Hace diez años, Rosa Pozo y su esposo administran el hostal Blue House en el sector de La Mariscal, en el centro de Quito. Ella cree que se debería regular las aplicaciones móviles que ofrecen alojamiento, como Airbnb, porque ha bajado la ocupación hotelera por su uso. Fabián Lozano administrador del hotel Saint Thomas, en el mismo sector, dice que su local no ha sido afectado por las aplicaciones. No ve a Airbnb como competencia porque, explica, el Saint Thomas hospeda a servidores públicos, y ellos necesitan presentar una factura de consumo para justificar sus gastos, lo que no les da la aplicación. Estas dos posturas representan la discusión entre regular o no a la aplicación móvil Airbnb y otras formas de alojamiento. El Ministerio de Turismo quiere zanjarla con un reglamento.
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Hace algún tiempo, representantes de la Federación de Cámaras Provinciales de Turismo (Fenacaptur) anunciaron que se regularía el alojamiento hecho en plataformas digitales. Iván López, su director ejecutivo, lo confirmó. Fenacaptur le planteó al Ministerio de Turismo que se expida un reglamento específico para regular el alojamiento. Lo están trabajando desde hace más de cinco años ambas organizaciones. López dice que ese reglamento no se ha expedido antes por cambio de autoridades.
La regulación haría que la oferta de las aplicaciones móviles se considere una modalidad más de alojamiento de corta estancia. Pero ese reglamento permitiría que las habitaciones se alquilen los 365 días del año. Quienes enlisten sus casas, cuartos o departamentos en las aplicaciones estarán obligado a facturar. Además, deberán pagar el permiso municipal de uso de suelo como un hotel u hostal formal. El “uso de suelo” es la autorización de las actividades —comerciales, industriales o residenciales— que se pueden realizar en cada zona de una ciudad.
Según Iván López, algunos departamentos y casas que se ofertadas en aplicaciones tecnológicas o redes sociales están en conjuntos habitacionales o edificios, por lo que plantean que haya autorización expresa de los vecinos. López dice que esto evitaría conflictos de convivencia.
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En los planes no solo está Airbnb, marca que López prefiere no nombrar, sino otras, como Homeaway, u ofertas hechas en anuncios de periódicos y redes sociales. Además, propone regular el alojamiento de casas o departamentos en la playa, conocidas como segundas residencias. “Todos debemos poder competir en el mercado, no poner barreras de entrada, pero en igualdad de condiciones”, dice López, en referencia a que los establecimientos formales pagan permisos municipales, impuestos al Servicio de Rentas Internas, SRI, permiso de bomberos, licencia ambiental, sueldos a sus empleados, entre otros. Alguien que hace Airbnb o arrienda su casa, no.
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Rosa Pozo dice que, como los anfitriones de Airbnb, en cambio, no pagan ninguno de esos valores, puede abaratar los costos y atraer más huéspedes. Esto les ha obligado mantener los costos por habitación desde 2016. En internet hay más de siete mil opciones, solo en Quito, de alojamiento en “establecimientos no regulados”. Cada opción tiene registrada más de una habitación, según López. Esto significa que habría unas 14 mil camas disponibles, más o menos, en plataformas digitales y otras formas de alojamiento.
Pero Airbnb dice que en su plataforma están registrados, también, hoteles boutique, hoteles familiares y hostales. En 2018, la aplicación tuvo un incremento de 152% en el número de habitaciones disponibles en todos los países en los que funciona. Los anfitriones de esas habitaciones las registraron como hoteles u hostales. Así, dice Yamila Álvarez representante de Airbnb Latinoamérica, Airbnb ofrece más opciones para “distintos gustos y necesidades”.
Londres, Berlín, París y Nueva York son las ciudades en las que Airbnb registra más hospedajes disponibles. En esas ciudades se pide registros obligatorios e impuestos a los visitantes. La aplicación está siendo regulada también en Madrid, Bilbao, San Sebastián y Barcelona, en España.
Algunos personas de esas ciudades piden que se cobre impuestos a los usuarios de Airbnb o se registren frente a las autoridades como viviendas con fines turísticos: sienten que se está perjudicando a los mercados inmobiliarios locales. Por ejemplo, en París, se ha vuelto más difícil conseguir un departamento para arrendar, porque muchos están listados en Airbnb de forma permanente.
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En Ecuador, Airbnb registra 133 destinos que ofrecen alojamiento. El entonces ministro de Turismo, Enrique Ponce de León, dijo en septiembre de 2018 que el alojamiento en domicilios debía normarse. “Esto nos va a permitir que todas las plataformas tecnológicas que le están haciendo competencia desleal a la hotelería formal compitan, pero en igualdad de condiciones y pagando impuestos”, dijo.
Airbnb surgió en 2008 en Estados Unidos. Su nombre es una simplificación de la frase Air-bed and breakfast: una cama de aire y un desayuno en una casa local a cambio de un pago menor que un hotel. Es, también, uno de los ‘unicornios’ de Silicon Valley —como se conoce a los emprendimientos tecnológicos que se evalúan en más de mil millones de dólares. El valor actual de Airbnb supera los 38 unicornios.
Pero más que como una criatura mitológica o una start-up multimillonaria, la compañía se define como una oportunidad: de alojamiento en un lugar familiar para el viajero, y de monetizar los espacios que no usa para el dueño de la casa o departamento. En 2016 un anfitrión de Airbnb en Ecuador obtuvo un ingreso anual de 980 dólares en promedio, según la encuesta anual que realiza Airbnb en los países que funciona. Los anfitriones se quedan con el 97% de lo que cobran.
Rosa estima que, desde 2016, ha perdido entre el cuarenta y cincuenta por ciento de su clientela. De las 12 habitaciones que tiene el hostal, dice que, con frecuencia, solo se ocupan 7. Rosa reconoce que eso no solo se debe a las plataformas digitales, sino también a la situación económica del país, al terremoto del 16 de abril de 2016, y a la actividad eruptiva del volcán Cotopaxi en 2015. “Fue como un conjunto, y entre esas Airbnb” dice.
López aclara que la idea no es prohibir sino regular. Y regular es una palabra que le causa problemas a Roberto Quintero, director comercial del Hotel Continental de Guayaquil. Dice que cree en la libertad del consumidor.
Según él, el alojamiento mediante aplicaciones móviles siempre va a ser una competencia: hay mayor cantidad de oferta de habitaciones y el cliente puede escoger más tarifas por precio menor. Quintero cree que dependerá solo del huésped elegir un hotel formal o un departamento para alojarse —y que el Estado no debería intervenir en esa decisión.
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El Ministerio de Turismo, a través de su dirección de comunicación, dice que su subsecretaría de Regulación y Control trabaja en el proyecto de reglamento para la regulación. Planea expedirlo en,aproximadamente, un mes. En noviembre de 2016, el Ministerio levantó un registro de establecimientos enlistados en Airbnb. Los notificó para su regulación, según una ficha informativa del proyecto para la Consolidación, Regulación y Control Turístico de 2017.
No se conoce el contenido exacto del reglamento que prepara el Ministerio, que tampoco quiere pronunciarse sobre el tema. Su director de comunicación dice que es un tema que están manejando con cautela, porque “va a levantar mucho polvo”.
Mientras las autoridades deciden cómo y desde cuándo regular el alojamiento mediante aplicaciones móviles, Rosa sigue recibiendo a sus huéspedes. Los asesora sobre el city tour e información turística del Ecuador. Esa es la experiencia que ofrece, cosa que no pasa cuando el cliente usa Airbnb, dice. regular Airbnb