gran escala. La segunda idea es que un quiebre de las relaciones entre ambos países podría desembocar en el congelamiento del comercio y la cooperación, o en bloqueos y sanciones unilaterales que puedan afectar la economía, el abastecimiento de armas, o las posibilidades de migración de uno de los países inmersos en la pugna.

Un conflicto armado entre superpotencias en pleno siglo XXI es una hipótesis que para los expertos en Relaciones Internacionales cada vez es más improbable. En el caso específico de EE.UU. y China, la interdependencia que vincula a ambos países los ata a mantener una relación armónica a pesar de las crecientes tensiones. Es decir, son socios comerciales prioritarios y ambas economías dependen de la capacidad adquisitiva del otro, por lo que una guerra entre los dos causaría daños irreversibles a las dos superpotencias

No obstante, conflictos históricos de China alrededor del Mar del Sur —las islas japonesas de Senkaku— y la situación de Taiwán son consideradas, desde hace años por Estados Unidos, como posibles amenazas a la seguridad de la región. En los dos primeros casos, se trata de viejas pugnas sobre la soberanía de los territorios japoneses de ultramar y filipinos. En cuanto a Taiwán, su reconocimiento como Estado y su libre determinación se ha convertido en la manzana de la discordia en la relación de China con el resto del mundo.

Al mismo tiempo, las provocaciones de Beijing no cesan, al punto de que el pasado abril un vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China advirtió a Washington diciendo «no jugar con fuego sobre el asunto de Taiwán y detener de inmediato cualquier aumento de los contactos oficiales con Taiwán”. A pesar de las advertencias, Estados Unidos ha profundizado sus relaciones con el independiente Taiwán mientras China incrementa paulatinamente su presencia militar en la zona. 

Sin embargo, no hay visos de que China cruce líneas rojas que deriven en un conflicto armado ya que las consecuencias de una guerra que involucre a las dos superpotencias serían catastróficas para ambos actores. Por lo tanto, el conflicto se deriva a otros ámbitos: geopolíticos, comerciales, tecnológicos y hasta simbólicos. 

Es en este punto donde Latinoamérica y Ecuador son parte de los espacios en disputa de las dos superpotencias. La llegada de la pandemia ha agudizado varios factores de este conflicto. 

América Latina y la creciente influencia oriental

Mientras los países latinoamericanos se enfrentan a una crisis económica sin precedentes —como consecuencia de la pandemia el número de pobres en la región aumentará en 28,7 millones de personas, alcanzando a un 33 % de su población total— crece la posibilidad de que China amplifique su rol como financista de obra pública o como comprador de materias primas en toda la región. China es el principal socio comercial de Latinoamérica. En 2019, las empresas chinas invirtieron 12.8 mil millones de dólares en América Latina, un 16,5% más que en el 2018, inversión que se concentró principalmente en la construcción de infraestructura pública como puertos, carreteras, represas y ferrocarriles. 

Un importante punto del crecimiento de la esfera de influencia China en la región es la llegada de la multimillonaria Iniciativa “Belt and Road”, que realiza enormes inversiones fortaleciendo aún más la influencia de China en la región, tradicionalmente considerada el patio trasero de los Estados Unidos. Este nuevo interés de China hacia América Latina se traduce en beneficios políticos para Beijing. 

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Un claro ejemplo de la utilización de inversión china a cambio de réditos políticos es el cambio de postura con referencia a Taiwán de varios países de la región. En los últimos cuatro años, países como República Dominicana, El Salvador y Panamá han roto sus vínculos con Taiwán, en un claro guiño a China. Estas alianzas ofrecen a Beijing votos invaluables en la Asamblea de las Naciones Unidas y respaldo para fortalecer la presencia china en instituciones multinacionales.  

Estos giros políticos en Latinoamérica favorables a China también son clave para empoderar a empresas tecnológicas como Huawei, ZTE, Dahua & Hikvision —todas sancionadas por Estados Unidos— en la infraestructura regional, lo que permitirá a Beijing dictar las reglas del comercio en buena parte del continente americano. 

Estados Unidos: entre la preocupación y la ambigüedad

El incremento de la presencia de Beijing en América Latina ha despertado la preocupación de Washington. Si bien durante los dos mandatos de George Bush y Barack Obama, Washington no obstaculizó la paulatina presencia económica de Beijing en la región, es notorio que en los gobiernos de Trump y, más aún, con Biden la preocupación ha aumentado. Un replanteamiento de la Doctrina Monroe —política continental que fomentaba la defensa de las américas frente a posibles amenazas a la seguridad regional de parte de alguna potencia europea— fue considerada en la Casa Blanca, pero hasta el momento las acciones han sido lentas y escasas.

Es importante el cambio de lenguaje que Biden ha tenido sobre China, como fue evidente en la reunión de Alaska entre los dos países. Biden, refiriéndose al presidente Xi Jinping, dijo que es un personaje que piensa que la democracia no tiene futuro y que la autocracia es la vía, enfatizando que Xi “no tiene un hueso democrático en su cuerpo” aunque sea “un tipo muy inteligente”.

Sin embargo, aún no es clara cuál será la estrategia de Estados Unidos para frenar la influencia china en la región. Hace un año se creía que la “diplomacia de las vacunas” sería una herramienta importante para mejorar la presencia norteamericana con sus vecinos pero China ha sido hábil y ha facilitado la distribución de las vacunas asiáticas como SinoVac, ejerciendo el denominado “soft power” (poder blando) y demostrando la intención y capacidad china de competir contra EE.UU. por el liderazgo en Latinoamérica.

Las limitadas opciones de Ecuador

Ecuador, al ser un país de baja influencia internacional, tiene un muy limitado margen de maniobra ante un conflicto que está rediseñando el orden mundial. Y las primeras preguntas que surgen son: ¿con cuál potencia podemos fortalecer los lazos de cooperación? ¿Ecuador tiene capacidad de escoger? Lo primero es ser conscientes de que ante un escenario de rivalidad acentuada un país periférico como Ecuador no puede descartar relacionarse con ninguno de estos dos países, tanto por la necesidad económica como por intereses políticos.

Esta situación exige que Ecuador tenga claro cuáles son sus prioridades nacionales y refuerce su presencia en los espacios regionales para poder generar un mayor margen de negociación frente a ambas potencias. El ingreso a la Alianza del Pacífico puede ser un punto importante para acercarse en una posición más favorable a Estados Unidos, mientras que la Comunidad Andina de Naciones, a la que Ecuador está adherido desde 1969, o la CELAC, pueden ser interlocutores apropiados para ciertas negociaciones con China.

Sin embargo, es importante notar que a diferencia de lo que sucedía a mediados del siglo pasado en plena Guerra Fría, cuando había muchos actores con voluntad y convencimiento ideológico de vetar el acceso de Moscú al área, esto no sucede con Beijing ya que su capital es bienvenido y apreciado por los gobiernos y las élites de la región. 

No existen actores influyentes —ni norteamericanos, ni europeos— que puedan limitar los vínculos con China. Un claro ejemplo de la capacidad de influencia de China en Ecuador se evidencia con la entrega de seis millones de dosis de la vacuna china de CanSino por parte del gobierno chino, mientras que con Estados Unidos la cooperación en este sentido aún no se materializa.

Por lo tanto, Ecuador no puede desalentar los lazos económicos con China ni tampoco desestimar la cercanía política y financiera con Estados Unidos. Tampoco podemos olvidar que Ecuador necesita una relación armónica con Washington dada la importancia que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha vuelto a tener en la economía nacional. 

Una astuta y sutil diplomacia de equidistancia será clave para que el país no quede atrapado en un dañino escenario de suma 0 entre Beijing y Washington.