Tina Turner murió el 24 de mayo de 2023. Estaba enferma. En 2016 le diagnosticaron cáncer intestinal y un año después le trasplantaron un riñón. El lugar común obliga a pensar que sí, que Anna Mae Bullock —su nombre real— ha muerto. Pero ella siempre nos va a pertenecer. Estuvo desde siempre y va a continuar con nosotros.

Porque su imagen de amazona de piernas interminables y de un color de piel capaz de electrizarnos va a ser parte de lo que nos quede de vida. O porque sin ella no habría TLC, Destiny’s Child, Cardi B, Meghan Thee Stallion, ni la reina total, Beyonce. Tina Turner fue ese germen que nos revolvió todo: el soul, el funk, el rock and roll, el cuerpo y la vida.

Sigue, de manera directa e indirecta, permaneciendo a nuestro lado.

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Hay una Tina Turner particular para cada fanático de su trabajo en la música y en el cine. Cualquier de esas versiones es la Tina real, la que lo consiguió, la que permanece. La mujer que cantaba como si el fin del mundo pudiera pasar por su garganta y volverse canción, con esa voz rasposa y fuerte. 

Esa voz de nadie, solo de ella.

Las versiones de Tina Turner

Primero está la mujer que encontró su espacio en el campo de un genio musical y monstruo llamado Ike Turner. Eran inicios de los años 60. Tina empezó a generar olas, porque era un torbellino casi funk, que iba muy bien con los que su pareja Ike componía o arreglaba. Ambos eran una fuerza brutal.

También está la Tina que resistió, la que vivió esa brutalidad puertas adentro. Abusos sexuales, psicológicos, físicos. No era tan secreto para la industria de la música lo que Ike le hacía a Tina. Y al menos por casi 18 años todo el mundo fingió que no pasaba nada porque Ike & Tina la estaban rompiendo en conciertos y en ventas de discos. 

Tina Turner era un torbellino en escena —¿es posible hablar de cómo se mueve Mick Jagger en un escenario sin hablar sobre cómo Tina fue su inspiración?— y Ike se volvió pura y llana violencia.

Las agresiones se hicieron más intensas. La relación solo debía acabar. El 1 de julio de 1970  llegaron a extremos de violencia física y a un escape de película: Tina salió de una habitación del Hilton de Dallas, con solo centavos en sus bolsillos, fue al hotel del frente donde la hospedaron porque todos la conocían, y no le cobraron nada. En marzo de 1978, llegó el divorcio.

Los años 80 fueron la época de oro. Esa en la que los destellos de Tina Turner eran los propios. Porque recuperó lo que siempre estuvo ahí, con su firma personal. La cantante que fue antes, pero ya sin el influjo de Ike. No era la mujer jovencita que debía hacer temblar al mundo con versiones de clásicos del rock, como Proud Mary, de Creedence Clearwater Revival. Era su versión más propia y libre.   

Fue la Tina Turner del disco Private Dancer, esa joya sonora de los 80. Que entregó un sencillo brutal y tan decidor de lo que ella había pasado, música para recuperarse y decírselo a todo el mundo: What’s love got to do with it? —¿Qué tiene que ver el amor con eso?.

Y nada tiene que ver. Tina sobrevivió y tuvo su revancha. 

Hasta hubo una biopic en 1993, que tomó el título de la canción anterior y mostró el camino recorrido por la cantante —interpretada por una genial Angela Bassett. Desde que conoció a Ike —un cruel y detestable Laurence Fishburne— hasta su libertad. Obvio, a Ike no le gustó la película para nada. Llegó a decir que nunca le pegó tan fuerte a su ex mujer. 

La Tina sin Ike es la Tina que el mundo necesitaba, finalmente.

Tina Turner tiene su versión en el cine, esa que es más grande que la vida. Tina como la Acid Queen en la película Tommy de 1975 que dirigiera Ken Russell, basada en el disco homónimo de The Who. Ella, como esa prostituta sagrada que quiere curar a ese prodigio llamado Tommy, que no se comunica con nadie.

No hay nadie más en la pantalla que Tina.

O como esa poderosa figura llamada Aunty Entity en Mad Max 3: Beyond Thunderdome, la jefa principal de Bartertown, la que sabe lo que se necesita para que todo marche bien en el mundo apocalíptico. La que mueve los hilos. Un lujo para esta película dirigida por George Miller y protagonizada por Mel Gibson. 

Sí, no hay nadie más que ella. 

Ni cuando se escucha su voz en los coros de algunas canciones de Frank Zappa —en sus dos discos más comerciales, como Over-nite Sensation y Apostrophe’, de 1973 y 1974, respectivamente—. Cuando canta, todos se callan.

Lo mismo sucedió cuando Eros Ramazzotti le pidió que cantara con él una versión de Cosas de la vida. Ella, siempre ella.

Comiéndose todo lo que sucede a su alrededor, dando una lección. Tina está, es el único hecho posible.

              

Eduardo Varas 100x100
Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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