El reciente perfil del presidente Daniel Noboa publicado en la prestigiosa revista The New Yorker causó gran revuelo y abrió varios debates y discusiones en Ecuador. El trabajo periodístico del célebre reportero estadounidense Jon Lee Anderson revela aspectos poco conocidos del Presidente y ha generado polémica por algunas de sus declaraciones.
En una sorprendente muestra de apertura y confianza, Noboa le dio acceso sin precedentes a Anderson, permitiéndole acercarse a una visión inédita de su vida privada y pública.
La crónica de 21 páginas muestra la franqueza con la que Noboa habló con Jon Lee Anderson, uno de los cronistas más respetados del mundo, quien además tiene un fuerte vínculo personal y profesional con América Latina.
El Presidente se expresó sin filtros, compartiendo con el periodista sus pensamientos sobre el país, los problemas de seguridad, la guerra contra el narcotráfico, sus aspiraciones políticas y su visión sobre los líderes de la región.
Lo que más llama la atención del perfil es la reacción del gobierno, que ha intentado desacreditar al periodista y a la revista, argumentando que las declaraciones del Presidente fueron off the record, o coloquiales y privadas, como citó Irene Vélez, Secretaria General de Comunicación.
Desde Carondelet incluso se acusa a Anderson y su perfil de Noboa en The New Yorker de querer “causar daño y romper relaciones” entre Ecuador y otros países. En esta edición del newsletter explicaré en qué contexto se dio este trabajo periodístico y por qué es tan incómodo para el poder.
¿Qué es el off the record y on the record?
La secretaria Irene Vélez dijo que las declaraciones atribuidas a Daniel Noboa no corresponden a una comunicación oficial y fueron parte de una conversación “muy coloquial”. Los comentarios de Noboa, según ella, fueron descontextualizados con la aparente intención de dañar la imagen de líderes que no siguen una línea de extrema izquierda.
La funcionaria habló incluso de una intención de provocar un escándalo y generar polémica. Vélez sostiene que, aunque estas frases sí fueron dichas por Noboa, no reflejan su pensamiento real.
Cuando Vélez se refiere a que las infidencias publicadas por Anderson no fueron oficiales sino coloquiales, insinúa que no se hicieron en una entrevista formal, sino off the record. En otras palabras, intentó decir que Jon Lee Anderson publicó lo que no debía publicar.
En general, on the record se refiere a las declaraciones que un personaje público hace con la intención de que sean publicadas. Estas declaraciones son consideradas como parte del registro público y pueden ser citadas y publicadas por los medios de comunicación. Según los periodistas Bill Kovach y Tom Rosenstiel, en su libro The Elements of Journalism, las declaraciones on the record son esenciales para mantener la transparencia y la responsabilidad en el periodismo.
Por otro lado, off the record se refiere a las declaraciones que un personaje público hace con la condición de que no sean publicadas. Este acuerdo es explícito entre las partes. Estas declaraciones son consideradas como confidenciales y no pueden ser citadas ni publicadas por los medios de comunicación. Según Eduardo Recoba, economista y periodista peruano, “el off the record puede servir para poner la lupa donde antes no podías”.
Además, la periodista y académica Marilyn Greene dice que las declaraciones off the record permiten a los periodistas obtener información crítica sin comprometer sus fuentes, lo cual es fundamental para la investigación periodística.
Pongamos un ejemplo. Durante una entrevista, el periodista hace una pregunta y el entrevistado contesta, pero añade un “esto es off the record”. A partir de ahí lo que cuente será exclusivamente para uso del periodista que no podrá publicarlo como parte de esa entrevista.
Sin embargo, en una crónica de largo aliento como la de Jon Lee Anderson, con varias visitas, conversaciones y muchos días de reportería, estos conceptos cambian porque el entrevistado se acostumbra tanto a la presencia del periodista que no está diciéndole “esto es off the record” o “esto sí puedes decir”. En estos ejercicios de reportería, el periodista es como una esponja que absorbe todos los detalles.
El periodismo narrativo, como el que hace Anderson, muestra, no solo enuncia. Es un ejercicio de observación en el que están activados todos los sentidos para que, luego, el lector comprenda, vea, huela lo que el periodista vio y olió, y llegue a sus propias conclusiones sin que se lo digan.
Mientras una crónica o perfil busca sumergir al lector en una experiencia sensorial y subjetiva, el acuerdo de que algo es off the record implica confidencialidad y protección de las fuentes.
Robert S. Boynton, en The New New Journalism, escribe que el periodismo narrativo tiene el objetivo de involucrar al lector en la historia de manera más profunda y emocional.
Cuando se trata de perfiles o crónicas de líderes políticos, Jon Lee Anderson, que ha escrito sobre personajes como el Che Guevara, Fidel Castro, Augusto Pinochet, está consciente de que se está hablando de personas con el poder de tomar decisiones que afectan el futuro de miles de personas, para bien o para mal.
En sus escritos sobre estos personajes, Jon Lee Anderson se esfuerza por revelar la dimensión humana que subyace al ejercicio del poder.
Críticos vs. defensores del gobierno
Los defensores de Noboa argumentan que el Presidente fue ingenuo al confiar en la informalidad de la conversación, subestimando la seriedad con la que un periodista acucioso y experimentado aborda sus reportajes.
Según el periodista Carlos Vera, la inexperiencia del presidente Noboa en este tipo de entrevistas es evidente, y el formato de una entrevista secuencial de días puede llevar a que el personaje “baje la guardia” y se exprese de manera más relajada. “Solo es off the record lo que se calla”, opina Vera.
Pero, como también explica el periodista y analista político Jorge Ortiz, “en una conversación de la magnitud de la que tuvo Noboa con el periodista estadounidense Jon Lee Anderson no hay on the record ni off the record, ya que todo lo que se diga y todo lo que haga el presidente va a ser publicado”. Esto es especialmente cierto en el caso de The New Yorker, que es conocida por sus crónicas detalladas y exhaustivas de personajes públicos.
Ortiz también destaca que “el hecho de que el periodista acompañe al Presidente, esté varios días con él, es una práctica habitual en el periodismo para reportear todo lo que ese personaje hace. No sólo lo que dice en las preguntas solemnes, serias, sino también cómo reacciona, qué come, qué le gusta, si es afable, serio, cariñoso, lo que sea. Todo eso se incluye en un reportaje”.
En otras palabras, en una entrevista de este tipo, no hay lugar para la privacidad o la confidencialidad.
El presidente Noboa, según Ortiz, pecó de ingenuidad al creer que podía hablar de manera “coloquial y privada” con un periodista de la talla de Jon Lee Anderson.
Para la experta en comunicación Caroline Ávila, lo ocurrido con Anderson y New Yorker refleja la “poca experiencia política y diplomática” que tiene el mandatario. Por ello, señala, “quedó expuesto frente al periodista norteamericano”.
Según el analista Pedro Donoso, el gobierno no tuvo la capacidad para entender cómo funciona el periodismo. Asegura que no importa si es on the record o es off the record, ya que “las autoridades siempre son voceros, mientras les dura el cargo. No puede decir: aunque soy el presidente de la República, no soy vocero ahora porque es domingo”, explica Donoso.
Periodismo que incomoda al poder
La incomodidad generada al poder por el perfil de The New Yorker nos recuerda otros casos como las entrevistas realizadas por el periodista británico David Frost al ex presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, en 1977.
“Defraudé al pueblo norteamericano y tendré que cargar con eso durante el resto de mi vida”, llegó a decir un Nixon, entregado a la presión inquisitiva de Frost. Esa confesión del ex presidente tres años después de haber renunciado a su cargo por el escándalo de Watergate convirtió a Frost en ícono del buen periodismo.
Podemos citar también a la periodista italiana Oriana Fallaci cuando entrevistó al secretario de Estado de los Estados Unidos, Henry Kissinger, en 1972.
Durante la entrevista, Kissinger se definió como un cowboy solitario y admitió que la política exterior de los Estados Unidos en Vietnam había sido un error y que la guerra había sido un “desastre”. Esta entrevista causó un gran revuelo, hasta el punto que Kissinger se arrepintió de haberla concedido.
Únete a la GK Membresía y recibe beneficios como comentar en los contenidos y navegar sin anuncios.
Si ya eres miembro inicia sesión haciendo click aquí.