Fotografía de José Antonio Villacreses

¿Puede el terremoto aportar al ejercicio progresivo de derechos permitiendo que las parejas del mismo sexo adopten a los huérfanos de la tragedia?

Todo se destruyó, en menos de tres minutos miles quedaron sin hogar, ellos quedaron sin padres. Es la realidad de los huérfanos del terremoto del 16 de abril de 2016 ocurrido en Ecuador. Hasta el momento el Ministerio de Inclusión Económica y Social —dónde se han centralizado las cifras oficiales— no ha dicho nada sobre el estado de niños y adolescentes después de la catástrofe. Sin embargo, UNICEF afirma que hay doscientos cincuenta mil niños afectados por el terremoto. Muchos de ellos quedarán, también, en la orfandad. Según datos de la ONG Aldeas SOS, en el país había cerca de 210 mil niños huérfanos —según UNICEF, huérfano es aquel que no tiene padre o madre, o ambos— en el país. A esos deberán sumarse los que se contabilicen después del terremoto, una cifra oficial que aún no existe. Luis Fajardo, Sonia Cedeño y Víctor Dueñas viajaron el lunes 18 de abril desde Guayaquil a Pedernales para ayudar en las tareas de abastecimiento y buscar a los sobrinos de Sonia. “¡Son doce! ¡son doce!”,  gritaba. Los encontraron, en medio de la fetidez de los cadáveres y la oscuridad de las ruinas. Los niños —de entre 8 meses y 11 años— se recuperan ahora en la casa de Víctor. Testimonios como los de Cedeño, Fajardo y Dueñas inundan los medios de comunicación. Y la verdad es que entre las pugnas políticas, nadie ha pensado en la catástrofe de los menores sin hogar, ni en la gran oportunidad que significa para ellos que se apruebe la adopción para todas las personas, sin distinción de género u orientación sexual.

La solidaridad de los ecuatorianos durante los últimos días ha dado una lección de bondad al mundo. Sin embargo los mecanismos jurídicos aun son arcaicos y distinguen entre los seres humanos, convirtiendo a la igualdad material ante la ley en una utopía. El Código de la Niñez y Adolescencia dice que la adopción es, única y exclusivamente, para parejas heterosexuales. Viola el artículo 11 de la Constitución de la República que dice: “Todas las personas son iguales y gozarán de los mismos derechos, deberes y oportunidades. Nadie podrá ser discriminado por razones de etnia, lugar de nacimiento, edad, sexo, identidad de género (…)”. Esta inconstitucional disposición del Código de la Niñez es una aberración, que en épocas de crisis, como la actual, debemos denunciar, con el afán de generar un cambio hacia un ejercicio progresivo de los derechos humanos. Existe la posibilidad de que, en la tragedia, estos niños que lo han perdido todo puedan encontrar nuevas familias.

Pero no es solo algo jurídico, sino científico. En 2012 un estudio de la Universidad de California —recogido en noviembre de 2015 por la Corte Constitucional de Colombia para permitir la adopción por parte de padres del mismo sexo— no encontró distinciones significativas en el crecimiento y desarrollo emocional, físico y psicológico de menores al cuidado de padres del mismo sexo, en contraposición a aquellos que provenían de hogares heterosexuales. Es más: el estudio encontró que los hijos al cuidado de padres del mismo sexo desarrollaban mayor empatía y sentimiento con las situaciones a su alrededor.

La Corte colombiana lo dijo de forma categórica:

“No  se  han  identificado  riesgos  para  la  salud y  el  bienestar  de  los menores de edad derivada de la adopción de parejas del mismo sexo. El desarrollo  cognitivo y  emocional de  los menores  de  edad  es similar  en parejas heterosexuales y homosexuales. El único factor diferenciador en el bienestar de menores adoptados o criados  por  parejas  del  mismo  sexo  está  en  el  estrés  y  las  dificultades que pueden causar las restricciones legales y el estigma”.

Dicho de otro modo: el único factor que diferencia a los menores con padres del mismo sexo viene dado por el estigma social y legal que se gesta sobre ellos. En otras palabras el conservadurismo patriarcal oprime a los menores generando una diferencia. No es dentro de casa donde padecen, sino fuera. La sentencia, además, ratifica la inexistencia de un nexo entre la crianza por padres homosexuales o madres lesbianas y la orientación sexual de los menores, basado en un estudio psicológico: “no parece haber relación entre la orientación sexual de padre o madre y la del hijo o hija (…) estadísticamente el porcentaje de homosexuales, no es más alto en los hijos de padres del mismo sexo que en los hijos de heterosexuales”. La lógica atada a la razón nos lleva a afirmar que las parejas más proclives a adoptar son aquellas que no pueden concebir hijos propios por los medios biológicos estandarizados. Esto implica que gran parte de la demanda para adopción la conforman las padres del mismo sexo, a las que el Estado ecuatoriano niega sus derechos, sin ningún fundamento ético o legal.

Los huérfanos menores de edad que ha dejado el terremoto del 16 de abril deberán permanecer en casas asistenciales —lejos del amor de un hogar o del que dos padres, así como dos madres, pueden brindarles. Las normas jurídicas dejaron de ser útiles para el ser humano hace mucho tiempo. Ahora forman parte de los caprichos y la moral de los gobernantes, que ante este tipo de tragedias tienen la posibilidad de sensibilizarse. La catástrofe trae una oportunidad de humanizarnos.

En un video de Unicef, Adrián —de ocho años— cuenta: “mucha gente conocida murió intentando salvarse, intentando salvar a su familia, pero no pudieron salvarse: murieron”. Es parte de una campaña que el organismo para la niñez y adolescencia de las Naciones Unidas ha lanzado para la recolección de fondos a favor de los damnificados más pequeños. En una reconstrucción que tomará años, darle una familia a los niños que la perdieron es un paso trascendental.

Si la tragedia no sirve para unirnos, al menos que sirva para reconocer que todos tenemos derechos. Que el actuar político, gubernamental y legislativo propenda a velar por aquellos que lo perdieron todo. La catástrofe exige, también, cambios en el esquema legal del Ecuador. Mientras escribo esto, existen miles de parejas que no pueden tener un hijo, tanto como miles de niños que están recluidos en casas asistenciales, privados de amor. La oportunidad del Ecuador es única, hagamos lo que hicieron nuestros hermanos de Colombia, reconozcamos que todos tenemos derechos y brindemos a esos niños y niñas otra oportunidad de ser felices.

Actualización: La redacción inicial del primer párrafo decía que el terremoto habría dejado cerca de 10 mil huérfanos. No existe aún una estimación oficial que respalde esa cifra, y se ha modificado el texto para que el dato no verificado no conste. Estamos contrastando información de diferentes fuentes para dar un número debidamente corroborado.