Miriam no dice el nombre de su madre. Cuando habla de ella se refiera a esa mujer. “Esa mujer era una excelente madre, para qué le voy a mentir, aunque tenía nuestros regaños y todo, pero una buena madre”, recuerda Miriam, bajita, con las cejas pintadas, uñas cortas, 22 años y un embarazo de cuatro meses que apenas se nota.    

Esa señora es Maribel Pinto, activista y cofundadora del movimiento Afro de la provincia del Azuay, en el sur de la sierra ecuatoriana. Hace cerca de 17 años migró desde Ventanas, en la provincia de Los Ríos, hasta Cuenca, capital azuaya, junto a su entonces esposo y sus tres primeros hijos: Dayanara, Miriam y Jefferson. Y en esta ciudad parió a dos más: Gabriela y Darío.

“Tú estabas chiquito, en brazos”, le dice Miriam a su hermano Jefferson, quien está sentado al lado de ella en una cafetería del centro histórico de Cuenca. Es jueves 15 de julio de 2021 y llegaron juntos, pero ya no viven igual. Cada uno tomó su rumbo después de la muerte de su madre. 

Maribel Pinto fue asesinada la madrugada del 3 de noviembre, mientras la ciudad celebraba el Bicentenario de independencia. Byron Guarango la acuchilló 113 veces. Las 10 primeras puñaladas la mataron. El resto muestra la saña y el poder que el femicida ejerció sobre ella. 

Después de asesinarla intentó huir. Cuando lo capturaron, Byron —un mecánico de 25 años— confesó a los policías: “Asesiné a una man”. 256 días después de matarla fue sentenciado a 34 años y ocho meses de prisión por asesinato agravado. Además, deberá pagar 124.800 dólares a la familia como reparación integral. 

Miriam siente que desde la muerte de su madre todo se fue a un hoyo. Para ellos no hay reparación. Nada podrá regresarles a Maribel.

“Esa mujer” 

Maribel nació en Los Ríos en 1981, una de las cinco provincias con más número de homicidios intencionales. Una zona fértil ubicada en el centro de Ecuador y también una de las más peligrosas. Miriam dice que salieron porque la vida “allá es dura” y su mamá soñaba con un futuro mejor. 

En Cuenca rentaron un cuarto pequeño. Al principio no tenían nada, dormían en el suelo. Los primeros años sufrieron mucho. Su mamá Maribel y su papá, Jefferson Eduardo Mercado Gutierrez, no sabían ningún oficio, no tenían trabajo, ni familia en la ciudad. Maribel Pinto cuidaba de sus hijas e hijo, mientras su marido aprendía albañilería. Después de unos meses, consiguió su primer empleo como cocinera en una pizzería. Su vida parecía acomodarse. 

En ese tiempo, 2007, Maribel conoció al Movimiento Afro de la provincia, que recién estaba constituyéndose. Ellos vivían al frente de la primera sede, ubicada en el centro de la ciudad, en el sector de La Merced. 

“Inmediatamente se vinculó al proceso organizativo porque ella comulgaba lo mismo que nosotras… Hablábamos de una Cuenca solidaria, una Cuenca intercultural donde la persona afrodescendiente no sea excluida por sus colores o los estereotipos”, recuerda Nila de Aguiar, amiga de Maribel y actual coordinadora del Movimiento. 

Movimiento Afro del Azuay

Maribel Pinto era parte del Movimiento Afro del Azuay. Ilustración de Tsunki Escandón.

La organización se constituyó con 40 personas y nació para visibilizar las necesidades de la población negra en la provincia. Nacieron, recalca la activista, porque estaban cansadas del racismo que sufrían, porque los hombres no podían caminar después de las siete de la noche por la ciudad sin que la policía les pidiera identificarse, porque las mujeres eran acosadas en las calles. Cansadas de que niñas y niños fueran agredidos y discriminados en las escuelas. Agotadas de que se les negara el ingreso a ciertos lugares —como los bancos—, de la dificultad para encontrar trabajos y rentar casas.

Cuenca es una ciudad racista y clasista que se ha consolidado como un espacio blanco  mestizo, que invisibiliza la presencia de las personas negras; a pesar de que ahí —una ciudad con 603.269 habitantes— viven, según el censo de 2010 del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Inec), 5.486 personas que se identifican como afroecuatorianas. El territorio las ha desplazado, mirándolas como “realidad extraña”, señala la antropóloga Paola Moreno, en el estudio Racismo y reivindicación de los Afrodescendientes en Cuenca. 

En ese proceso organizativo, Maribel se convirtió en la primera vocal de Cultura del colectivo. Creó el grupo de danza de la escuela de formación y su hija Miriam formó parte. 

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Las activistas del Movimiento no recuerdan el año, pero saben con certeza que un primer domingo de octubre con este grupo de danza los integrantes del Movimiento se tomaron el parque central de la capital azuaya para celebrar, por primera vez en Cuenca, el Día Nacional del Pueblo Afroecuatoriano. Mama Yama, fundadora y una de las líderes de la organización, lo recuerda con emoción. No lo dice, pero sus ojos señalan que ese acto fue una victoria. La población, que era aislada y discriminada, atrajo las miradas de la sociedad con música y poesía. 

mujeres afrodescendientes en Azuay

Maribel Pinto fue la primera vocal de Cultura del colectivo de mujeres afroecuatorianas en Azuay. Ilustración de Tsunki Escandón.

Una de las canciones que bailaron fue Pasito tun tun, del cubano José Carbó Menéndez. Las bailarinas usaron un vestido amarillo con verde y convirtieron el parque Abdón Calderón en una pista de baile. Mama Yama asegura que, aunque en Cuenca ya había una población negra, nunca se había conmemorado esa fecha que en 1997 fue declarada por el Congreso Nacional y se celebra cada primer domingo de octubre, en referencia al mes en que llegaron los primeros afrodescendientes a Ecuador. Comenzar a manifestarse era necesario. Según Nila, fue tal impacto de la acción del colectivo que se convirtió en noticia por más de una semana en los periódicos locales. La ciudad comenzó a preguntarse cuántos son, en dónde viven, qué hacen. 

Maribel fue parte a través del arte. Ella entendió que es una herramienta poderosa para incomodar y cumplir su sueño: que todas las mujeres, sobre todo las afrodescendientes, tengan las mismas oportunidades. 

Según la Agenda para la Igualdad de Derechos de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas, Pueblo Afroecuatoriano y Pueblo Montubio 2019 – 2021 —un documento oficial del Consejo Nacional para la Igualdad de Pueblos y Nacionalidades—, 53 de cada 100 personas afroecuatorianas son parte de la Población Económicamente Activa (PEA). Esto se traduce en unos 290.007 hombres y 147.994 mujeres que tienen un trabajo remunerado. 

Pero estas cifras pueden variar. Si antes la situación para las personas negras era complicada, la pandemia por el covid-19 lo empeoró todo. Tan solo el 9.9% de la población afroecuatoriana, de acuerdo a la misma Agenda, ocupaba un cargo en el sector público; un 33.3 % era empleado privado y, de ese porcentaje, la mayoría pertenece al sector del servicio. Así como Maribel, quien con la emergencia sanitaria perdió su empleo de cocinera y la posibilidad de mantener a cinco hijos y dos nietos.

Maribel Pinto cocinando

Maribel Pinto cocinaba para sus hijos y nietos. Ilustración de Tsunki Escandón.

Pandemia y horror

Sin trabajo y con las puertas cerradas por el virus, Maribel decidió prostituirse. Miriam explica que las condiciones la obligaron a hacerlo esporádicamente y no más de dos meses. 

La madrugada del 3 de noviembre de 2020, Byron Guarango contrató sus servicios por 150 dólares. Se conocieron ese día en un night club, Maribel estaba junto a su hija. Fueron hasta una mecánica que quedaba a pocas cuadras del prostíbulo y en donde él trabajaba, la golpeó, la asesinó y desvistió. Thelmo Tello, abogado que patrocina a la familia de la víctima, afirma que no existió acto sexual. 

Desde entonces, el crimen fue abordado por los medios de comunicación, la sociedad y las autoridades sin profundizar. Los titulares se quedaron con tres elementos: la ocupación de Maribel, su descendencia y su situación económica. 

Diario Extra tituló “Hombre investigado por muerte de joven” y en la nota destacó que el sospechoso tenía las manos ensangrentadas y que la mujer aparentemente ofrecía servicios sexuales. Vistazo publicó “Escalofriante femicidio en Cuenca: matan a mujer con 113 puñaladas”.

Según el abogado, las autoridades locales también se limitaron y revictimizaron a los hijos, hijas y nietos de Maribel Pinto. Acción Social Municipal —una entidad del Municipio de Cuenca que presta servicios de asistencia social— visitó a la familia de Maribel para hacerles exámenes médicos, días después del asesinato. Luego emitió un informe (al que este reportaje no ha tenido acceso) y subió a redes sociales las fotografías de los hijos de Maribel Pinto y sus nombres. El abogado exigió a la oficina municipal que emitan una disculpa que aún no llega. 

La Fiscalía no garantizó la protección necesaria a los hijos e hijas de Maribel. El abogado denuncia que la institución les negó la solicitud de integrar el sistema de Víctimas y Testigos —que sirve para salvaguardar la integridad física y psicológica de las víctimas, testigos y otros participantes que se encuentran en situación de riesgo—,  alegando que no cumplían con los “requisitos” y que no se encuentran en estado de vulnerabilidad.

Maribel Pinto y su familia

Maribel junto a su familia. Ilustración de Tsunki Escandón.

Dayanara, de 24 años, vive en Cuenca y tiene un hijo de tres años. Miriam, de 22, tiene un hijo de un año, está embarazada de cuatro meses y es trabajadora sexual. Jefferson tiene 21 años,  no terminó el colegio y no tiene un trabajo estable. Gabriela, de 15, y Darío, de 9, viven con su padre. Miriam tiene miedo de que le pase lo mismo que a su mamá. Siente temor de que el asesino salga libre y la busque. Miedo de que la lastimen. 

Jefferson, de ojos esquivos, ha pasado casi toda la entrevista en silencio. Pero confiesa que también teme por la vida de su hermana. También que extraña mucho a su madre, porque era la única que lo comprendía, a quien contaba sus problemas y le daba todo. Su voz se corta por segunda vez, se tapa la cara con sus manos y llora. 

Son las nueve de la noche. Los dos hermanos salen de la cafetería y tiemblan de frío. Miriam cruza los brazos y deja ver su pequeña barriga. Dice que la niña que crece en su vientre se llamará Maribel. 

Un fallo sin posibilidades 

Durante el proceso, el abogado Thelmo Tello alegó que el asesinato de Maribel fue un femicidio, por la saña y la relación de poder económico entre la víctima y el victimario. Sin embargo, el 16 de julio de 2021 el Tribunal de Garantías Penales del Azuay dictó una sentencia por asesinato agravado. Si el fallo hubiera sido por femicidio, la pena máxima sería de 38 años. 

La saña es un elemento importante para distinguir el homicidio del femicidio, pero no es considerado por el artículo 141 del Código Orgánico Integral Penal (COIP). La ley establece que debe existir una relación de poder. Es decir, un vínculo que involucre más tiempo. 

La sentencia también imposibilita que Gabriela y Darío, hijos menores de edad de Maribel, accedan al Bono para niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad por femicidio y reciban el 43,13% de un salario básico. Aunque esta ayuda no siempre llega, Gabriela y Darío se quedaron sin la posibilidad de exigirla. 


Este reportaje fue creado de forma colaborativa en el Laboratorio de Historias Poderosas realizado por Chicas Poderosas, con el apoyo de Open Society Foundations.

Desirée Yépez acompañó y editó este proyecto. Gabriel Narváez Cango realizó la verificación de datos.

La equipa de Chicas Poderosas acompañó este proceso con capacitaciones, apoyo económico y editorial.

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