Ese político “roba pero hace” es una de las frases y excusas utilizadas por los ecuatorianos para aceptar la corrupción, pero es imposible determinar desde cuando se dice algo como esto cuando de políticos corruptos en el Ecuador se trata. Los números del Latinobarómetro de las Américas de 2018 muestran que el 44% de los ecuatorianos aceptarían el cometimiento de delitos en contra de la administración pública –en pocas palabras, la corrupción– a cambio de recibir servicios básicos, edificios públicos o carreteras.
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En lugar de escandalizarnos sobre los altos costos de la corrupción en el Ecuador hay una gran parte de la población que la tolera. Somos el sexto país de la región en aceptar el “precio de la corrupción” y a los políticos corruptos siempre y cuando hagan obras. Los cinco primeros son: República Dominicana, Honduras, Panamá, Venezuela y El Salvador.
Los ecuatorianos están ‘contentos’ con la corrupción
Las cifras del Latinobarómetro indican que los ecuatorianos están conscientes de la corrupción –que además, dicen que ha aumentado– y la aceptan. Esa aceptación se demuestra en la satisfacción de vida. El mismo informe muestra que el 72% de los ecuatorianos están satisfechos con su vida. De ahí que solo 8 de cada 100 ecuatorianos cree que la corrupción en el Ecuador es el principal problema del país. Aceptar la corrupción, para Gabriel Hidalgo, analista político y docente universitario, “es como una apología del delito colectiva”, porque “se tolera la falta de ética (del político) a cambio de obras públicas”.
Por su parte, Octavio Islas, sociólogo y académico mexicano de alto nivel, dice que esa “aceptación” se debe a la debilidad de las instituciones: “ante instituciones débiles, tienes el marco idóneo para que los políticos abusen, porque además hay un blindaje –consciente o inconsciente– para castigar a corruptos”, dice. En el Ecuador, según el Latinobarómetro, la confianza en el gobierno, el poder judicial, el congreso y los partidos políticos, no sobrepasa el 25%. Aparentemente, no creemos en los políticos corruptos en el Ecuador, pero los perdonamos si hacen obras.
La credibilidad en los políticos y las instituciones
Casi la mitad de ecuatorianos (49%) piensan que el presidente y sus funcionarios –todos o casi todos– están involucrados en actos de corrupción. También 6 de cada 10 ecuatorianos piensan que son los asambleístas, los concejales y los jueces, los personeros involucrados en actos de corrupción. El pensamiento de más de la mitad, también ubica a los empresarios (56%) y la polícia (54%) como “causantes de la corrupción” en el Ecuador. Los líderes religiosos también están en la lista de corruptos para el pensamiento general, pero con un 49%. Esto no solo reflejaría que los políticos son corruptos sino “la debilidad de la democracia” en los países de Latinoamérica, según el reporte del Latinobarómetro.
Esto parece decir que preferimos que los políticos corruptos en el Ecuador nos roben los recursos públicos a pagar sueldos burocráticos aunque ambos procedan de la misma fuente: nuestros impuestos. Pero, ¿por qué pensamos así?
¿Por qué aceptamos la corrupción?
La respuesta de César Castilla, profesor universitario e investigador principal del área de diálogo intercultural y civilizatorio de la Universidad de Los Hemisferios, es que “la corrupción está institucionalizada en los países latinoamericanos”, es decir que se considera a la corrupción como normal en la región. De ahí que tener políticos corruptos en el Ecuador nos parece normal. La percepción general -dice Castilla– es “todos roban, pero que al menos hagan algo” o “es un corrupto, pero hizo obra”. Hidalgo coincide: “Aquí no importa si la avenida, el parque, la escuela, el dispensario médico fueron construidos con sobrecostos como producto de la extorsión o de los sobornos” porque para gran parte del electorado lo que importa es que, la obra de los políticos corruptos, «se pueda mirar y tocar porque eso es lo que cuenta al elegir a los representantes políticos”, dice.
Islas dice que el sistema jurídico que hemos heredado es “permisivo y laxo”, de ahí que los políticos corruptos saben que tienen cierta impunidad y la sociedad civil está acostumbrada a esa impunidad, por eso piden que al menos “dejen obras, que dejen algo”, dice Islas. Además, dice Islas, los políticos saben que “la forma de más rápida de tener una fortuna instantánea es a través de las obras públicas”. Como ejemplo, Islas nombra a político mexicano, Carlos González, del PRI, cuyo lema era “sin obras no hay sobras”. El sociólogo explica que esa “figura trágica” puede replicarse para toda Latinoamérica.
La educación es la clave
La solución a este mal está en la educación. “Las cifras también demuestran que las sociedades más cultas son las menos propensas a la corrupción”, dice Hidalgo. Siete de los diez países con mejor educación en el mundo, según el Foro Económico Mundial, se ubican dentro de los 10 primeros puestos de países menos corruptos del mundo, según el Índice de Percepción de la Corrupción 2018 elaborado por la Organización de Transparencia Internacional. Por ejemplo, Singapur, que ocupa el primer lugar en calidad de educación, es el tercer país menos corrupto del mundo. Dinamarca, que es el primer país menos corrupto del mundo, ocupa el sexto lugar en calidad de educación.
Como dijo el filósofo Antonio Escohotado en una entrevista para la Televisión Española en 2004: “un país no es rico porque tenga diamantes o petróleo. Un país es rico porque tiene educación. Educación significa que aunque puedas robar, no robas”.
¿Todos somos corruptos?
Pero la corrupción no solo es cuestión de los políticos corruptos en el Ecuador. En la vida cotidiana hay algunos actos que fomentan a la corrupción, por ejemplo: colarse en la fila de un banco o “saltársela” porque tienes una “palanca” que te ayudará a hacer más rápido el trámite; tratar de librarte de una multa de tránsito sobornando al policía; darle “regalos” al profesor de tus hijos para que les ayude a pasar el año; cuando se hacen “rifas fantasmas”, vendes boletos y nunca se realiza; cuando no pagas todos tus impuestos; robarle el wifi al vecino, etc. Todos esos actos tan “normales” y cotidianos favorecen a la corrupción.
Pero, ¿qué pasa con la población que no está de acuerdo con la corrupción?
Según el Latinobarómetro, el 47% de ecuatorianos está de acuerdo con que cuando se sabe de algo corrupto es mejor quedarse callado. Sin embargo, el 58% de ecuatorianos cree que al no denunciar el acto de corrupción se vuelve cómplice de este. Esto quiere decir que 11 de cada 100 ciudadanos pensamos que es mejor ser cómplice de los políticos corruptos en el Ecuador a denunciarlos. Lo anterior contradice a la pregunta 1 de la Consulta Popular del 2018, donde los ecuatorianos decidieron que los políticos condenados por corrupción no puedan participar en la vida política ecuatoriana.
El mismo Latinobarómetro indica que estos resultados provienen de “no transformar el tema de la corrupción en una discusión pública”.