Quito cómo vamos y GK

Participar de la vida cultural es un derecho que tiene tiene diversas expresiones. Una de esas manifestaciones son los espectáculos públicos. En la Encuesta de Percepción Ciudadana 2021 de Quito cómo vamos, el más popular fueron los campeonatos deportivos (más del 18% de las respuestas). Luego estaba los conciertos (cerca del 16%) 

La supremacía de los deportes, me atrevería a pensar que se refiere mayoritariamente al fútbol, es aún mayor entre los hombres: cerca del 25%, más de seis puntos por encima del promedio. Los conciertos, en cambio,  son el espectáculo favorito de las mujeres, con poco más del 16%, ligeramente superior al promedio. 

Es importante dejar en claro que la preferencia masiva por los espectáculos deportivos no implica “falta de cultura”, sino todo lo contrario. Estas cifras muestran que, en Quito, al igual que en muchas ciudades latinoamericanas y del mundo occidental, los deportes, específicamente el fútbol, se ha constituido en “una de las prácticas culturales más significativas de la era global”. 

En este sentido, los espectáculos deportivos no invocan a un público “inculto”. Representan un nuevo tipo de consumo cultural, aprovechado primero, e impulsado luego, por la potente relación entre élites deportivas profesionales y la industria del espectáculo —e, incluso, con la política. 

Otro tipo de actividades y consumos, asociados tradicionalmente estos sí con la cultura, o en todo caso con el arte, no llegan al 9%.  Entre ellos, visitar museos, ir al teatro, visitar centros culturales, exposiciones de artes visuales o a ferias del libro.

A pesar de que los porcentajes varían según sexo, rango de edad y nivel socioeconómico, está claro que muy poca gente asiste con frecuencia a estos eventos. Es importante preguntarse qué quiere decir esto con respecto a Quito y sus habitantes ¿Es acaso una ciudad apática hacia la actividad cultural o son poco atractivos sus espectáculos culturales y artísticos?

Sin embargo, al conversar con personas que trabajan o dirigen teatros, museos, galerías y centros culturales, las respuestas son bastante más alentadoras de lo que muestran las cifras. Al menos, en cuanto al comportamiento y el interés de la población. Aunque, efectivamente, el público para estos espacios no es masivo en Quito, tampoco es mínimo. 

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Constaté, de forma personal, que las entradas para Jesucristo Superstar, un reciente espectáculo musical, en un teatro reabierto, se agotaron rápidamente y pude ver, en varias reseñas periodísticas, que todas sus funciones fueron un éxito. 

Vi el feliz post de Facebook de mi amiga Tanya Sánchez, actriz y productora teatral, anunciando, con foto incluida, la creciente afluencia de público a Cantina, su última obra. Romina Muñoz, directora del Museo Nacional, me cuenta que le hace falta personal para atender al público que visita el MUNA. Paulina León, coordinadora de Arte Actual FLACSO, me dijo que estos últimos han sido meses de reactivación. Han recibido bastante gente en las muestras, cursos y talleres de esta galería y espacio cultural. 

Todo me alivia. Reafirma lo que intuía: en Quito sí hay un interés por el arte y la cultura. Hay un deseo constante por asistir a obras, muestras y otros eventos. Siempre lo ha habido. Y siempre ha existido una oferta permanente, diversa y de calidad. 

Este punto es importante: la producción cultural no ha parado, ni siquiera durante la etapa más dura de la pandemia del covid-19, cuyas restricciones afectaron profundamente a quienes trabajan en actividades relacionadas con el entretenimiento, el arte y la cultura

Juanita Guarderas, actriz, gestora cultural y dueña del Patio de Comedias, me contó que fue durante esos días que incursionó en el campo digital. “Porque la gente me lo pedía, me decían ‘Juana haz algo’, entonces hicimos con mi vecino Roberto Sintes, productor de teatro experto en accesibilidad, una pequeña serie corta, de cinco capítulos, con equipos totalmente domésticos, para ser vista por zoom”, me dijo Juanita Guarderas. Esta propuesta además escaló.. Se convirtió en Teatro Contigo, la primera propuesta de teatro virtual, interactivo y accesible de habla hispana para facilitar el acceso de las personas con discapacidad al teatro desde sus propios hogares.

Sin embargo, como me explica Javier Cevallos, actor y actual Director de Creatividad, Patrimonio y Memoria en la Secretaría de Cultura del Distrito Metropolitano de Quito, esta reactivación en el teatro no ha sido general. Se ha manifestado sobre todo en el circuito comercial, que es un ámbito que cuenta con mayores recursos, no solo económicos, sino también tecnológicos y de relacionamiento. La recuperación de la actividad en el circuito independiente, en cambio, requiere de apoyo financiero externo que, en algunos casos, depende de la oferta que el Estado, en distintos niveles, pone a disposición a través de fondos concursables. 

Según los resultados de la última edición del Termómetro Cultural de la Universidad de las Artes, un 15% de los artistas y gestores han recibido apoyo del gobierno central para enfrentar las consecuencias de la pandemia. De los municipios, apenas poco más del 10%.

Según Javier Cevallos, en los museos, públicos y privados, la respuesta del público ha sido enorme, con cifras de movimiento similares a las anteriores a la pandemia del covid-19. En algunos casos, incluso mejores. Para él, la pandemia provocó que las personas sientan la necesidad de salir, disfrutar espacios públicos, vivir experiencias y compartir momentos con otras personas. Eso podría explicar, al menos en parte, el retorno del público a los museos. 

Carolina Enríquez, funcionaria del Centro de Arte Contemporáneo (CAC), me explicó que si bien la reactivación ha sido lenta, ahora ya hay mayor asistencia. Sobre todo, en actividades distintas a la programación regular. 

Ella me dijo que el público busca actividades en las que se posibilite el encuentro. No solo con las obras, sino con otras personas. Esta demanda, me dijo, ha planteado un reto interesante y necesario a quienes trabajan en museos y centros culturales, porque les ha obligado a pensar en otras formas de trabajar, en una programación que abra la posibilidad de estos encuentros, de otras formas de comunicación. Carolina Enríquez dice que las personas “ya no buscan solo ir a ver cosas, sino espacios de encuentro y reconocimiento”.

Este cambio de interés en el público también es mencionado por Lucía Durán, directora del Museo Casa del Alabado. “La pandemia trajo nuevos públicos a los museos: públicos más interesados, más cercanos, más fieles”, me dijo Lucía. Además, trajo públicos digitales, con quienes, me explicó, se mantiene una interacción constante y fuerte.

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En la encuesta de Quito cómo vamos, también me ha llamado la atención el hecho de que la respuesta con mayor puntaje sea “ninguno”. Constatar que casi la tercera parte de la población encuestada no participa de ningún tipo de espectáculo en la ciudad es triste. 

Ver que, además, esta no participación se concentra en la población de nivel socioeconómico bajo y en la población de mayor edad, es preocupante. 

Si bien las consecuencias de la pandemia explican en algo esa ausencia pues, según todas las personas con las que pude conversar, el miedo al contagio aún perdura, existen otras restricciones. 

Una de ellas es el factor económico. Aunque algunos de estos espacios, como los museos públicos, sean gratuitos, ir implica una serie de costos. En primer lugar, el del tiempo libre, al que no todas las personas acceden. También el de movilización, aún en transporte público. Las visitas de fin de semana suelen ser en grupos familiares, con lo cual los gastos se multiplican. 

Otro factor muy importante es el de la movilización. Implica asegurar líneas de transporte público y parqueaderos, pero también el acceso peatonal en condiciones no solo seguras, sino amables. 

Para Lucía Durán, las vallas metálicas y otros obstáculos al paso peatonal en el Centro Histórico de Quito, sobre todo en el perímetro de la Plaza Grande, asustan y alejan a los visitantes. Ellos perciben, obviamente, una barrera a la libre movilidad, pero también una señal de advertencia ante un posible peligro. 

También es notorio que, entre quienes no asisten a ningún tipo de espectáculo, la mayoría de personas son mujeres (38% frente al 27% en los hombres). Es un claro indicador de brecha de género: en nuestro país, el trabajo doméstico y de cuidados está concentrado en las mujeres en una proporción de tres a uno frente a los hombres.

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Más que preguntarse sobre el valor cultural de las preferencias de los habitantes de Quito, resulta urgente trabajar en propuestas que permitan aprovechar el interés y el deseo de asistir y participar de eventos artísticos y culturales en espacios como museos o teatros. Además, hay que trabajar en la relación con el público, a través de la difusión sobre la programación cultural, de la oferta de actividades diversas y variadas, de la disponibilidad de servicios conexos, como transporte, estacionamiento y accesibilidad, incluida aquella para personas con discapacidad y medidas de seguridad sanitaria. También es urgente trabajar con quienes hacen posible esta oferta: los gestores de los espacios culturales. Sobre todo en el circuito independiente. 

Una efectiva campaña de reactivación de estos espacios requiere de acciones concretas. Entre ellas, un censo metropolitano para ubicar, también espacialmente, estas iniciativas, y trabajar en el diseño de programas según categorías específicas. 

En Quito, muchos espacios culturales funcionan en sitios no registrados. La producción y la circulación sucede en casas particulares, en espacios comunitarios no identificados. Hay producción deslocalizada, fragmentada que se encuentra y toma forma en sitios tomados, o en otro tipo de espacios públicos como plazas y parques. Hay públicos que no constan en ninguna lista y escapan de las encuestas. 

Todos estos espacios, junto a los formales, sostienen y permiten la realización de una serie de actividades que van más allá de la exhibición y la circulación del arte. Son espacios en los que se hace investigación, producción, ensayos. Son, además, espacios en los que se gesta el encuentro y la interacción entre similares y diversos. En ese sentido, son espacios que construyen y hacen posible la ciudad, porque hacen posible el ejercicio de la ciudadanía. 

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Maria Gabriela Montalvo
Feminista. Economista. Tiene un posgrado y una especialización superior en Gestión Cultural y un máster en Estudios de la Cultura. Su trabajo se ha centrado en el análisis económico con enfoque de género, trabajo reproductivo y de cuidados, y trabajo en el arte. Desarrolla su campo de investigación académica en el cruce entre economía, cultura y feminismo.

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