El compositor es el que está detrás de las canciones, en el backstage, al otro lado del telón. El que crea la música, el que a veces hace los arreglos. Está ahí, pero pasa a través de la gente como el fantasma de Canterville. Burt Bacharach fue de esos, pero en su época de pura ebullición, en los años 60, fue una de las dos fuerzas motoras más importantes para el desarrollo de la música pop.

Su fuerza ya no está, falleció el 9 de febrero de 2023, a los 94 años en su casa en Los Ángeles. 

Y quizás su nombre no resuene ahora como décadas atrás, pero él es importante. 

Si The Beatles transformaron la música desde varias aristas –incluyendo el sonido, el fanatismo y el negocio— lo que hizo Burt Bacharach fue complejizar esa simpleza de tres acordes, sin hacerle perder gusto masivo. Bacharach fue el que hizo que la música pop —la de la radio, la que suena en todos lados, la que puede ser silbada y tarareada mientras se plancha o se barre— se volviera toda una puesta en escena. La hizo más grande, la llenó de instrumentos, de arreglos sincopados, de acordes que venían del jazz, de estructuras extrañas..

Lo de Bacharach no era una revolución. 

Pero sí fue un ejercicio de ampliación.

Junto a Hal David —su dupla como letrista la mayor parte de su carrera— hizo la música favorita del mundo por al menos tres décadas. Con Dionne Warwick,  Dusty Springfield y Tom Jones a la cabeza de sus interpretaciones. 

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Y es aquí donde radica su fuerza, en ese motor para hacer canciones con estructuras armónicas diferentes, que no dejaban de ser agradables. Burt Bacharach nació, se podría decir, con ese misterioso oído para que todo lo que hiciera fuera fácil de comprender y apreciar.

Hay varios ejemplos de esto. Y a continuación cinco de esas canciones inmortales que ponen en evidencia la genialidad de Burt Bacharach para crear estructuras únicas, que no dejan de ser populares y que se adhieren a nuestro cerebro y no salen de ahí, nunca.

¿Qué hay de nuevo, gatita?

En la impresionante What’s new Pussycat? —que fue el tema principal de la película del mismo nombre, estrenada en 1965— la gigante voz de Tom Jones se mueve a través de un coro en ¾ plagado de instrumentos de viento, como si se tratara de una banda de Nueva Orleans. Para luego llegar a las estrofas, dos. La primera con una armonía extraña, que parece no quedar bien, en la que Jones debe cantar una melodía que poco invita a silbar. 

Pero es el sonido de la tuba que da sentido y firmeza en esta parte, que con acierto dura muy poco. 

Luego se da el milagro de la canción pop: Jones canta “Pussycat, Pussycat, I love you / yes, I do” en una melodía más tradicional y reconocible, para volver al coro, donde hace la pregunta del título y agrega cuatro “Uooo”, como esas onomatopeyas que invitan a seguir la canción.

Bacharach decidió romper con las estructuras tradicionales y las claves “normales” de la música y apostó por otros acordes, otras cadencias y así fue preparando al oído para lo extraño.

La mirada del amor de Dusty

En The Look of Love —canción de 1967, interpretada por Dusty Springfiel— Bacharach permite que la melodía se mueva entre acordes menores y disminuidos —acordes que alteran un poco las notas que los componen para que tengan otra sonoridad. Con cierta normalidad en la estrofa, pero la canción cambia en el coro.

Bacharach incluye una tonalidad distinta y permite que un solo acorde permanezca más tiempo del necesario en la canción. El resultado es casi hipnótico: Dusty Springfield canta con dulzura las estrofas, para luego entrar con determinación y fuerza en el coro o estribillo.

El efecto es simplemente mágico.

La canción que los Carpenters volvieron oro

Si bien Burt Bacharach y Hal David habían compuesto (They Long to be) Close to you varios años antes, y había sido interpretado por otros artistas —como Dionne Warwick y Dusty Springfield—, fue en 1970 cuando se convirtió en un mega éxito, gracias a la versión de The Carpenters, los hermanos Karen y Richard.

Y a diferencia de otras composiciones, Bacharach es muy sencillo en la música. Hasta parece que más que querer experimentar con estructuras, su interés está en encontrar mecanismos para que lo tradicional pueda transmitir una emoción en particular. Si bien es una canción dulce, incluso en la versión de Los Carpenters, hay una desazón que parece estar dando vueltas. 

Sí, hasta las canciones de amor tienen su cuota de decepción.

Un hombre enamorado

En 1968, una de las mejores composiciones de Bacharach aterrizó en las manos de Herb Alpert —el trompetista y líder de los Tijuana Brass— y, cosa curiosa, en su voz. Alpert no es que cantara y no es que tuviera una gran voz, pero lo intentó a su manera y funcionó.

This guy’s in love with you es una plegaria que va de a poco, con cierta calma. El amante desesperado, el que necesita a la mujer, su amor. La estrofa empieza bien y entre el jazz para el cambio de tono, para hacer crecer la canción a algo más grande. La plegaria se vuelve más desesperada. Sin embargo, ese gran momento de la canción no llega donde debería llegar por las limitaciones vocales de Alpert. 

Es una pena esto.

Pero con los años, en las distintas versiones que se han hecho, la canción ha recibido su justa interpretación. Como aquella de 1994, de la mano de Noel Gallagher, quien la canta junto al propio Bacharach en el Royal Albert Hall de Londres. O esa impresionante versión que hace la banda de rock  Faith no more, en la que la voz del vocalista Mike Patton eleva el tema a la estratósfera.

Amigos son los amigos

Un clásico de los 80 fue esta canción en la que cuatro cantantes reconocidos se juntaron y la convirtieron en una joya. That’s what friends are for fue un tema compuesto por Burt Bacharach, con letra de Carole Bayer Sager —con quien Bacharach se casaría en 1982 y se divorciaría en 1991—. Y las voces de Dionne Warwick, Stevie Wonder, Gladys Knight y Elton John se mezclan en algo que tiene más espíritu y buena onda que, incluso, We are the World.

Y en un clásico giro propio de Bacharach, el estribillo tiene un momento en el que al cambiar un acorde, quien canta llega al momento de más emoción, cuando canta “I’ll be on your side forever more”. Quizás sean atajos o secretos que ayuden a quién escucha a conectarse con la canción y de seguro Bacharach sabía cómo y cuándo usarlos. 

Pero el secreto estaba en que no exageraba su uso. Aparecían cuando debían aparecer y funcionaban a la perfección.

Un buen compositor sabe lo que la canción necesita y consigue darle eso necesario.

Con un providencial Stevie Wonder en la voz y en la armónica, hay muy poco que no pueda gustar de esta canción.

Incluso existe una versión en vivo, en la que Warwick y Wonder son acompañados de los geniales Luther Vandross y Whitney Houston. Una absoluta belleza.

Burt Bacharach no revolucionó nada. Solo quiso hacer buenas canciones, arreglarlas, grabarlas. Y hacer buenas canciones es un ejercicio de escuchar lo que está pasando y tomar decisiones sobre esos sonidos y crear una escuela. 

Una escuela que se quiso emular varias veces. Que los grandes compositores e intérpretes de los años 70 quisieron repetir en sus grabaciones —es imposible no escuchar la influencia de Bacharach en las canciones de Camilo Sesto y José José, como Jamás y Lo pasado, pasado, por ejemplo . Un estilo que por alguna razón se agotó y hoy, en un mundo en el que la música apuesta por repetir una y otra vez las mismas estructuras, quizás mirar hacia atrás sea una necesidad para encontrar nuevas sonoridades.

Para que Burt Bacharach no haya existido en vano.

Eduardo Varas 100x100
Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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