Estimado candidato:

Hace un par de meses yo fui de los que decía que decidiría su voto para la Alcaldía de Quito dependiendo de cómo fueran las encuestas una semana antes de votar. Y dije que si los dos candidatos más opcionados eran usted y algún otro qu e no represente nada para mí, pues votaría por usted.

Hoy, a días de las elecciones, no estoy tan seguro de que haría lo mismo.

Y eso tiene que ver con usted, con su campaña y con su forma de aproximarse al electorado. Antes de escribir esto me pregunto si es que soy precisamente el elector que usted busca. Quizás ahí esté la respuesta.

Pero en la práctica, para saber sus propuestas, he debido buscarlas, incluso mucho después de conocer las de candidatos menos conocidos (y opcionados) como Víctor Hugo Erazo o Patricio Guayaquil, que no las busqué, llegaron, o las escuché en algún debate o entrevista.

Hay una enorme diferencia en cómo los otros 17 candidatos han tomado la campaña y cómo usted lo ha hecho. Usted está arriba en las encuestas y con eso en mente, con una extraña actitud ganadora, simplemente no debate. No discute con los otros candidatos, da entrevistas específicas y sé, por amigos en medios, que la sensación entre periodistas es que usted no quiere hablar, que ya se siente alcalde, que ya está arriba.

Y lo que me confunde más, estimado Paco, es que las razones que da para no participar en un debate son, por decirlo de una manera sencilla, contradictorias. Por eso le escribo, para pedirle que por favor me explique, si es posible con títeres para entender mejor, la justificación de su no deseo por debatir.

Porque usted, en la entrevista que María Sol Borja le hizo y que se publicara en GK la semana pasada, dijo ser demócrata y defender los principios de la democracia; que con su experiencia de ocho años y medio como alcalde, usted no tiene miedo a debatir, y que cuando fue candidato presidencial, pues debatió. Pero ahora no está debatiendo porque confesó que, con tanto candidato, hacerlo sería un show y en algo tiene razón: son demasiados. Además, aseguró que no tendría tiempo para decir, argumentar o contraargumentar nada.

“No hay cómo”, dijo.

Usted ha acusado a los años del correísmo de ser los culpables de esto y entiendo que se refiere al carácter de espectáculo de la política y bueno, no quiere ser parte de esto. ¿Y nosotros? Usted dice ser demócrata, pero un tipo de demócrata particular que condiciona la posibilidad de debatir bajo sus propios términos. Ha dicho que hay que mejorar la democracia, pero solo si esa democracia funciona como usted quiere que funcione.

Albert Camus escribió en un artículo que se publicó en Combat, en febrero de 1947, que “demócrata, en definitiva, es aquel que admite que el adversario puede tener razón”. Y en ese marco es sencillo extrapolar que la democracia es imposible si no me tomo el tiempo de escuchar al otro, al que disiente con mi parecer, al que piensa lo contrario. Si no lo hace ahora, candidato, ¿qué pasará en caso de ganar?

§

Entonces, usted quiere acabar con la que fue la década de Correa alejándose de la posibilidad de mostrar sus posiciones frente a otros candidatos. Dice ser el candidato del pueblo quiteño, ser una persona hecha para asumir retos y que, como nadie ha tomado la posta, pues usted debe estar ahí. Y lo dice negándole la posibilidad al pueblo quiteño de escuchar por qué usted va a ser mejor para la ciudad. Afirma que asume retos, pero el debate no es uno de ellos. Sentencia que no hay cambio generacional y se niega a intercambiar o discutir ideas con candidatos más jóvenes que usted.

En sí, lo que le quiero decir es que esa posición arrogante, esa decisión de no participar en espacios con otros candidatos, esa contradicción en definirse demócrata y decir no a la posibilidad de debatir, lo acerca a otros candidatos ecuatorianos que hace años también iban primeros en las encuestas y no querían ayudar a “trepar” a nadie. Uno de esos candidatos le debe sonar conocido. Le doy una pista: comienza con Rafael y termina con Correa.

Esto me angustia y mucho.

Porque me cae bien. Porque me gusta escucharlo en las entrevistas. Porque organiza bien sus ideas y las dice con propiedad, porque usa referentes históricos y culturales que ningún otro candidato parece conocer. Porque fue de esos candidatos presidenciales que se presentó abiertamente como feminista hace un par de años y porque lo sigue sosteniendo. Porque hay gente que lo recuerda con mucho cariño, y sus hijos (esos niños que nacieron durante sus ocho años y un poco más de alcaldía) exudan fascinación por usted. Tengo algunos estudiantes que van a votar por primera vez y dicen que votarán por usted. ¿Saben alguna de sus propuestas? No; se los he preguntado y no he recibido respuesta alguna. Y creo que eso no les importa porque no han vivido otra forma de política; solo esa en la que el candidato más fuerte mira con condescendencia a los que están abajo. Y el que está arriba debe ser el mejor. El más fuerte es el mejor.

Esa es la democracia que en época electoral ellos experimentan y que usted está manteniendo con su decisión.

Imagino que no es su intención. Pero está pasando y me aterra que suceda. Ojalá que al menos lo piense un poco, candidato.

Tengo una consulta adicional.  Yo quisiera llegar a los 78 años y verme como usted. ¿Cómo lo hace?