Tras el colapso de la frontera de Polonia, cientos de personas buscan huir de la guerra entre Rusia y Ucrania por otras  fronteras de Hungría, Eslovaquia y Moldavia. Según la Cancillería ecuatoriana hasta el momento 388 ecuatorianos ya han salido de Ucrania. 257 están en Polonia, 48 en Eslovaquia, 71 en Hungría, 10 en Moldavia, 2 en Rumania. El resto en otros países, según un funcionario de la Cancillería. 

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Joshua Pinzon Benitez

Joshua tiene 26 años y vive ya casi una década en Ucrania. En este país estudió una licenciatura en Economía y una maestría en Administración de Empresas. Tras terminar sus estudios se casó con una joven ucraniana que actualmente está embarazada de 5 meses. La invasión rusa los sorprendió en una ciudad al sur de este país. Intento entender el nombre de la ciudad pero Joshua me envía notas de voz y con el ruido de fondo del tránsito de la línea de frontera no se escucha bien. 

Joshua viajó más de 30 horas en su carro junto a su esposa, su hermana y dos sobrinas para llegar a la frontera con Hungría. Su familia y él hicieron una fila de alrededor de dos kilómetros y tuvieron que esperar 5 horas para entrar al punto fronterizo en donde presentaron su pasaporte.

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“La salida de Ucrania fue fácil, solo presentamos nuestros pasaportes y salimos” dice el hombre. La entrada a Hungría también fue sencilla, dice, porque los oficiales de este país vieron que todos los documentos estaban en orden. “Más allá del tiempo de espera para salir de Ucrania fue relativamente fácil porque por este punto fronterizo no hay mucha gente como en otras fronteras que las personas deben esperar días”, cuenta Pinzón.

Joshua reconoce que la parte más dura hasta este momento pasó mientras viajaban porque de “la noche a la mañana tuvimos que dejar todo”. Además con el paso de las horas la preocupación aumentaba porque “el dinero se acababa y la gasolina” y ahora tenemos que ver qué vamos a hacer.

 “Nuestros planes de un día al otro cambiaron, yo tenía mis negocios en Ucrania, una casa, nuestro carro y salimos corriendo” cuenta el hombre con voz entrecortada. Joshua cuenta que “nosotros teníamos una escuela de idiomas y otro negocio donde exportamos e importamos carros” y para atender a sus clientes necesitaban tener contacto con el interior del país y también con el extranjero. “Ahora eso ya no es posible”, dice Joshua. “Esta guerra no afecta un par de días sino que afecta a todos los negocios que cerraron», dice Joshua.

El ecuatoriano dice que “me he mudado cuatro veces en mi vida y nunca pensé que esto podría suceder una vez más. Tras salir del país en conflicto, Joshua dice que con su  familia pedirán asilo en Inglaterra “porque ahí tenemos familia y vamos a comenzar desde cero”.

Stephanie Gómez 

Stephanie Gomez es estudiante de medicina de la Universidad de Karazin en la ciudad de  Jarkov, Ucrania. El jueves pasado salió de esta ciudad junto a 11 ecuatorianos más y una ucraniana para huir de la invasión rusa. Cree que salió de esta ciudad de “puro milagro” porque un tren pasó justo cuando llegaron a la estación”, dice. Cree que si no hubieran tomado este tren seguirán en esa ciudad estancados sin poder salir. 

Stephanie cuenta que cuando llegaron a la ciudad de Kiev —la capital de Ucrania y el blanco de los ataques rusos— permanecieron en un búnker dentro del metro de esa ciudad,  para intentar entrar a un tren que les lleve a la ciudad de Lviv y salir a alguna de las fronteras que están cerca de esa ciudad. 

La jóven cuenta que para ellos era una misión suicida subirse a uno de esos trenes porque todos estaban desesperados por entrar y que lograron subirse a un tren de evacuación porque un grupo de militares les embarcó. “Sin la ayuda de ellos no sé si hubiéramos logrado salir de Kiev”, dice.  Aunque Stephanie y su grupo de amigos lograron trasladarse a la ciudad de Lviv cuenta que tuvieron que escuchar uno de los bombardeos en la ciudad de Kiev del viernes pasado.

Ya en Lviv Stephanie y sus amigos contrataron un taxi para que les lleve a la frontera con Polonia, pero tras recorrer unos kilómetros tuvieron que regresar a Lviv porque había mucho tráfico y tenían que hacer una caminata de quizás 7 horas. Stephanie dice que no está segura si ellos hubieran logrado soportar el extremo frío que hace en esa ciudad y cree que nunca hubieran llegado a la frontera.

Ya en Lviv se enteraron de que el gobierno ecuatoriano había dicho que iba a habilitar un tren y que habrían delegados con colores distintivos de la bandera ecuatoriana, pero cuando llegaron al lugar y la hora señalada no había nadie y nadie sabía nada, dice. Stephanie se refiere a la información que surgió de la Cancillería de que habrían trenes habilitados el día sábado 26 de febrero para que los ecuatorianos puedan salir. 

La jóven cuenta que no pudieron subir a los trenes habilitados  por el gobierno Ucraniano porque daban prioridad a mujeres y niños. “A los extranjeros los botaban del tren cuando este se comenzaba a mover”, dice Stephanie. Por eso, su grupo prefirió no intentar entrar a estos trenes. 

De esa noche hubo varios eventos que la marcaron , “en esos trenes las personas también se peleaban, se asfixiaban y se agredían”, dice.

Stephanie recuerda que ese día  vio cómo un hombre agarró de la chompa a una mujer que se estaba subiendo al tren y la bajó para tomar su lugar. También recuerda cómo “botaban a los niños para que logren entrar a los trenes y las mamás no se subían”, dice .

Para intentar salir optaron comprar tickets de tren para otra ciudad ucraniana que debía salir a las 7:50 de la noche del sábado, pero al final ese tren nunca llegó porque lo cancelaron varias veces.

Para salir de Lviv el grupo de jóvenes contrató un bus porque en la estación de tren había alrededor de 30 mil personas y la posibilidad de abordar un tren era casi nula, recalca Gómez.

La persona que conducía el bus tomó una ruta por la que no había mucho tráfico y les llevó hasta la frontera con Eslovaquia. “El viaje duró 5 horas y nos dejó lo más cerca posible de la frontera, nos bajamos del bus a un kilómetro del punto fronterizo por lo que tuvimos que caminar” cuenta la joven estudiante de medicina.

El lunes de madrugada Sthepanie y sus amigos llegaron a Eslovaquia. En este país los recibieron en un refugio de la Cruz Roja pero al cabo de unas horas unos amigos suyos ecuatorianos que las retiraron de ahí “nos movilizaron a la ciudad más cercana, Košice, para que nos hospedamos en un hotel, pero como había mucha gente no hubo habitaciones libres  por lo que solo desayunamos”, dice.

Horas más tarde otros amigos húngaros de Gómez decidieron ayudar a este grupo y los fue a retirar de Košice y los llevaron hasta Budapest. “Desde ayer ellos nos han acogido, nos han dado comida y todo lo que hemos necesitado. Si no hubiera sido por ellos no sé si estuviéramos aquí”, reconoce la jóven. Stephanie cuenta, molesta, que cuando ya estuvieron en Budapest, la Cancillería los contactó y les felicitaron por llegar solos. Dice que eso hubiera sido posible si no hubieran contado con los medios económicos y estarían estancados en alguna frontera.

Ahora Stephanie espera pronto regresar a Ecuador al igual que el resto de su grupo en los próximos días.

Antes de finalizar la conversación Stephanie me envía un video donde se ve cómo los rusos bombardearon Jarkov y me cuenta que ahora ella y su novia perdieron el departamento que tenían en esa ciudad. “Ahora ya no tenemos casa”, escribe la joven. 

En las últimas horas Stephanie y su novia ucraniana están haciendo los papeles para que su pareja venga a Ecuador. 

Cuando le pregunto si se acogerá al plan de contingencia de la Senescyt responde “no sé qué haré con eso, me llegó un link pero no lo he abierto de momento quiere descansar y olvidar un poco lo que tuve que vivir. Ya mañana veré de qué se trata”, dice. 

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Liz Briceño Pazmiño
Periodista. Ex reportera de GK. Ha publicado en El Mundo (España) y Axios(EE.UU). Es becaria del International Center for Journalists (ICFJ). Máster en Producción, Edición y Nuevas Tecnologías Periodísticas. Cubre migración, derechos humanos y economía.

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