En los noventas, el tigrillo no estaba de moda. Un día, la profesora de inglés nos pidió que contáramos cuál era nuestro desayuno favorito. Caminé hacia el pizarrón y frente a toda la clase, tímida, con la hoja arrancada en la que había escrito una frase de amor, dije:

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—  My favorite breakfast is tigrillo because my dad makes it every Sunday…

No acababa de leer cuando escuché risas en el fondo de la clase. La profesora me pidió que repita lo que había dicho. Me preguntó sorprendida:

—  Do you really eat baby tigers, dear?

El tigrillo no es un tigre bebé, ni tigre frito y tampoco involucra a ningún animal silvestre en su preparación. Ahora parece evidente, pero cuando aún no era famoso, los fans del tigrillo debíamos explicar pacientemente que es un revuelto de verde majado, huevo y queso.

Sus colores sí tienen relación con el magnífico felino andino: los tonos dorados del plátano se asemejan con la brillante piel del animal. Como acompañado de un tambor, una piedra de río, redonda y lisa, maja los trozos de verde dejándolos suaves, casi sedosos, listos para mezclarse con los otros ingredientes.

Quienes amamos al tigrillo antes de su meteórica fama, antes de convertirse en una palabra saboreada y casi gastada, antes de verlo ofertándose en cada esquina, sabemos que nació en una tierra que conozco de arriba a abajo: Zaruma, la tierra de mis abuelos (y de sus padres y de los padres de ellos).

La vida me ha llevado a probar tigrillos con queso, chicharrón y culantro; unas versiones más suaves y otras hasta aguadas. He heredado reglas de lo que es o no es un tigrillo. Pero la versión que supera a cualquiera es la mi papá: uno clásico, de textura ideal, que el hombre lleva perfeccionando desde que tengo memoria.

El párrafo de la clase de inglés que nunca pude terminar de leer decía:

El tigrillo es mi desayuno favorito porque mi papá lo prepara cada domingo con mucho amor. 

Este fin de semana los invito a desayunarlo. Yo lo preparo cada vez que tengo tiempo. Lo disfruto con una taza de café negro, bien cargado. Es la receta de mi papá así que espero les quede tan rico como a él.

¡Buen provecho!

(La receta de tigrillo, después de la foto)

Tigrillo zarumeño QC


Ingredientes para hacer tigrillo

(2 PORCIONES / 30 MINUTOS)

Para hacer tigrillo vas a necesitar:

2 plátanos verdes
½ rama de cebolla blanca
1 taza de queso fresco
2 huevos
Aceite o mantequilla
Sal

Pela el plátano verde, córtalo y cocínalo en una olla con agua y sal hasta que esté suave, por aproximadamente 20 minutos.

Saca el verde cocido del agua y májalo en un procesador o con la ayuda de un mazo o de una piedra de río.

En un sartén caliente, echa la mantequilla y la cebolla picada finamente hasta que esté dorada. Luego echa el majado de verde y después de unos minutos, los huevos.

Mezcla bien y enseguida echa el queso hasta que se derrita por completo. Añade sal al gusto.

Puedes comerlo solo o con chicharrón o bistec de carne pero siempre con una buena taza de café. Mucha gente lo acompaña de un huevo frito. 

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Gabriela Valarezo
ex directora de arte y gourmand oficial de GK. Dirige Quiero Comer, desde donde, cada sábado, cuenta historias sobre una receta (y nos cuenta cómo preparala).

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