[dropcap] P[/dropcap]ara la segunda vuelta del 2 de abril de 2017, lo primero que debemos preguntarnos es cómo está el Ecuador. Hay dos respuestas evidentes: los que piensan que todo va bien —y votarán al oficialismo— y los que creen que todo va mal —y votarán por la oposición—. Pero hay un tercer grupo: los que piensan que hay cosas que deben ser corregidas y otras que deben ser mantenidas. Si Lenín Moreno llega al poder, sabemos que se mantendrá el modelo económico de los últimos diez años, las leyes aprobadas por una Asamblea donde Alianza País ha sido mayoría, e incluso buena parte del gabinete actual —incluyendo al vicepresidente. También sabemos que es muy poco probable que actos de corrupción o abuso sean investigados, pues hacerlo implicaría auto inculparse. Dicho de otra manera: para quienes creen que hay que corregir cosas en el país, Moreno no es el candidato.

La primera razón para votar por Guillermo Lasso no tiene nada que ver con él: se trata simplemente de alternancia, una de las esencias de la democracia —tener distintas ideas, personas y enfoques permite innovar, enmendar errores, corregir excesos y evidenciar políticas correctas capaces de sobrevivir a un cambio de gobierno. Después de una década en la que hemos visto a ciertos personajes moverse por tres o cuatro ministerios queda claro que cualquier aporte que estas personas pudieran hacer ya fue hecho. Es hora de una renovación. Además, votar por Lasso permitiría devolver al Ecuador hacia un balance democrático de poderes, ya que cuando un mismo partido los controla todos, el abuso se vuelve una práctica común. Según el Consejo Nacional Electoral (CNE), Alianza País tendrá mayoría simple en la Asamblea. ¿Realmente queremos darle 4 años más de control del ejecutivo y legislativo a un solo partido político?

La siguiente razón para votar por Lasso es para iniciar el proceso de fiscalización que no ha existido en Ecuador en los últimos años. La Asamblea renunció a fiscalizar, el Fiscal General es cercano al Presidente, se persiguió a cualquier persona que denunciara irregularidades —la Comisión Anticorrupción, tiene seis procesos judiciales en su contra—, y a una prensa acallada con presiones, juicios y un constante acoso por parte del presidente Rafael Correa. Cuando en un país se genera un entorno como este, los casos de corrupción se multiplican. Al margen de si usted cree en la honestidad de Rafael Correa o Lenín Moreno, la realidad es que sus funcionarios tienen carta libre para corromperse, pues saben que los órganos de control llamados a investigar no lo harán y que, si alguien los denuncia, el presidente y vicepresidente serán los primeros en defenderlos, como hicieron en los casos de Pedro Delgado —de quien Correa dijo que era “un miembro de la clase media” cuando compró una casa de $385 mil en Miami en 2012 — y de Petroecuador.

Guillermo Lasso entiende que el modelo económico de la última década no es sostenible. El modelo económico de Alianza País se basó en un incremento significativo del tamaño y del rol del Estado en la economía: su peso llegó a significar el 44% del PIB en 2014, una cifra considerablemente más alta que la de cualquier país de nuestro entorno. Parte de ese gasto está justificado en mejoras de los servicios públicos e inversiones en infraestructura necesaria, pero otra parte terminó en autos oficiales  — que el ex Ministro de Finanzas Mauricio Pozo calculó en 60,000—, viajes al exterior, instituciones gubernamentales inútiles, infraestructura sobredimensionada o inutilizada —aeropuertos sin uso, una mega refinería que nunca pasó del aplanamiento de tierra, centrales hidroeléctricas a medio construir o ascensores en escuelas de tan solo dos pisos— y como ya dije: corrupción. Este modelo no se puede sostener con un precio del petróleo a cincuenta dólares por barril, tampoco se sostiene endeudándonos, pues tarde o temprano dejan de prestarte o tienes que pagar intereses muy altos como ya está pasando. Dado que Moreno no ha planteado ningún cambio importante en materia económica, tenemos que suponer que está convencido del modelo actual. Eso es un problema.

Habrá quien diga que la opinión de los mercados financieros no debería pesar a la hora de votar. Pero hay que entender que tener un gobierno que mantenga una política fiscal ordenada, y que reduzca la percepción de riesgo de Ecuador internacionalmente, es fundamental para atraer inversiones, lograr crecimiento económico y generar empleo. Desde el martes 21 de febrero en que quedó claro que habría segunda vuelta, el riesgo país de Ecuador — que mide la imagen que tienen los mercados internacionales sobre el país — se redujo en 9%.

A la hora de elegir un presidente hay que entender el momento histórico del país que va a gobernar. A diferencia de algunos votantes de Lasso, yo entiendo por qué Rafael Correa fue electo y reelecto: prometió servicios públicos que funcionen a un país en donde muchos de estos eran vergonzosos, prometió estabilidad política a un país que venía de una década de seis presidentes, y prometió reducir la pobreza y la desigualdad a un país donde ambas abundaban. Sin embargo en el camino de cumplir esas promesas, se creó un Estado enorme e imposible de sostener mientras se reducía el espacio de la sociedad civil, la estabilidad se transformó en autoritarismo y la reducción de pobreza se acompañó de corrupción, derroche y falta de transparencia.

En 2017 el momento histórico del Ecuador es otro, los problemas son distintos y Guillermo Lasso está más cerca que Lenín Moreno de ser una solución. Es Lasso quien ha hablado de devolver el protagonismo a la sociedad civil —instaurando consultas previas vinculantes para explotación petrolera o minera, quitando las limitaciones que ONGs tienen actualmente para operar y derogando el decreto 16 utilizado para sancionar a dirigentes sociales—, es Lasso quien propone eliminar la Ley de Comunicación, es Lasso quien puede en la práctica investigar los casos de corrupción que se han dado en la última década, es Lasso quien estará obligado a llegar a acuerdos con otras fuerzas en la Asamblea para aprobar leyes, y es Lasso quien realmente entiende el rol fundamental que tiene el sector privado en la economía. Nada de esto lo puede hacer Moreno.

Lasso no es el candidato perfecto: es multimillonario, fue parte de uno de los gobiernos más impopulares que ha tenido el Ecuador, y le cuesta conectar con la gente a nivel emocional. Pero no estamos eligiendo al mejor candidato, estamos buscando a quien puede responder a los problemas actuales y Alianza País parece ni siquiera tener claro cuáles son. El trabajo del siguiente gobierno es demostrar que se puede tener un Estado que funcione sin ahogar al sector privado, que se puede dotar de servicios públicos de calidad sin corrupción y derroche, que se puede utilizar mejor los fondos públicos sin afectar a médicos, profesores, policías y demás funcionarios que tienen un rol fundamental en la sociedad, que se puede discrepar sin ser perseguido, que se puede escuchar al otro y quizás hasta ponerse de acuerdo. Guillermo Lasso no fue la opción de muchos quienes votaron por un cambio en la primera vuelta, pero es claramente la mejor opción para conseguirlo este 2 de abril de 2017.