[dropcap]C[/dropcap]uando Rafael Correa y la Revolución Ciudadana irrumpieron en la política ecuatoriana patearon el tablero, cuestionaron todo el sistema y plantearon un proyecto político para el país. Estemos a favor o en contra de ese proyecto político, había una propuesta, un pensamiento para dar respuesta a los problemas estructurales del país. Algunos creen que ha cumplido con todas sus promesas, otros creen que con los años el proyecto se transformó y traicionó sus ideales iniciales. Otros decimos que mostró sus verdaderos colores; que siempre iba ser autoritario y corrupto. Pero hay una realidad: durante diez años de lo único que hemos hablado es de Rafael Correa y su revolución ciudadana, de lo que ellos piensan, hacen y cómo ven al país.  La primera vuelta de las elecciones 2017 no fue distinta y Quito es un buen espejo para entender cuál es el mal camino.

En el 2014, Rodas ganó la alcaldía con un voto anti Alianza País pero no obtuvo mayoría en el Concejo Metropolitano. En el Concejo —el órgano legislativo de la ciudad— están representadas varias tendencias políticas, con un bloque fuerte de Alianza País que ejerce constante presión, y que tiene la capacidad de influenciar la toma de decisiones del Ejecutivo quiteño. La falta de una visión para la ciudad más allá de la propuesta de la revolución ciudadana, de liderazgo para consolidar un bloque de apoyo, la de una agenda legislativa y de políticas públicas que acompañen los cambios que requiere la capital, y el uso de las mismas formas políticas de polarización y división que ha usado Correa han sido los principales factores del fracaso de Rodas. Un fracaso tan rotundo que podría ser capitalizado por Alianza País en 2019, cuando intentará recuperar Quito. ¿Podría haber un escenario parecido a nivel nacional, ahora que Rafael Correa ha dicho que se quedará en el país a defenderse de una eventual persecución de un gobierno futuro?

Las campañas de los candidatos de oposición giraron alrededor de cómo no ser Rafael Correa, en vez de plantear un proyecto político alternativo y una visión del país posrevolución ciudadana. Durante estos diez años, los partidos políticos que sobrevivieron y los que nacieron no volvieron a pensar al país y sus problemas estructurales. Los nuevos movimientos, además, cayeron en esa moda de construir vehículos electorales con nombres vacíos de contenido y con propuestas políticas que caben en los 141 caracteres que tiene un tuit. En la segunda vuelta, no habrá margen para errores ni vacilaciones: necesitamos que Guillermo Lasso nos muestre un plan de país.

Lasso debe convencer a ese electorado de que su propuesta implica un verdadero cambio. Solo así tendrá el suficiente capital político para tomar las difíciles decisiones que implican un cambio de modelo económico, social y gubernamental para caminar en la senda posrevolucionaria. De lo contrario, le podría suceder lo que le pasó a su aliado, Mauricio Rodas, Alcalde de Quito, quien a sólo tres años de gobierno ya enfrenta una crisis política de importantes proporciones que pone en riesgo su futuro político, y por supuesto, la solución de los problemas de la ciudad.

Quienes no votamos por Moreno ni por Lasso pero no queremos otros cuatro años de Revolución Ciudadana, estamos expectantes de la campaña en segunda vuelta y anhelamos escuchar la visión de país que tiene el candidato presidencial de CREO: no queremos votar por él sin convencimiento, como si se tratara de un último recurso. El voto que es sólo anti Alianza País, aunque muy poderoso, puede traer inestabilidad al nuevo gobierno, que además se vería enfrentado a un escenario de confrontación continúo con una mayoría opositora en la Asamblea. El ejemplo de Rodas es clarísimo.

La alternativa a estos diez años no está sólo en decir que se derogará la Ley de Comunicación o que se eliminará la Secretaría Nacional de Educación Superior Ciencia y Tecnología (Senescyt) y la Iniciativa Presidencial para el Buen Vivir. Hay un modelo político instaurado en la sociedad y en la mente de muchos ecuatorianos. Hay una estructura institucional y legal, y una forma de hacer política que no va a desaparecer de la noche a la mañana. Hay una sociedad civil y un pueblo polarizado que se ha olvidado de cómo de incidir en la toma de decisiones y que desconfía absolutamente del poder. Para construir sobre esos cimientos se requiere de un pensamiento político y una visión democrática clara del camino que debe seguir el Ecuador. Para recuperar la confianza en las instituciones, para luchar contra la corrupción y la capacidad de la política de generar cambios más allá de los intereses de los grupos que estén en el poder.

Lasso tiene una ardua tarea en la segunda vuelta: convencernos a los que no votamos por él pero que tampoco queremos más revolución ciudadana de que él y su equipo representan verdaderamente un cambio. Sus primeras acciones dejan mucho que desear, la violencia y ansias de poder que muestran las intervenciones de su candidato a vicepresidente Andrés Páez, la presencia de su aliado, Mauricio Rodas, a quien le rodea un tufo de corrupción, ineficiencia y una forma de hacer política tan similar a la de Alianza País y a la de la partidocracia que hace pensar que estamos sentenciados a repetir nuestra historia una y otra vez. ¿Cómo Lasso nos va a garantizar el cambio?