Respeto la lucha que las agrupaciones y activistas del feminismo han dado desde siempre, pero creo que es necesario destacar que el feminismo constituye un amplio y, sobre todo, heterogéneo conjunto de movimientos sociales y activistas alrededor del mundo, que desde distintos campos como la cultura, la política o la economía, lucha día a día por seguir destacando el rol de la mujer.
La lucha por nuestros derechos nos concierne a TODAS, por eso me resulta incomprensible entender a feministas que sienten el derecho a decirle a otras mujeres lo que pueden y NO pueden hacer, qué luchas debemos o no dar; lo que debemos o no pensar, decir, sentir o creer; si debemos o no amar y respetar el derecho a la vida y, principalmente, la forma en que debemos vivir el feminismo.
Las mujeres que creen tener la potestad de censurar a otras, debieran recordar que el feminismo no es un partido al que hay que afiliarse, ni tampoco una cofradía reservada para unas pocas que sienten el derecho de regular a las demás. La lucha por los derechos de las mujeres, es una lucha de todas.
Es triste ver cómo algunas mujeres repiten dinámicas de poder que el machismo usa para controlarnos, como la censura, la descalificación y la exclusión, porque simplemente no concuerdan con otras formas de luchar. Es como si ciertas mujeres quisieran limitar a otras su derecho a levantar la voz, para que lo hagan únicamente bajo SUS estándares, desde sus creencias y únicamente con sus consignas. La lucha por los derechos de la mujer no está reservada para un grupo elitista. Si no, ¿qué pasa con el resto de las mujeres? Las amas de casa, las mujeres del campo, las trabajadoras, las mujeres católicas, cristianas, evangélicas o las que viven la fe a su manera, las esposas, las madres, las hijas, las jefas de familia, las que no están de acuerdo con algunas banderas de las feministas ‘legitimadas’. ¿Ellas no tienen derecho a luchar? ¿Deben callar y aceptar la censura? ¡Yo creo que no!
El camino es otro, todas las mujeres tenemos el derecho de levantar la voz por nuestras causas, de dar las batallas que nuestro corazón y nuestros valores nos exijan y nadie tiene el derecho de callarnos o descalificarnos, de excluirnos de una lucha que nos pertenece a todas.
No tengo el gusto de conocer a Nessa Terán, autora del artículo que genera esta carta para los lectores de GK, no sé si tenga hijos o si es casada o soltera. En mi caso, soy madre de dos hijos, dos millennials, soñadores y románticos, a quienes he criado sola, sin la ayuda de nadie. Mi lucha por la mujer no es de ahora. He vivido de cerca el drama de mujeres que luchan por su salud, desde hace 12 años me convertí en activista de la lucha contra el cáncer de mama y he dado atención a más de cien mil mujeres en todo el Ecuador.
Y también gracias a la política –lo digo con orgullo– he logrado servir a mi ciudad y a mi país. Fui Vicealcaldesa de Quito durante cinco años, con una hoja de vida impecable, entre otras cosas, logrando la incorporación de más de 400 mujeres a la Policía Metropolitana, recogiendo 34.000 firmas para el ingreso de la Ley de Prevención de Cáncer de Mama en la Asamblea Nacional, siendo responsable del artículo de la Ley de Tránsito gracias al cual se debe incorporar al menos el 5% de mujeres al sector del transporte, consiguiendo que mi iniciativa del Taxi Rosa permita que más de 2.000 mujeres obtuvieran un crédito para sacar su licencia profesional. De igual forma, fui Cónsul General en México por cuatro años (2014-2018), tiempo en el cual toda ecuatoriana que llegó al Consulado, desprotegida y lastimada, recibió el apoyo y el cariño de mi trabajo.
Soy una mujer preparada, soy Licenciada en Administración Pública, tengo un masterado en Imagen Pública, soy autora de un libro con dos ediciones, presido una Fundación de mujeres. Hoy busco la Alcaldía de Quito, porque sé que desde la política se pueden realizar los grandes cambios que nuestra sociedad requiere. Mi visión es construir una ciudad para mujeres, con una política de género determinante, con presupuestos de género, en la que se nos respete, porque una ciudad construida para mujeres es una ciudad construida para niños, para jóvenes, para personas con discapacidad, para nuestros ancianos y, obviamente, para los hombres.
Nadie puede apoderarse de la lucha de las mujeres y usarla como si fuera una franquicia, podría parecer una arrogancia con profundo olor a machismo. El respeto y la convicción de la igualdad nos dice que nadie tiene el derecho de decidir sobre las luchas de otras personas, nadie tiene el derecho a hacer exámenes a otros para darles permiso de levantar la voz o tomar decisiones. Que no se confunda el feminismo con amargura. ¡Todas tenemos derecho de luchar tal como somos!
Con cariño a los lectores,
María Sol Corral
Candidata a la Alcaldía de Quito