¿Es posible sentarse a la computadora a dar clicks y cambiar la vida de alguien que sufre?

Camino a la zona devastada por el terremoto, el subteniente Juaquin Tello sabía que al llegar tendría una misión poco convencional para un bombero: mapear. La compañía a la que Tello pertenece salió al mediodía del domingo 17 de abril de 2016 desde Cuenca, a 400 kilómetros al sur de la tragedia, para sumarse a la búsqueda y rescate de heridos y cadáveres. Habían pasado doce horas desde que un sismo de 7,8 grados redujera ciudades enteras a escombros y enterrase a cientos de personas bajo ellos en la provincia de Manabí, en la costa norte del Ecuador. Siete horas después, Tello estaba en el epicentro de la tragedia e iba marcando en un mapa digital en su celular los puntos de ayuda o desastre que encontraba. Como miembro de Llactlab —un grupo de investigación para el desarrollo de ciudades sustentables de la Universidad de Cuenca— sabía que los mapas humanitarios (Humanitarian Open Street Maps, HOT) habían sido una herramienta fundamental para que la ayuda llegara de forma más rápida a las víctimas en los terremotos de Haití, Nepal y Japón. Tello reportaba desde su teléfono: una carretera bloqueada, el refugio que la Prefectura de Manabí había instalado en el Centro Atlético de Portoviejo, el área donde se centró el trabajo del Cuerpo de Bomberos de Cuenca. Los marcaba con una nota y voluntarios de todo el mundo —desde sus computadoras—, los agregaban al mapa en línea. Era, tal vez, uno de esos excepcionales casos en los que dar clicks después de una tragedia sirve para algo.

Captura de pantalla

Una de las notas que Tello hacía y luego enviaba para que los voluntarios de OpenStreetMap subieran al mapa en línea.

Dibujar líneas y puntos en la pantalla de una computadora puede ser una cuestión de vida o muerte. Llegar a lugares donde ha habido un desastre natural es como adentrarse en una noche oscura. Tener mapas digitales actualizados es como llevar una potente linterna. Según Andrea Ordóñez, una de las voluntarias ecuatorianas que coordina el mapeo en la plataforma abierta Open Street Map, los que existían de la zona antes del terremoto estaban incompletos y obsoletos. “Faltaban algunas vías construidas recientemente, existían comunidades enteras que no aparecían”. Las herramientas de mapas disponibles en ese momento, como Google Maps, no mostraban ninguna información de pequeños poblados manabitas como la de Camarones, entre Jama y Pedernales, uno de los lugares donde con más dureza se sintió el terremoto. En el mapa humanitario que se fue completando desde el día de la tragedia, ahora es posible ver con detalle a Camarones. Lo mismo sucede si se compara el mapa del pueblo de Canoa que estaba disponible antes de la tragedia con el que existe hoy. Si hubiesen estado disponibles antes del terremoto, la búsqueda y rescate de sobrevivientes habría sido más eficiente. Juaquin Tello cree que habrían evitado la duplicación de esfuerzos: “Hubo allá más de diez grupos de rescate entre grupos nacionales e internacionales” —dice desde Cuenca— “Si todos tuviésemos las mismas herramientas de georreferencia, habríamos trabajado mucho mejor”.

Captura de pantalla.

Una comparación entre el detalle del mapa de Google y el mapa de OpenStreetMap.

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Para mapear en OpenStreetMap no hay que ser cartógrafo, geógrafo o programador. La plataforma está abierta para cualquiera que tenga una conexión a Internet. Los voluntarios dibujan sobre el mapa virtual en las zonas donde no hay información detallada. “Se valen de imágenes satelitales que luego ‘calcan’ o trazan con su cursor, digitalizando así la información cartográfica”, explica Ordóñez. A medida que se suman voluntarios, los mapas cambian drásticamente. De planos vacíos pasan a cuadrículas de información detallada y útil. “Por ejemplo” —dice Ordóñez— “el mapa ya cuenta con la localización de todas las Unidades de Policía Comunitaria de la zona, que son clave para los trabajos de reubicación y reconstrucción”. Además, los mapas permiten ya conocer cuáles son las mejores vías para transitar. Es información vital para camiones de ayuda, las brigadas de médicos y los escuadrones de militares y policías. Útiles a la hora de la tragedia, los mapas servirán también para la planificación de la reconstrucción, pero —según Ordóñez— también para que las ciudades y pueblos afectados se reimaginen a sí mismas: los mapas son retratos de época.

A través de los mapas los seres humanos nos pensamos y damos un lugar en el mundo. Cuando yo era un niño, la caída de la Unión Soviética me golpeó de manera especial. No porque yo militara en algún movimiento comunista infantil, ni porque mis papás fuesen marxistas. Mi preocupación mayor eran los mapamundis de la escuela. ¿Habría que reimprimirlos todos o nos enseñarían con esos mapas que delineaban un mundo —mi mundo— que muy pronto se extinguiría? La geógrafa chilena Antonia Zambra dice que los mapas nos importan porque nos ayudan a construir identidades geográficas. “En otras palabras, no es posible comprender la historia de la humanidad fuera del marco espacial donde ella ocurre” —explica— “el individuo se reconoce en un lugar, y desde ahí se construye así mismo”. Y por eso la representa, dentro de su espacio y su tiempo: los mapas de la Edad Media tenían como eje central de sus imágenes a la cruz de Cristo, y en los de la antigua Babilonia estaban marcados con claridad los ríos Tigris y Eufrates, sin los cuáles la civilización mesopotámica jamás habría existido. Yo no lo sabía a los siete años, pero cuando el señor Reagan y el señor Gorbachov cambiaban fronteras de repúblicas socialistas por todo el globo, me estaban cambiando también a mí. Dibujamos mapas, luego existimos.

En las zonas devastadas por el terremoto de Ecuador, los mapas que los miles de voluntarios crean en OpenStreetMap tendrán ese poder. Volver a centrarse en ese punto geográfico desde donde el individuo se construye del que habla Zambra será posible gracias a la cartografía humanitaria digital de estos días. La geógrafa chilena cree que el paradigma del mapa ha cambiado: “Más que mapas cartesianos, lo que se representa produce, utiliza y disemina son diversos dispositivos de visualización de la tierra en tiempo casi real (google earth, imágenes LANDSAT, google maps)”. Vivimos un cambio de época en la historia de los mapas, dice Zambra: estamos pasando de las proyecciones cartográficas —que inevitablemente han distorsionado la realidad del planeta— a visualizar una imagen de la Tierra (Google Earth) que resulta casi exacta en comparación a la real (la imágenes satelitales se van actualizando cada cierto tiempo). En ellos reconocemos nuestro país, región, el lugar donde vivimos, e identificamos su posición en el espacio. Más que calles y edificios, los voluntarios de OpenStreetMap podrían estar bosquejando un imaginario social tras la catástrofe.

Captura de pantalla

El proceso de mapeo de Rocafuerte. Aquí, la voluntaria de #MappingEcuador ha trazado las edificaciones y vías de la zona, que aparecen como recuadros rojos y líneas blancas, respectivamente.

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La vida 2.0, a veces tan vilipendiada —no sin razón— como una forma de activismo simplón y cómodo que se hace desde un escritorio, ofrece una posibilidad en la que cualquiera, en cualquier parte del mundo, puede ayudar a salvar vidas en el futuro. Daniel Orellana, que lidera el mapeo en el Ecuador, dice que hasta ahora su trabajo ha sido “de oportunidad”. Se marcan los sitios donde los voluntarios viven o están de visita, pero no hay un esfuerzo nacional para que todo el país esté dibujado en la plataforma de Open Street Map. Es fundamental hacerlo en ella, porque es un sitio de datos abiertos, a la que se puede sumar cualquiera que quiera ayudar. No funciona —como otras herramientas de georreferenciación comerciales, como la de Google— con lo que los programadores llaman códigos cerrados porque están protegidos bajo el sigilo del secreto industrial: son fórmulas secretas a las que nadie, fuera de esas compañías, puede acceder.

Eso no quiere decir que los mapas de Google no sean útiles. Según el subteniente de bomberos Juaquin Tello, Google Street View  le permitió ver fotografías de cómo eran los edificios de Portoviejo antes de derrumbarse: “Nos sirvió para ver cuántos pisos tenían y poder calcular cuántas losas había que mover, si había comercios o alguna actividad en la que podría haber más gente atrapada debajo”. Sin embargo, los esfuerzos de los voluntarios en OpenStreetMap son mucho más efectivos porque suman manos de todas partes del mundo, en una plataforma que se aprende con relativa facilidad. “Una vez que le coges el golpe” —dice Orellana— “es muy rápido y se vuelve, podríamos decir, casi adictivo”.

Comparación edificios antes y después.

Google Street View les permitió a los bomberos saber cómo eran los edificios antes de ser escombros. Fotografías de Juaquin Tello.

Es probable que el voluntariado de mapeo humanitario sea mucho más eficiente que el de campo: la ONU ha pedido que personas sin capacitación no viajen más a las zonas del desastre porque su presencia entorpece los trabajos de las organizaciones especializadas. Sentarse a la computadora a mapear, es un esfuerzo masivo y de resultados concretos que no estorba el trabajo de campo. Según los registros de OpenStreetMap, bajo la etiqueta #MappingEcuador más de dos mil personas han hecho cerca de dos millones y medio de cambios en el mapa de las zonas de Manabí y Esmeraldas afectadas por el terremoto. Otras iniciativas digitales, como Yoveoveo, y AyudaEcuador, están utilizando esa información para que sus usuarios  notifiquen emergencias, amenazas o necesidades en las poblaciones afectadas. Un acuerdo promovido por #MappingEcuador establece que sus datos estén disponibles para todo el que quiera usarlo.

La versatilidad de los mapas humanitarios fue palpable durante el terremoto de Haití en 2010. La iniciativa www.Ushahidi.com fue creada para reportar hechos violentos durante las elecciones en Kenia, pero durante el desastre haitiano se dedicó a reportar incidentes, búsquedas, operaciones de rescate y la aparición de personas en la nación más pobre de América Latina. Desde Boston, Estados Unidos, un grupo de voluntarios monitoreaban los mensajes de texto que enviaban personas en lugares que habían quedado aislados y necesitaban comida o ayuda. Ushahidi funcionaba —como ahora Yoveoveo o AyudaEcuador— sobre OpenStreetMap. Según este reportaje de la revista Forbes de esa época, más de diecinueve mil mensajes se enviaron y gracias a la plataforma se salvaron vidas. “Por ejemplo, el huérfano Foyer de Sion estaba sin agua” —dice la nota— “Un mensaje en Ushahidi confirmó que había recibido agua el 19 de enero a las 9:49pm. El mensaje decía: “Shaun me acaba de decir que les llegó el agua. Dijo que allá todo era caos”. Los mapas, que durante siglos nos llevaron hacia nuevos mundos y en las fábulas infantiles nos permitían descubrir tesoros, hoy sirven para trazar nuevas historias y narrar hazañas contemporáneas: donde antes había una hoja virtual en blanco, hoy hay cientos de puntos, figuras geométricas, fotografías y apuntes sobre el terreno. Son trazos y pixeles que, en las tragedias del futuro, salvarán vidas.  

Captura de pantalla Yoveoveo.

La imagen muestra el reporte de uno de los refugios en Canoa en la plataforma Yoveoveo.

Mapear antes de que sucedan tragedias como el terremoto del 16 de abril es importante porque permite que los equipos de rescate, bomberos, policías y militares actúen de forma coordinada e informada desde el minuto cero. “ El comienzo fue muy bueno, durante la noche señalé unos cinco o seis puntos” —recuerda el subteniente de bomberos Juaquin Tello— “Pero el lunes se saturaron las comunicaciones en Portoviejo, y no pude mandar más información durante todo el día”. Si este trabajo se hace en tiempos de calma, se puede evitar las congestiones y cortes de servicios que siempre ocurren en las horas posteriores a los desastres naturales. Esas horas son, también, en las que más probabilidades hay de rescatar con vida a los afectados. Hasta entonces, hasta que la Tierra vuelva a temblar —hay un patrón histórico de grandes terremotos en la zona del desastre de abril de 2016— estos mapas serán una promesa de salvación, reconstrucción y esperanza. En ellos, como en el verso de  la Nobel de Literatura polaca Wislawa Szymborska, “Fosas comunes y ruinas inesperadas, de eso nada en esta imagen”. Esa posibilidad aumentará si, en vez de las imágenes de sorna y las parrafadas de superioridad moral que lanzamos a diario al gran ventilador digital planetario que son las redes sociales, nos tomamos unos minutos para dibujar calles y edificios sobre planos virtuales.