Hay pocas artistas tan celebradas y a la vez tan polémicas como Rosalía, pero ella prefiere ausentarse del debate. O más bien: ella responde en su música, como en Bizcochito, la séptima canción de Motomami, el disco que Rosalía ofreció al mundo en marzo de 2022. En la canción ella dice:

No basé mi carrera en tener hits

Tengo hits porque yo senté las bases

Ya no tengo nada más que decir 

Pa’decirlo hace falta mucha clase.

Tiene apenas 29 años y tres discos completos. Sin embargo, en cada etapa de su carrera la cantante catalana es asediada desde todos lados —sobre todo en su país de origen, España. 

La critican por ser una catalana que canta en español. La critican por no usar su plataforma para apoyar abiertamente  la independencia de Cataluña. La critican por ser una catalana que canta flamenco, la música asociada con la región de Andalucía, y a la vez le señalan por apropiación cultural por ser estrella de flamenco, como si fuese la primera no-romana en lograr éxito con la música originada en la comunidad gitana. Pero también la critican por cantar reggaeton y abandonar el flamenco, acusándola de vender sus principios a cambio de fama. La critican por usar autotune cuando obviamente, con su voz penetrante y evocadora, no hace falta. 

Rosalía responde haciendo arte y en el proceso acumulando títulos. En un mundo en que toda obra artística debe ser juzgada no por lo que logra sino por lo que no logra, según las necesidades de los enfadados multitudes de Twitter, Rosalía responde haciendo más de lo que les molesta. Por eso, ella es tal vez la artista más punk que hay en la música actual. 

Cuando decimos punk, surgen muchas referencias dependiendo de la edad del oyente. Para las generaciones más nuevas, quizá su primer pensamiento sea para la música “pop-punk” que se hizo famosa con bandas como Blink182 o Fall Out Boy. 

Si estás más cerca de tu muerte que de tu nacimiento, tal vez pienses en las bandas emblemáticas británicas como Sex Pistols y The Clash, una música a veces intencionalmente fea, hecha con mucha distorsión, guitarras no afinadas, cantantes que gritan más de lo que cantan, y cuya existencia representaba un rechazo de todo tipo de convencionalismo. Personalmente soy de la generación que vio renacer el punk en una ola de bandas como The Misfits, Rancid, Green Day y por supuesto Nirvana, el grupo cuya existencia dio a luz a una nueva vertiente del punk : el grunge

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Más allá de sus manifestaciones musicales, el punk siempre ha sido altamente político. Su eje central es el inconformismo, algo reflejado en la asociación temprana entre esta música  y el anarquismo, un movimiento político filosófico que busca la liberación individual de todo tipo de autoridad y sistema de control. 

Siendo el inconformismo el eje central del movimiento punk, el género musical necesariamente está en un estado de guerra civil constante, porque los punkeros de verdad deben por principio rebelarse contra toda expectativa (excepto contra la expectativa de rebelarse). En el punk, la expresión individual siempre queda encima de las necesidades del colectivo, una lucha en que se encuentra Rosalía constantemente. 

Doy ejemplos: en 1996 en Canadá Sex Pistols hizo un concierto privado auspiciado por una cervecera y al entrar en el escenario el cantante Johnny Rotten (Lydon) gritó “¡Muchas gracias por el dinero!”. Cuando en teoría lo peor que podría hacer una banda era “venderse”, Rotten lo hacía a propósito, sin esconder sus intenciones. 

En 1992, cuando los Ramones fueron incluido en el Salón de la Fama del Rock and Roll, su guitarrista   Johnny Ramone aceptó la deferencia diciendo “gracias, y que Dios bendiga al Presidente [Bush Jr.]”. En ese momento Bush era detestado por el establishment de izquierda y nadie esperaba que un punkero apoyara un presidente conservador y belicista. Sin embargo, ser estrella de un género tan asociado a la denuncia de injusticias y opresión y a la vez ser de derecha, hay que admitir, es muy punk. 

Personalmente, mi disco favorito de villancicos en inglés es de Bad Religion, una banda de punk cuyo nombre dice todo lo que deberías saber para entender su posición. Cuando en una entrevista, le preguntaron a su vocalista, Greg Graffin, por qué hizo el disco, su respuesta fue “no hay nada más punk que hacer un disco de villancicos”. Cuando defines qué es punk, su definición se mueve opuesto. La imagen de alguien haciéndole una yuca al mundo es tal vez la más apropiada. 

Y con Motomami, Rosalía está dando un yucaso a sus críticos, replicando el espíritu punk más que su sonido. Habiendo dicho eso, el punk está presente en su trabajo. La primera canción del disco, Saoko, empieza con un interludio de jazz hasta que es emboscado por un bajo distorsionado cuyas cinco notas generarían una reacción en cualquier persona que haya asistido a un concierto de punk en el sótano de un bar lleno de humo con el doble del aforo permitido. Aquí Rosalía nos da su primera respuesta a sus críticos: 

Yo soy muy mía, yo me transformo

Una mariposa, yo me transformo

Makeup de drag queen, yo me transformo

Lluvia de estrella’, yo me transformo

Pasá’ de vuelta, yo me transformo

Como Sex Siren, yo me transformo

Me contradigo, yo me transformo

Soy to’a’ la’ cosa’, yo me transformo

La única lealtad que tiene Rosalía es con su cambio constante, algo que se refleja en la colección de canciones que conforman el disco. La segunda canción, Candy, nos permite recuperarnos de Saoko y nos lleva a un estilo y emoción que recuerda a sus colaboraciones con artistas como Bad Bunny, como La noche de anoche fue. Bad Bunny famosamente hizo un disco llamado YHLQMDJG, o Yo Hago Lo Que Me Da la Gana. Ese título debería haberse guardado para Motomami.

Con Candy suponemos que estamos por entrar en un disco de reggaeton contemporáneo, una idea reforzada sabiendo que parte del disco fue grabado en Puerto Rico en colaboración con Tego Calderón, considerado uno de los pioneros del género. Sin embargo, en la tercera canción, La Fama, Rosalía nos presenta una canción que honra el género de bachata tanto en su lealtad musical como en su sentimentalismo desbordado con letras como lo que pasó me ha dejado en vela ya no puedo ni pensar. O no hay manera de que esta obsesión se me fuera, ya desaparezca. 

Se podría perdonar a la persona que asume que el cantante que le acompaña en el dueto es Romeo Santos, el ex vocalista de Aventura y rey moderno del género, pero no: es The Weeknd, el cantante canadiense constantemente comparado con Michael Jackson

Tanto The Weeknd y Rosalía se muestran muy cómodos con el estilo musical nacido en la República Dominicana, y tal vez ésta canción representa un buen punto de partida para abrir la conversación sobre apropiación cultural. 

Rosalía es española, pero su fama mundial se da gracias a sus éxitos en géneros nacidos en el continente americano, como el reggaeton, de origen panameño (un podcast en inglés narrado por Ivy Queen explora los orígenes complejos del Reggaeton) ¿Es apropiación cultural cuando una artista domina un género musical distinto a los géneros que le rodearon en su niñez? Después de todo, la acusación persigue a Rosalía desde sus etapas iniciales en el flamenco. ¿No es el caso que Rosalía es meramente una suerte de turista musical? 

Normalmente la gente que lanza acusaciones de apropiación cultural tienden a no entender cómo se forma y cómo se transforma la cultura, ignorando el cuerpo masivo de trabajo académico que estudia y discute estos temas. En la década de 1940 el antropólogo cubano Fernando Ortiz dio al mundo el término Transculturación para describir las maneras en que las manifestaciones culturales de las periferias de la sociedad tienden a invadir el espacio cultural de las élites. 

Para resumir, la producción cultural rehúsa obedecer a las fronteras, leyes o jerarquías. Por ejemplo, casi toda la música nacida en el continente americano, incluyendo el rock, debe su inspiración a los ritmos africanos que llegaron a esta parte del mundo por el comercio de esclavos. 

Casi toda la música que es celebrada como piedra angular de cultural nacional, como la salsa, el tango, la bachata y, más recientemente, el reggaeton, fueron en algún momento considerados vulgares por las élites culturales, hasta que la fuerza popular les obligó a cambiar de opinión. La inspiración viaja sin impedimento y la cultura no puede ser fosilizada y parada en el tiempo como un edificio y un monumento. 

La cultura está en un proceso de cambio constante y las personas que lo niegan nos llevan peligrosamente hacia el etnonacionalismo, en que sólo personas que se ven de cierta manera pueden legítimamente producir ciertas manifestaciones culturales. 

La cultura nos unifica como mundo: las personas que pretenden crear reglas nos quieren dividir, olvidando que no hay expresión cultural que podría aprobar la prueba de apropiación cultural. En el caso de Rosalía, la explicación a su gusto por los géneros americanos puede ser más sencilla: la gran lluvia de críticas que le llegan a Rosalía desde España se transforman en cielos abiertos en América, territorio en que nadie tiene expectativas ni exigencias sobre la cantante. 

Aquí, Rosalía se libera de todos los gravámenes que le han puesto en España. En América, celebramos su individualismo y originalidad, mientras en España le reclaman los colectivos puritanos. Aquí nadie quiere controlar su voz, y eso le deja cantar con más gusto. 

Si pensamos que Rosalía ha dado la espalda a la música que le dio su inicio, ella retoma su lugar con Bulerías, una canción en la que, apropiadamente, nos da la defensa más intensa de su transformación. Una canción corta que toma la forma de una crescendo prolongado, en sus primeras líneas ella nos dice yo no tuve que hacer na’ita que yo no quisiera […] soy igual de cantaora con un chándal de Versace. 

Ella controla su producción artística, y el éxito no la hace menos artista, a pesar de los que creen que sólo hay nobleza en ser artista si se pasa hambre. Rosalía termina repitiendo Ay, quítate, quítate tu de en medio que tú sabes que yo te canto al siete por medio, refiriéndose a la tonalidad que se usan en las bulerías. Tal vez Bulerías es la primera canción de Flamenco que usa auto-tune y se refiere a Lil’ Kim, Tego Calderón y M.I.A., pero como ella nos recuerda por segunda ocasión en el disco: yo soy muy mía. Bullerías nos dice que Rosalía es una cantante cuya inspiración sale de fuentes variadas: ella no se define por limitaciones, sino por potencialidades. 

Con Motomami Rosalía ha llegado a la fiesta sin la invitación de nadie y deberíamos haberlo visto venir. Su disco anterior, El Mal Querer, mostró las semillas de su deseo de expresión. El disco cuenta en forma musical la historia de una novela llamada Flamenca del siglo 13, con cada canción representando un capítulo en el libro. 

Un trabajo inicialmente académico que mezcló sonidos de flamenco con música pop y R&B, y mostró su gran rango vocal, El Mal Querer demostró su deseo de dejar atrás ortodoxias y crear algo nuevo que aún representa un homenaje al pasado. 

Cuatro años después, Rosalía ha crecido, no ha parado de trabajar, y ha hecho cosas que otros artistas con mayor trayectoria no han podido hacer. ¿Se acuerdan cuando los cerebros de las disqueras de Shakira le quisieron posicionar como una suerte de cantante latina country con esa horrible canción en inglés Underneath your Clothes?

Por segunda ocasión Rosalía este mes apareció en Saturday Night Live, uno de los grandes honores de los artistas norteamericanos, y en ambos casos llegó a cantar en español. Ella obliga a las estrellas del pop norteamericano, como The Weeknd, a cantar en español. La persona que le está impulsando su carrera es obviamente ella a través de sus propias manifestaciones artísticas. 

Seguramente habrá quienes encuentren en Motomami evidencia suficiente para decir que Rosalía ha abandonado sus raíces, que se vendió, y que todo lo que hace es para vender más discos sin importar la autenticidad de su expresión. Sin embargo, para sostener ese argumento tendrían que ignorar sus propias palabras, su trayectoria, e imponer esa narrativa sobre la suya —es decir, callar su voz con el fin de escuchar la de ellos. 

A lo largo del disco, en momentos grandes y pequeños, Rosalía nos dice que no hay vacas sagradas, que no tiene que conformarse con nadie, y que el éxito es producto de un individualismo cultivado en un mundo cada vez más global y libre.  Con su individualismo robusto, Rosalía lleva el espíritu punk en cada nota. 

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Matthew Carpenter-Arévalo
(Canadá, 1981) Ecuatoriano-canadiense. Escribe sobre tecnología, política, cultura y urbanismo.

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