[dropcap] H[/dropcap]ace unos días estuve en una reunión con representantes de otros países y personalidades locales conversando sobre las elecciones y claro la gran pregunta que me hicieron varios fue ¿por quién vas a votar? Mi respuesta los dejó poco satisfechos: aún no sé. Siento angustia por no tener idea qué hacer en las próximas elecciones. Inclusive he empezado a considerar el voto nulo. Mi incertidumbre causó absoluto rechazo: Cómo vas a desperdiciar tu voto, hay que votar por quien pueda llegar a segunda vuelta. votar nulo es regalar tu voto y no asumir una responsabilidad. Me dijeron que por ser una autoridad de elección popular tengo una mayor responsabilidad sobre mi decisión.

Siempre dije que no participaría en ninguna campaña pero que sí tomaría una posición y la haría pública, sobretodo en relación a las demandas que tiene Quito, la ciudad que represento. Muchas de ellas pasan por una estrecha relación de colaboración y coordinación entre la Presidencia, la Asamblea y los gobiernos locales. Mi responsabilidad como Concejal es exigir que los representantes nacionales estén sintonizados con las necesidades locales al momento de tomar decisiones que nos afectan directamente y sobre las cuales las autoridades locales poco podemos hacer. Sin embargo, como ecuatoriana tengo derecho de votar como me dicten mis deseos, sueños y aspiraciones para los siguientes cuatro años. Y es justo ahí donde no encuentro una respuesta.

La razón por la cual sé que estoy indecisa hasta el punto de pensar en votar nulo (nunca lo hecho, sería la primera vez) es porque ninguno de los candidatos está representando a las nuevas generaciones. Nací en 1981 y si bien sé que entre mi generación y los que nacieron en los noventas hay una gran diferencia (ellos ya nacieron en la era digital), me siento mucho más millennial que cualquier otra cosa. Ninguno de los candidatos ha entendido lo que el acceso a la información inmediata, Internet y la globalización han hecho a nuestra forma de ver el mundo, aspiraciones y deseos de cambios.

No pretendo con esto caracterizar o asumir una representación de todos los millennials —pues los hay variopintos— pero lo que sí está claro es que nadie nos está hablando. Tal vez sea porque la brecha generacional es tan grande que hay mucha ignorancia. Nos catalogan de egocentristas cuando no se entiende que nos gusta nuestra individualidad pero en relación con los que nos rodean o que nuestro radio de proximidad no siempre es nuestro entorno más cercano, sino el mundo entero. Ya no nos sentimos tan identificados con el sueño material del trabajo estable, la casa y el auto para sentir que tenemos éxito, sino que queremos vivir experiencias y ser libres, y no tenemos una relación condescendiente con el pasado. Somos optimistas, nos movemos por causas y queremos ser protagonistas de una transformación histórica. Eso quiere decir que si bien la política como tradicionalmente ha sido ejercida nos repele, queremos participar porque tenemos un sentido de trascendencia. Nos importan las causas políticas no las casas políticas.

Y por eso nos interesa mucho saber cómo los actuales candidatos están pensando en ese Ecuador en el que vamos a vivir por las próximas décadas y qué de lo que ofrecen está encaminado a ese sentido de trascendencia que tenemos los millennials. Y también nos damos cuenta de lo que callan o no quieren decir.

Hay ciertas preguntas que todos los candidatos deberían responder:

¿Qué han dicho de cumplir con los objetivos de desarrollo sostenible y cómo hacerlo. ¿Es siquiera un compromiso para el Ecuador? ¿Qué han dicho sobre los compromisos que asumió el Ecuador en París para luchar contra el cambio climático y las decisiones que se deben tomar frente al modelo extractivista? Tarde o temprano, muy probablemente durante nuestras vidas, la extracción de recursos naturales será reemplazada por otras actividades y el Ecuador debe empezar seriamente la tarea de repensarse.  Y sobre el anterior punto, qué de la interculturalidad y otras formas de vivir muy distintas a las de traje sastre que toman decisiones. ¿Qué han dicho de la contaminación ambiental, el subsidio a los combustibles y las perniciosas relaciones con los gremios del transporte que privilegian el bienestar de unos frente al perjuicio de millones de ecuatorianos? ¿Qué han dicho sobre la violencia machista que está impregnada en nuestra cultura y la impunidad del sistema de justicia que sólo la perpetúa? ¿Qué tan serio es el compromiso por una sociedad sin violencia? ¿Qué han dicho sobre una sociedad cada vez más abierta y tolerante que dejar de tratar los temas de salud sexual y reproductiva como tabús y les da una mirada de política pública? ¿Qué han dicho sobre la participación ciudadana y la necesidad de reconstruir la confianza interpersonal y en las instituciones para que los ecuatorianos realmente podamos incidir en las decisiones que nos afectan? Nada se menciona sobre cómo salir del modelo de cooptación y reemplazo de liderazgos sociales para conveniencia del gobernante de turno. ¿Qué han dicho sobre la regulación de internet, la economía digital y la economía colaborativa? ¿Qué han dicho del cambio de modelo sancionador y castigador de toda conducta y su consecuente excesiva población carcelaria? ¿Qué han dicho de la educación más allá de criticar a Senescyt?

El baratillo de ofertas que hemos oído hasta ahora no convence a todos. Las nuevas generaciones no sabemos en qué Ecuador sueñan los actuales candidatos. Me atrevo a decir que bastantes de nosotros conformamos el alto porcentaje de indecisos que aún a estas alturas se ve en las encuestas.

Los candidatos tienen que salir de ese letargo y empezar a hablarle al presente y futuro del Ecuador. El empleo y la crisis económica son temas muy importantes, más aún en esta coyuntura, pero no es lo único que nos interesa o nos mueve. ¿Qué país nos ofrecen? Ya será nuestra decisión si ese país que cada uno de los candidatos presenta, es el Ecuador en el que soñamos vivir en las próximas décadas y que ya debemos empezar a construir. Esa tarea es impostergable. Ahí está la esencia del voto de las nuevas generaciones febrero de 2017.