Vannessa Veloz solía despedirse en la puerta del centro infantil Mis pequeños tesoritos de su hija de tres años, a las ocho de la mañana. Tomaba un bus por 90 minutos hasta su trabajo en Cumbayá, un suburbio en los valles de Quito. Repetía esa rutina de lunes a viernes. Luego la pandemia lo cambió todo. Veloz no pudo hacer teletrabajo durante el aislamiento porque realiza actividades de limpieza en un club. La próxima semana volverá a su trabajo presencialmente pero si la guardería  (“centro infantil” dicen los tecnócratas) retoma la atención no dejará a su hija  ahí para evitar el riesgo de contagio del covid-19. Vannessa Veloz dice que su esposo y ella cambiarán turnos de trabajo para cuidar a la niña en casa. Otros días su hijo de 14 años de edad lo hará.  

|Como a muchas otras industrias, la emergencia sanitaria está afectando la capacidad de los medios de financiarse. Si nuestro trabajo te ayuda a estar mejor informado, #haztuparte aquí|

Muchos padres de familia retomaron sus trabajos presenciales luego de la cuarentena por el covid-19 pero los centros infantiles —comúnmente conocidos como guarderías— aún no reabren. Muchos padres trabajadores no tienen dónde dejar a sus hijos. “El requerimiento de los padres de familia es el cuidado, de tener un lugar seguro donde dejar a los niños”, dice Lourdes Hernández, representante de la Corporación de Centros Infantiles Privados del Ecuador (Crecipe). En tiempos de pandemia, la prioridad es esa: que los niños estén bajo la tutela de alguien mientras ellos trabajan.

La situación plantea un dilema: los padres no pueden dejar de trabajar pero tampoco pueden desentenderse del cuidado de sus hijos. Sybel Martínez, directora del Grupo Rescate Escolar, dice que si los padres regresan a sus empleos presenciales, las niñas y niños que asistían a los centros infantiles se quedarán a cargo de otros adultos —en el mejor de los casos. En muchos otros,  se quedarán con sus hermanos mayores, que también son niños. Es algo que ya sucede: el cuidado o las tareas domésticas que son propias de adultos, termina recayendo en los niños.

Vanessa Veloz dice “a mí el centro infantil me ayudaba bastante, la dejábamos en la mañana, y en la tarde alguien de la familia la retiraba hasta que yo llegara del trabajo, no había inconveniente”.  La hija de Veloz asistía a un centro a cargo del Ministerio de Inclusión Económica y Social en el que recibía cuidado, atención en salud y cuatro comidas diarias durante los cinco días laborables. 

Por más de 80 días, las niñas y niños no han asistido a los centros infantiles de cuidado. Ana Lucía Valverde, administradora del centro infantil privado Rayuela —al que asisten niños de 0 a 4 años de Quito—, dice que los padres de familia están angustiados porque ya deben ir a sus trabajos presenciales y no tienen con quién dejar a sus hijos. Valverde explica que su establecimiento tiene permiso de funcionamiento del Ministerio de Educación. Sin embargo, sobre la reapertura de los centros infantiles, “no hay ningún pronunciamiento de ningún ministerio”, dice. 

§

Los padres necesitan a los centros públicos y privados y los centros quieren reabrir. A finales de mayo de 2020, Lourdes Hernández —en representación de los centros infantiles privados— se reunió con funcionarios de los ministerios de Educación, de Inclusión Económica y Social y de Salud Pública para entregarles una propuesta de protocolo para la reapertura de sus establecimientos. El documento incluye medidas para evitar los riesgos de contagio: cómo será el ingreso de los niños, el acceso de los padres de familia, cuándo y cómo los niños usarán mascarillas y cuáles son los equipos de bioseguridad que se utilizarán en los centros infantiles. Hasta la semana anterior, Hernández no tuvo una respuesta sobre el protocolo.

Por la pandemia, se ordenó que el año escolar en la Sierra y Amazonía terminará  virtualmente en todos los niveles de educación —una orden que, en teoría, incluye a estos centros. El MIES está a cargo de los centros para niños de entre 1 y 3 años de edad.  El Ministerio de Educación está a cargo de los que tienen entre 3 y 5 años. Son los subniveles 1 y 2 de educación inicial, respectivamente. Hasta 2017, más de 850 mil niñas y niños fueron atendidos en educación inicial por ambos ministerios, siguiendo un plan estatal. Pero la orden de que todos se queden en casa, dada el 16 de marzo de 2020, generó un problema para los padres de familia, que aún no se resuelve.  

Una  mesa de trabajo con representantes del  gremio y el Estado busca encontrar una solución y elaborar el protocolo para que los centros infantiles vuelvan a funcionar. El Comité de Operaciones de Emergencias (COE Nacional) ha creado más de 40 protocolos para la atención del transporte público, atención odontológica, actividades artísticas, apertura de centros comerciales, pero aún no aprueba ningún protocolo para la reapertura de centros infantiles en el país. 

Hernández dice que ningún representante de los ministerios quiere dar una fecha tentativa de cuándo estará listo el documento. En esta semana, dice Hernández, seguirán revisando el protocolo y evaluando el número de contagiados en Quito. “El protocolo no va a ser muy rígido, vamos a tener que adaptar uno para el semáforo amarillo, y otro para semáforo verde porque todas las condiciones cambian”. Mientras tanto, Quito entrará en su primera semana completa con su semáforo amarillo de movilidad. Muchos tendrán que volver al trabajo sin que el cuidado de sus hijos esté resuelto.

§

Kaerly Criollo es mamá de un niño de tres años. La pandemia del covid-19 provocó que perdiera su trabajo como diseñadora gráfica pero consiguió otro, teletrabajando. Mientras lo hace, deja a su hijo al cuidado de su madre que ya es anciana. “Quisiera que se reabra el centro infantil, porque es una ayuda, mi mamita no le puede cuidar bien, los centros son de bastante ayuda para irnos al trabajo”, dice. El hijo de Kaerly Criollo también asistía a una guardería a cargo del MIES. 

Sybel Martínez dice que en los centros infantiles, además de dar cuidado a los niños, trabajan con ellos para desarrollar capacidades para ejercer derechos o romper los círculos de pobreza. “Comen alimentos nutritivos que no tienen en su casa”, dice Martínez. En Ecuador, 1 de cada 4 niños y niñas menores de 5 años sufre desnutrición crónica. Según Unicef, los niños que tienen desnutrición crónica tiene más probabilidades de tener baja estatura, obtener menos logros educativos y menores ingresos económicos en la adultez. 

Desde que comenzó la cuarentena, la maestra de la hija de Vanessa Veloz les envía diariamente a los padres de familia, por Whatsapp, videos para explicarles actividades y juegos para seguir con la rutina de los niños.  “La parte negativa de las clases virtuales es que no le ayuda a socializar con niños de su edad”, dice Veloz. Según Ana Lucía Valverde, del centro infantil Rayuela muchos padres de familia están preocupados por el retroceso en el desarrollo de sus hijos. “Los niños han tenido reacciones en descontrol de esfínteres, están angustiados, quieren salir, quieren socializar, extrañan ir al centro infantil”. Valverde cree que cuidar la salud para evitar contagios del covid-19 ha sido la prioridad en este tiempo de encierro. Sin embargo, cree que también hay que atender la carga emocional de los niños. “Son temas importantísimos que nadie los ha advertido”, dice.

§

 

La situación es delicada. En Guayaquil, el municipio local financia los centros infantiles Mi Casita Grande dirigidos por la Universidad Casa Grande. Son dos centros infantiles en sectores muy pobres de la ciudad: uno en la Isla Trinitaria, en el sur, y otro en Bastión Popular, al norte. Marcela Santos, su directora, dice que recibió información extraoficial del Municipio diciendo que, probablemente, la atención de forma presencial se retome en septiembre de 2020. 

Si los centros infantiles se abren, hay una alta posibilidad de contagios entre niños  que irán a sus casas y contagiarían a los padres o los abuelos, dice Santos. Las niñas y niños seguirán en casa por tres meses más —lo cual evitaría la propagación del virus pero no la falta de cuidado integral de los niños. 

En Quito sucede algo similar. El 16 de abril de 2020, su Municipio cerró los 180 Centros de Desarrollo Infantil llamados Guagua Centros. Atendían a más de 8 mil niñas y niños de entre 1 y 5 años de edad. Según un comunicado, la medida es temporal para evitar un posible contagio del covid-19. Para intentar compensar esa falta de atención en los Guagua Centros, el Patronato San José de Quito, organización municipal encargada de estos centros infantiles, creó el Plan Nutricional Chiquitos

El programa, dicen sus promotores, entregará alimentos y controlará el estado nutricional de los niños que eran atendidos en estos centros infantiles. Nelson Maldonado, director del Patronato dijo en una entrevista en FM Mundo, “los niños no van a ser desatendidos, vamos a estar pendientes de sus comidas, alimentos, medicinas, psicólogos que necesitan a diario”. Pero la concejala Mónica Sandoval dijo en la sesión virtual del concejo metropolitano del 12 de mayo que el plan atenderá solo a 4250 niños. “Dejando en el limbo a más de 3 mil niños”, dijo Sandoval.Sybel Martínez cree que el cierre de los Guagua Centros es evidencia de la poca importancia que tienen los derechos de los niños y  de los adolescentes en Ecuador. 

|Para saber las últimas actualizaciones del Covid-19 en Ecuador, haz clic aquí|

“Para reabrir los centros se necesita tener mente flexible, mucha sensibilidad”, dice Santos. Una de las opciones que las autoridades de los dos centros infantiles Mi Casita Grande analizan es evitar una gran afluencia diaria de niños. “Que un grupo vaya el lunes, otro el martes, otro el miércoles”, dice Santos. Con eso, afirma, lograrían que no haya gran aglomeración de padres y niños. “Por supuesto que no es la solución del problema para las madres que tienen que trabajar, pero sí es una solución, por lo menos, parcial”, dice Santos. 

Hasta que los ministerios de Educación e Inclusión Económica y Social, o los municipios de cada ciudad definan la reapertura de los centros infantiles, las niñas y niños seguirán encerrados en sus casas. No podrán compartir con otros niños de su edad y en muchos casos no recibirán una alimentación adecuada. En los casos más extremos, estarán expuestos a agresiones físicas, psicológicas e incluso sexuales.