Estimado Juan Carlos,
Nos conocemos. Trabajé para una de tus compañías, aprendí mucho y llegué a apreciar tanto tu ética de trabajo como tu trato espontáneo y transparente. Ahora que te lanzas a la alcaldía, son evidentes la misma motivación y las mismas ganas de innovar que han caracterizado tus emprendimientos privados. A diferencia de otros candidatos tienes una visión clara hacia el futuro, hacia al frente, un proyecto de ciudad —alineado con el de tu partido— que se alimenta de tu experiencia como emprendedor. Paradójicamente, es lo que me preocupa.
Menos por lo que dices y más por lo que no. Toda visión excluye: enfoca unos puntos, desenfoca otros. En tu caso, el discurso de un “Quito moderno, de vanguardia, de innovación” —un Quito obnubilado por el progreso— arroja una gran sombra sobre los graves problemas de quienes viven en barrios periféricos o en el mismo Centro Histórico de Quito.
Al igual que el actual Alcalde, tú esbozas el proyecto de ciudad de un empresario exitoso. Pero las ciudades no son empresas privadas. Deben ser pensadas desde lo social.
Cuando comparan tu campaña o aspiraciones con las de Mauricio Rodas, tú respondes que el liderazgo joven no debería verse como un defecto. Tienes razón.
Pero no es la edad de Rodas lo que definió su ineptitud, sino su falta de experiencia para liderar con los enredos del sector público y, por sobre todo, su evidente desconocimiento de lo que significa habitar la ciudad, caminar para reconocer sus conflictos, lógicas de convivencia y, por supuesto, sus huecas. Su preparación técnica no le preparó para la real politik de los problemas urbanos.
A Rodas le faltó calle. ¿Y a ti?
Pareces concebir el desarrollo como un fin en sí mismo y no como una herramienta que debe responder a las necesidades reales y las demandas de la población. Esto choca con el tipo de soluciones políticas que requiere o demanda la gente de Quito. Innovar por innovar, modernizar por modernizar: en Quito ya tenemos un bestiario entero con los elefantes blancos producidos por el desarrollismo compulsivo e impositivo.
Ese desarrollismo prioriza el espectáculo de lo monumental por sobre soluciones menos espectaculares para las urgentes necesidades de sectores invisibilizados y, de hecho, estigmatizados desde hace años.
Por ejemplo: en el Centro Histórico de Quito, la ‘cereza del pastel’ turístico de la ciudad, la densidad poblacional decrece a un promedio de 2,2% por año, según la información del Instituto Metropolitano de Patrimonio. A este ritmo, para 2040 vivirán en el Centro —que tiene la capacidad para 70 mil— alrededor de 25 mil personas de un estrato uniforme. Este fenómeno, conocido como desplazamiento poblacional (y en ciertos casos como gentrificación), es para muchos considerado un precio costoso pero necesario de la preservación patrimonial. Eso es literalmente inhumano: sobreponer el monumento sobre las vidas de los ciudadanos.
Si eres elegido alcalde, Juan Carlos, el metro se inaugurará contigo. Eso significa que durante tu administración, en el Centro veremos un surgimiento abrupto de hoteles y cafeterías que alzarán el precio del alquiler considerablemente y forzarán a miles de personas a dejar sus hogares y comercios. ¿Será la gentrificación un costo aceptable o inevitable para esa modernización que prometes a la ciudad?
No eres el único en dejar este tema a un lado. En esta campaña, de hecho, no se ha hablado mucho de preservación y revitalización del “patrimonio”. Cuando se topa el tema, pareciera que el sujeto político fueran los monumentos, y no el hogar, el trabajo y el comercio de un gran porcentaje de la población quiteña.
Entre vecinos de la Rocafuerte se cuenta con frecuencia —como se escribió en la Línea de Fuego— que en una reunión en el Instituto de Patrimonio en diciembre de 2017 un funcionario municipal intentó persuadir a organizadores barriales y vecinos del lugar diciéndoles “que la peatonización del Centro Histórico era la oportunidad de vivir en Europa”. Es decir, detrás de las fachadas y bajo los adoquines del proyecto de peatonización de la calle García Moreno, el trasfondo era el de maquillar el Centro Histórico, hacerlo más blanquito y más vendible. Otros vecinos —cada vez con más miedo de las posibles represalias— hablan de la inseguridad que genera la García Moreno al caer la noche. Como no se socializó este plan, mucho del comercio de la calle que requería de transporte motorizado se desplazó a otras partes. No tenían otra alternativa. El tránsito y movimiento disminuyó pero en horas menos vitales para el turismo. La inseguridad que quedó en las noches ahora la enfrentan solamente los residentes de la zona.
Es un proceso muy predecible y repetitivo. El boulevard de la 24 de mayo, la Rocafuerte, San Roque, antes zonas de comercio “informal”, ahora son caldos de cultivo para asaltantes y varias mafias. En la calle Rocafuerte, la imposición arbitraria y aleatoria de vallas de la Agencia Metropolitana de Tránsito parece proteger el espacio para el microtráfico y, sin tránsito alguno en horas determinadas arbitrariamente por los municipales, convierten la calle en tierra de nadie para transeúntes, comerciantes y residentes. En algunos casos, al igual que en la Mariscal Foch, los vecinos ya hablan de las “vacunas” que han tenido que pagar.
La peatonización de la García Moreno en teoría sonaba (y suena) sexy, pero se llevó a cabo sin tomar en cuenta las consideraciones de los vecinos y comerciantes de la zona. Así, incentiva un tipo de comercio específico para consumo turístico, para un grupo demográfico de más capital, pero expulsa a otro tipo de comerciantes y residentes. En ciertos casos, los fuerza a abandonar prácticas, oficios y comercios locales, para asumir la uniforme tarea de vender artesanías. Es el riesgo de la innovación por la innovación: construcciones modernas y lujos, capital inmobiliario multinacional, malls y fachadas abandonadas por dentro; un Disneyland de tejados coloniales y canelazo.
El desafío de la próxima administración municipal será desarrollar la voluntad y fuerza política para romper con estos patrones. No puede ser fácil. Los municipios son cómplices principales de estos procesos gentrificadores en muchísimas partes del mundo. Para muchos vecinos, incluso, ya se ha asumido que el descuido municipal hacia ciertos barrios no es un accidente sino una estrategia abierta para reducir el valor de las propiedades, vaciar negocios y permitir que otros capitales entren. Nada es seguro. Lo cierto es que muchos vecinos de las calles Rocafuerte, García Moreno, Sucre, la Flores y la Espejo se van y los que quedan están frustrados en el mejor de los casos, aterrados en otros. “A las 5:30 de la tarde, la Rocafuerte ya es invivible”, me dijo una vecina local. “A vista y paciencia de las autoridades”.
El discurso de recualificación desde la administración de Paco Moncayo hasta la de hoy ha dado lugar a inversiones públicas y privadas que consienten infraestructura en sectores de interés privado y turístico pero abandonan barrios de mayor densidad poblacional (pero menor caché). Un cambio (¿o una innovación?) necesario desde la alcaldía significaría darle al tema de la vivienda la importancia integral que se merece. Las condiciones de vida en calles como la Imbabura, Cotopaxi o Chimborazo son de hacinamiento. ¿Les darás la importancia necesaria a pesar de no ser protagónicas para el turismo?
Y, en tu manejo de políticas de preservación y planificación ¿qué tipos de criterios dictaminarán la planificación del Centro Histórico y otras zonas patrimoniales como el barrio de la Mariscal y la Floresta? ¿Qué intereses primarán? ¿Qué políticas se adoptarán en cuanto al espacio público y el derecho de los ciudadanos a éste? ¿Cómo se involucrará a los actores sociales barriales y comunitarios?
Al barrer la pobreza bajo la alfombra, uniformar el comercio de las zonas turísticas, y cerrar vías o rutas transitadas sin una planificación previa, el relato de quienes son desplazados arrastra consigo los problemas de la seguridad, la economía y la movilidad.
La ciudad de Quito, Juan Carlos, ya se ha tratado como una empresa. Precisamente por eso, incluso en el debate político de hoy, se han invisibilizado estos temas. No son tan mediáticos como el tema de la movilidad o el tema de la seguridad. Pero son centrales, porque definen la manera en la que nos relacionamos —como ciudadanos o como instituciones— con la ciudad. Son los problemas de fondo y el fondo, con frecuencia, es difícil de ver: hay que escarbar, buscar, cambiar de enfoque.
Admiro tu espíritu emprendedor. Fui testigo de sus resultados. También sé que estás abierto a examinar cuáles son tus puntos ciegos. Estos no se revelarán ni desde la academia, ni desde la empresa privada. Habrá que caminar, escuchar y ver entre los vericuetos y barrios menos recorridos por las camionetas de campaña. Para lograr esa ‘calle’ indispensable, estimado Juan Carlos, te faltan meses —años en realidad. Solo entonces será viable tu candidatura a alcalde. Por ahora, no.