Querido Iván:

[dropcap]T[/dropcap]e escribo esta carta como un ciudadano común, preocupado por los destinos de su país, como un hombre joven, de casi 31 años, tú tienes 33. No busco criticar tu postulación sino entender qué la motiva: no es poca la sorpresa de muchos ecuatorianos al ver tu poco conocido nombre en la papeleta de votación.

Tu principal carta de presentación es haber sido Director Regional del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, una entidad que no marcha muy bien que digamos. Además de ese, no has ejercido otro cargo público de relevancia, que permita a la ciudadanía confiar en tu gestión, y, a jóvenes interesados en la política, como yo, tenerte como referente generacional.

Ahora me surgen varias preguntas. La más importante: ¿por qué vas directamente por la Presidencia —la más alta aspiración de todo político— sin antes haber ensayado con candidaturas de menor jerarquía que te permitan ganar experiencia en el complejo campo de la administración pública?

No se trata de tu edad: por el contrario, para mí es un aliciente porque me enorgullece ver que jóvenes emprendedores tienen el deseo de asumir retos políticos. Sin embargo, lo que he podido ver en medios de tu campaña me ha decepcionado de manera absoluta. Lejos de preocuparte por los problemas de coyuntura tan importantes que vive nuestro país —la crisis económica, las cargas impositivas altas, el extractivismo indiscriminado, los acreedores internacionales, la crisis migratoria, la falta de empleo, el analfabetismo, la devastación del terremoto— (como te darás cuenta ninguno de estos problemas se soluciona con carreteras, como muchas ocasiones han pretendido que creamos) has preferido iniciar un discurso populista, que denota nulo asesoramiento técnico.

El problema de tu discurso demagógico es que se trata del populismo más peligroso: ese que amenaza, el discurso populista penal. En días pasados dijiste:“si es necesario el día de mañana en el país, tanto para violadores como para gente asesina, aplicaremos la pena de muerte”. Me aterra. No sólo porque tu especialidad parece ser alarmar a la ciudadanía, o denunciar como responsables de todos los males de la sociedad a quienes están presos —un grupo marginal que, por cierto, en este país es atropellado por los órganos de justicia y el sistema carcelario—, sino que tu afirmación es inhumana e ignorante.

Hay un argumento técnico jurídico que decides omitir no sé si por desconocimiento o porque crees quenosotros lo ignoramos.. Es por esta razón, querido Iván, te escribo y te explico esto en breves líneas.

La inviolabilidad de la vida es un derecho humano consagrado en dos instrumentos internacionales primordiales —Convención Americana de Derechos Humanos y Declaración Universal de los Derechos Humanos—, insertos, hace algunas décadas, por nuestra legislación. Por eso cualquier norma que pretenda, a través del Estado, violar los derechos humanos, en especial a la vida, es inconstitucional y va en contra del Sistema Internacional de los Derechos Humanos: no tiene validez jurídica. Por eso tu propuesta no sólo es cruel sino que no es viable jurídica ni políticamente. Todo esto me demuestra que tu afán populista está lejos de tener un discurso y análisis serio e informado que permita a la sociedad civil entender el valor de tu candidatura.

Me amarga que un joven, como yo, tome como carta de presentación de su carrera política la muerte de otros seres humanos, para legitimarse como líder político, más aun en un país que últimamente se ha visto tan dividido, producto, precisamente, del odio generado por el discurso político.

Me despido, no sin antes señalarte la ironía de tu campaña, eres el primer médico cirujano que pretende acceder a la política procurando matar, no curar.

Éxitos.