A la Policía Nacional le tomó cerca de 15 horas determinar la identidad del hombre, cuya cabeza y manos fueron hallados en el interior de una mochila negra —similar a las usadas por estudiantes colegiales—, abandonada en las inmediaciones del puerto marítimo de Machala, ubicado la parroquia urbana de Puerto Bolívar, en la provincia costera de El Oro. Su nombre es Manuel Sarmiento Sánchez y, según el distrito policial de Machala, tenía varios antecedentes penales. Entre ellos, tenencia ilegal de armas y delincuencia organizada. 

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Las imágenes registradas por una cámara de videovigilancia han sido claves para avanzar con las investigaciones. De acuerdo con la Policía,  fueron dos hombres, cada uno se trasladaba en una  motocicleta, quienes arrojaron la mochila en los exteriores del puerto, a las 8 y 45 de la noche del 15 de febrero. Ahora, según dijo el policía Christian Espinoza, jefe de la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros, a medios de comunicación locales, están analizando aún los videos registrados para dar con la identidad de los hombres. Será, sin embargo, una tarea difícil: en esos videos aparecen vestidos de negro, sin que su rostro sea visible. Los uniformados deben determinar las placas de aquellas motos y verificar a quién pertenecen o a nombre de quién fueron adquiridas. 

Sobre Manuel Sarmiento aún no se conocen detalles más allá de su historial delictivo y que era habitante de Puerto Bolívar, la misma parroquia en la que arrojaron su cabeza y manos.  La Policía aún está en busca de su torso, extremidades y pies . Lo que sí ha podido determinar la institución, de acuerdo con Espinoza, es que el hombre habría sido asesinado al menos tres horas antes de que sus restos fueran arrojados a la calle. 

Una semana de luto 

El hallazgo de la cabeza de Sarmiento, de quien aún se desconoce su historia, las condiciones socioeconómicas en las que vivía o los frentes delictivos a los que se dedicaba, crea aún más una alarma social. Esta semana, dos cadáveres fueron colgados en el Puente de la Unidad Nacional que marca el ingreso al cantón Durán, una zona que reclama la falta de agua, de empleo digno, mientras las redes de delincuencia organizada se asientan. 

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Para la Policía Nacional, tanto la muerte brutal de Sarmiento, como el colgamiento de dos cuerpos sin vida, con signos de tortura, es un mensaje de las bandas narcodelictivas marcando territorio en el país. El policía Espinoza indicó a la cadena televisiva Ecuavisa que barajan dos teorías sobre aquella mochila negra. Dijo que una de ellas podría ser “amedrentar al personal que trabaja en ese lugar [puerto marítimo] o por el decomiso de sustancias”. Ese día, se habían incautado 100 kilos de cocaína en contenedores. El destino final de la droga era Bélgica. “Puede ser que [Sarmiento] no aceptó algún tipo de propuesta del cartel que trabaje para ellos [miembros del cártel]”, informó Espinoza, aunque no dijo qué organización delictiva se refería. Esbozó otra posibilidad. Debido a sus antecedentes penales, Espinoza no descartó que el hombre se haya dedicado a contaminar con droga a los contenedores de carga —es decir, camuflar la sustancia para que sea trasladada en contenedores de mercancías legales—. Sin embargo, esa información no ha sido aún esclarecida. 

Lo que no ha podido explicar ni el gobierno, ni la policía nacional, es bajo qué condiciones se han asentado esas organizaciones delictivas, sobre todo, en zonas abandonadas y pobres, como lo es el cantón Durán, cuyos habitantes han reclamado durante ya varios años por la escasez de agua. Tampoco han logrado perfilar a las personas asesinadas o determinar por qué si cada día se realizan más decomisos de droga —el 2021 se convirtió en el año histórico con más incautaciones: 210—, las sustancias siguen multiplicándose en Ecuador. 

Para el antropólogo Jorge Núñez es importante entender que las personas asesinadas tienen una historia de desposesión en las zonas en las que viven. Son, en su mayoría, personas empobrecidas que salen de la cárcel —como ocurrió con Sarmiento—, un sistema que en lugar de frenar la criminalidad, pareciera reproducirla. Desde hace más de 15 años, Núñez ha cuestionado aquel enfoque securitizado, que pone en el centro la seguridad nacional y no los problemas sociales que vulneran comunidades y poblaciones, y que terminan convirtiendo la vida o la muerte en, como este caso, un mensaje macabro del narco. 

El 14 de febrero, cuando el país amaneció con la noticia de aquellos cuerpos colgados, la Policía tardó horas en pronunciarse. Dio pocas luces sobre esos nombres. Por eso, GK contactó a la familia de Carlos Escovar Macías, una de las personas asesinadas. Fue una familiar quien confirmó esa identidad. “No queremos ver las noticias porque ponen todas esas imágenes tristes. Nos duele mucho. Él era un comerciante, vendía comida. Y lo mataron. No sabemos si pasó algo, si se metió en algo, pero si igual fue así, nos duele”, dice su familiar luego de haber enterrado al hombre de 34 años. Lo habían reportado como desaparecido el 11 de febrero. La última vez que lo vieron fue ese día, en el barrio Urdesa, en el norte de Guayaquil. 

 

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Karol E. Noroña
Quito, 1994. Periodista y cronista ecuatoriana. Cuenta historias sobre los derechos de las mujeres, los efectos de las redes de delincuencia organizada en el país, el sistema carcelario y la lucha de las familias que buscan sus desaparecidos en el país. Ha escrito en medios tradicionales e independientes, nacionales e internacionales. Segundo lugar del premio Periodistas por tus derechos 2021, de la Unión Europea en Ecuador. Recibió una Mención de Honor de los Premios Eugenio Espejo por su crónica Los hijos invisibles de la coca. Coautora de los libros 'Periferias: Crónicas del Ecuador invisible' y 'Muros: voces anticarcelarias del Ecuador'.

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