gkl3_editado_bn.jpg

Llámenme vieja, anticuada, envidiosa… pero hay tendencias sociales entre las mujeres que me chocan. Abogo por lo natural, por el respeto al cuerpo, por la vanidad que acaricia y la sensualidad que sugiere y no obliga.  Ya no soy una adolescente desde hace mucho, pero veo crecer ciertos patrones que me inquietan dentro de las niñas; “niñas– mujeres” que, gracias a  la alimentación vitaminizada, el cruce de razas, o simplemente el destino o la evolución,  están cada vez más buenas. Son hermosas de acuerdo al modelo de belleza física actual.

Estas cualidades, unidas a la bomba de sentimientos y sensaciones que conlleva la adolescencia, y las facilidades de comunicación que brindan las redes sociales,  hacen que las chicas se sientan urgidas por gritar al mundo: “Mírame, soy guapa”.  Estamos en la era de la comunicación visual, ya no es necesario hablar; millares de fotos subidas en segundos, bombardean el cerebro de las personas, con un catálogo infinito de imágenes que intentan ser únicas, pero que en realidad, se repiten de acuerdo a cuatro parámetros que, luego de una intensa investigación (léase ojeada al facebook) he logrado establecer, tomando como factor común la facha de farra, punto frágil dentro del ritual contemporáneo para conseguir pareja:

1. Eliminación de la esclerótica del ojo: Abuso del delineador.

Las chicas ya no tienen ojos, tienen dos manchas negras en la cara.  ¿Para qué tantas capas de delineador? Parece que compiten por el record Guinness al ojo más escondido. Mi teoría es que cada vuelta al ojo les sube un año de edad, situación muy conveniente cuando se quiere “hacer cosas de grandes”.

1. Omisión intencional de una prenda de vestir: Atuendos a los que se les perdió

“el leggin”.

La moda ha insertado una nueva prenda en el vestuario general de las mujeres: Los leggins.  Cruce entre mallas y licra que se combina con blusas largas; es una prenda muy versátil y cómoda que las chicas de hoy, NO USAN ¡se ponen la pura blusa! Mi teoría es que no les alcanzó la plata, ya saben, la economía de las adolescentes es pobre, así como sus padres ¡Pobres!

Quizá sea el gancho para iniciar conversación; llega el adolescente y les dice: “¡Hola! Se te quedaron los leggins en casa ¿cierto?”

2. Prendas equilibristas: ¡Oye! ¡Se te cae la blusa!

La tecnología de las blusas es impresionante ¡Son como para circo! Ya no se abrochan, ahora cuelgan, se abren, chorrean, se posan sobre el cuerpo;  el piso parece abrir sus brazos esperando su caída. Mi teoría es que esperan que el mismo chico les diga algo como: “La blusa por caer y tú tan linda, sin leggins”.  Me pregunto cómo harán para taparse arriba, abajo y detrás con sólo dos manos si una tirita fallara. ¿Querrán taparse?

3. Reacción reflejo de la boca ante el lente de una cámara: Efecto colágeno.

Es instantáneo, se escucha la palabra “foto” y decenas de bocas se abultan, señalan, se hinchan. Ahora no hay foto sin trompita, mejor si es acompañada por ojos bien abiertos y la cámara apuntando desde arriba. ¿Quieren un beso? ¿Están bravas? Mi teoría es que… no tengo teoría.  ¡No sé por qué lo hacen!   ¡Ayuda!

Existe una relación inversamente proporcional que se agranda de generación en generación entre las mujeres: Mientras más cubren sus caras con maquillaje, menos cubren sus cuerpos con ropa. Se venden, no hablan; la “trompita” es la reinterpretación de la mordaza, es una pinza imaginaria en su boca que las hace seductoras y niega su inteligencia.  Son carnada para los hombres, están listas, desnudas y calladas. La “facha de farra” parece ir tomando también el día, son tan lindas físicamente que quieren mostrarlo todo y debatir nada.  ¿A qué rato se les escapó la infancia?

¡Exijo que se respeten los ciclos de la vida! ¡Todos! a comprar leggins, coser blusas y botar delineadores, no permitan una sola foto más subida a las redes sociales; debemos salvar a las niñas… La otra opción es inculcar algo más de valores, pero esa es la más difícil.