Entre 2012 y 2019, el comercio mundial de aletas de tiburón generó 1.500 millones de dólares. Este es el principal dato de un análisis del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), publicado el 14 de julio de 2021. El informe no detalla cuántos de esos millones de dólares se originaron por la pesca de los escualos en Ecuador. En el país, tampoco hay cifras claras sobre las capturas de estas especies —varias de ellas en peligro de extinción. Lo único claro es que su pesca (en el papel, considerada ilegal) no ha parado.
En el Ecuador, pescar tiburón está casi totalmente prohibido. Según un decreto ejecutivo firmado por el entonces presidente Rafael Correa, están vetados los artes y sistemas de pesca diseñados para capturar tiburones. Está proscrita la práctica conocida como “aleteo”, que es cortarle las aletas y descartar el cuerpo (la aleta es como el sistema de navegación de los tiburones: sin ella, caen desorientados y se ahogan en el fondo marino).
Solo hay una excepción: si el escualo es capturado “incidentalmente” puede ser vendido. Y es en esa excepción donde todo se descalabra. La pesca incidental —en teoría— es la captura involuntaria de especies con artes o sistemas de pesca que se usan para la captura voluntaria y planificada de otras especies. Por ejemplo, puede ocurrir cuando un tiburón se queda atrapado en una red que está en el mar, supuestamente, para capturar atún. Según el decreto, los capturados de manera incidental deben ser utilizados en su totalidad, y se debe vender íntegro (no las aletas separadas), solo por quienes tengan un permiso de comercialización y exportación emitido por el Ministerio de Ambiente.
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Incidentalmente, en el mundo se pescan 38,5 millones de toneladas anuales de especies que no deberían terminar en los barcos pesqueros: son animales sin valor económico o protegidos. En el Ecuador, el decreto es parte de un área gris, dice Xavier Romero, biólogo marino con más de 40 años de experiencia, “porque aunque haya una prohibición, en Ecuador hay pesca dirigida de tiburón que es disfrazada como incidental”.
El intento regulatorio de 2007 sigue siendo, 14 años después, el anzuelo con el que la pesca ilegal sigue capturando tiburones y, al mismo tiempo, su salvavidas legalista. Romero dice que se debería prohibir la pesca en las épocas del año en la que los tiburones migran porque siempre lo hacen agrupados y es ahí cuando es más fácil que caigan en artes de pesca. Los pescadores, explica Romero, salen a pescar supuestamente atún o dorado justo en esta época donde es más fácil capturarlos.
“Definitivamente en Ecuador continental hay una pesca dirigida a tiburones”, dice Luis Suárez, director ejecutivo de Conservación Internacional Ecuador, una ONG dedicada a la conservación de los ecosistemas para asegurar el bienestar humano. La pesca incidental, afirma Suárez, es la excusa que fomenta la pesca de tiburones, que no está controlada por el Estado por la falta de inspectores de pesca en los puertos (que deberían cerciorarse de que los tiburones no sean pescados). Suárez afirma que ese control debería hacerse, además, en consenso con Colombia, Costa Rica, Panamá y Perú, países por donde también transitan los tiburones.
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El análisis de WWF dice también que más de 200 países están importando y exportando carne de tiburón. Ecuador aparece como exportador hacia Perú, el estudio no detalla si de forma legal o ilegal. “Los ecuatorianos nos hemos convertido en exportadores ilegales de carne y aletas de tiburón”, dice Walter Bustos, ex director del Parque Nacional Galápagos, cuya reserva marina es un santuario para estos animales. Es, también, un área en constante amenaza por la pesca industrial indiscriminada que acecha a la rica reserva.
Esta pesca se distribuye ilícitamente por todo el planeta. En inicios de mayo de 2020 hasta Hong Kong, China llegó un cargamento de 26 toneladas de aletas de tiburón provenientes de Ecuador, no se sabe si fueron capturados cerca de Galápagos o en aguas continentales (entre la reserva marina galapaguense y el mar territorial ecuatoriano hay una franja de aguas internacionales que se ha convertido en un botín para los pesqueros).
Según el medio chino South China Morning Post , esas aletas fueron extraídas de 38.500 tiburones. Las autoridades aduaneras de Hong Kong decomisaron el cargamento que representó la mayor incautación de aletas hasta la fecha. Las aletas habían sido embarcadas como carne de pescado secada al sol. Si no hubiera sido por las autoridades de la ciudad asiática, en Ecuador jamás nos habríamos enterado de la masiva depredación de esos más de 38 mil tiburones.
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En enero de 2020, en el gobierno de Lenín Moreno, el Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca creó el Plan de Acción Nacional para la Conservación y el Manejo de Tiburones en Ecuador (PAT-EC). En el papel, suena como un plan ambicioso y oportuno.
Uno de sus objetivos es minimizar las capturas incidentales. El plan promete mejorar la ley relacionada a la pesca, controlar el desembarque y descarte, hacer un registro de embarcaciones y pescadores, hacer programas de capacitación y mejoramiento de artes de pesca. Suena increíble, como la gran parte de las regulaciones ambientales ecuatorianas. Sin embargo, hasta el cierre de este reportaje no tuvimos respuesta a la solicitud de una entrevista con el Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca para saber cómo avanza el cumplimiento de este plan.
En Ecuador tampoco hay información oficial sobre cuántas toneladas produce la pesca incidental, y no existe la cifra de cuántos tiburones son capturados en este tipo de pesca. “Solo hay información anecdótica de lo que se ve en los puertos o caletas pesqueras”, dice Suárez. Las caletas son zonas geográficas donde hay actividad pesquera. Información pública actualizada y contextualizada es indispensable para entender qué está pasando con los tiburones y poder tomar medidas acertadas para su conservación.
David Veintimilla, especialista en áreas protegidas del Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica, dijo que en algunas embarcaciones artesanales hay “observadores a bordo” del Ministerio de Producción para identificar o verificar que no haya captura dirigida de tiburones. También hacen el control cuando se desembarca, se fijan que las embarcaciones no tengan aletas de tiburón, revisan el producto seco para verificar que lo que se quiere comercializar tenga los permisos, pero “el Ministerio de Ambiente no interviene porque no tiene personal capacitado para eso”. Luis Suárez dice que en los últimos años han aumentado los inspectores de pesca en los puertos, “pero todavía es insuficiente”.
Veintimilla dice que solo el Ministerio de Ambiente puede emitir los permisos para la exportación de carne de tiburones. Y agrega que se puede comercializar y exportar tiburones bajo ciertas condiciones que pone la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (Cites). El especialista explica que el Ministerio de Ambiente coordina con la Subsecretaría de Recursos Pesqueros —del Ministerio de Producción— para que se cumpla lo que dice el decreto 486 y los acuerdos o convenciones internacionales, de los que Ecuador es parte, para proteger a esos animales. Uno de ellos es la Cites, un acuerdo internacional para que el comercio mundial de animales y plantas silvestres no sea una amenaza para la supervivencia de esas especies. Según Veintimilla, el Ministerio de Ambiente también coordina con el Instituto Nacional de Investigación de Acuacultura y Pesca (Ipiap) que, a través de sus investigaciones anuales, determina que la captura incidental de cierta especie de tiburón no perjudica a las poblaciones marítimas de otras.
La Cites protege a más de 37 mil especies de animales y plantas y tiene tres diferentes grados de protección, llamados apéndices. Más de una docena de especies de tiburones están en el apéndice 2 que significa que no necesariamente están en peligro de extinción pero podrían llegar a ese punto. El comercio de las especies en el apéndice 2 está permitido pero debe ser revisado, dice la Convención. En Ecuador, según el decreto 486 la comercialización se permite a quienes tengan un permiso, pero todo indica que esa revisión no se hace.
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El tiburón es una especie tope dentro de la cadena alimenticia. Es la especie reguladora de las poblaciones de los océanos. De acuerdo al artículo El tráfico de tiburones en Latinoamérica: Ecuador y Perú están en la mira, como tiene un lento crecimiento, una tardía edad sexual y una baja fecundidad, si se lo sobrepesca, puede entrar en peligro de extinción.
Si la pesca incidental sigue siendo el área gris que es, el peligro para los tiburones aumenta. El biólogo Xavier Romero dice que, sin esta especie dominante, en 15 o 20 años podría alterarse la cadena alimenticia marina. “Si no hay tiburones, algunas especies van a aumentar su población y esto ocasionaría un desequilibrio oceánico importante”, explica Walter Bustos. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) dice que el tiburón martillo gigante o cornuda gigante (Sphyrna mokarran), la cornuda común (Sphyrna lewini) son especies catalogadas como “en peligro”. El tiburón martillo o cornuda cruz (Sphyrna zygaena), el gran tiburón blanco (Carcharodon carcharias), el tiburón peregrino (Cetorhinus maximus) y el tiburón pardo (Carcharhinus longimanus) y tres especies de tiburón zorro (Alopias spp) se consideran “vulnerables a la extinción”.
Pero el peligro alimentario no está solo en el mar, sino en las mesas. Consumir carne de tiburón puede enfermar a los humanos porque su carne acumula metales pesados: los tiburones se alimentan de toda la carne que existe en los océanos y eso crea un proceso de bioacumulación —es decir un pez pequeño concentra cierta cantidad de metales pesados que los humanos vertemos en los océanos, luego un pez más grande se lo come y así avanza hasta llegar al tope de la cadena. “Todo esto se va acumulando en la carne de los peces y el gran bioacumulador termina siendo el tiburón, esa es una carne mala”, explica Walter Bustos. Este exceso de metales pesados puede dañar el hígado humano.
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La situación de los tiburones en el Ecuador es una interrogante que se dobla como un anzuelo. El Estado no dedica acciones concretas para protegerlos, coinciden los expertos. Luis Suárez dice que es necesario que los ministerios de Ambiente y el de Producción convoquen a un grupo de expertos sobre el tema para analizar la situación y tomar decisiones drásticas, como la prohibición total de exportación de aletas de tiburón o la prohibición de pesca de tiburón, que hoy en día se puede cumpliendo ciertas condiciones impuestas por el decreto de 2007.
Además, el país necesita instituciones fuertes que tengan la capacidad de control y sanción, y que inviertan bien los recursos. Para Suárez, director de Conservación Internacional Ecuador, es importante que los fiscales y jueces sancionen los delitos ambientales cuando se trata de especies protegidas como el tiburón.
Por el cargamento que llegó a Hong Kong, en junio de 2021, el Ministerio de Producción sancionó a una persona señalada como responsable de enviar el cargamento de aletas, “con lo máximo que permite la ley”, dice una publicación del Diario El Universo. Una publicación en Twitter del Ministerio de Producción dice que la pesca ilegal, no declarada o no reglamentada se sanciona con una multa máxima de 700 mil dólares. Pero aún no se han aplicado sanciones penales. Según el Código Orgánico Integral Penal, los delitos contra especies de la flora y fauna silvestre amenazadas, en peligro de extinción y migratorias protegidas a nivel local o internacional son castigados con 1 a 3 años de prisión. Walter Bustos dice que se necesita una ley más severa que haga dudar de introducirse en el comercio mundial de tiburón.
Hasta que el gobierno pueda patrullar e identificar mejor la pesca ilegal, tome la drástica decisión de prohibir toda comercialización de tiburón, y los fiscales y jueces apliquen la ley con rigor, los tiburones seguirán nadando en mares de muchas incertidumbres, cayendo en el anzuelo que podría llevarlos a su extinción.