“Eres un asco”, “eres tonto”, “no sirves para nada”, le decían a Jorgito* sus compañeros del segundo año de básica de una escuela privada de Quito. Estos insultos, sumados a la ausencia de su padre en casa —que vivía en otra ciudad— hicieron que el niño de seis años recibiera terapia psicológica durante dos años. Su caso es uno más de las víctimas de acoso escolar en Ecuador. Según Unicef, seis de cada diez estudiantes entre 11 y 18 años sufren bullying en Ecuador.

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El 2 de mayo se conmemora el Día Internacional contra el bullying. Esta fecha se creó para visibilizar este problema y apoyar a los menores que lo sufren para que sepan que no están solos. Esta iniciativa fue propuesta por la ONG argentina “Bullying sin fronteras”. Sin embargo, la Unesco, celebra esta fecha el primer jueves de noviembre de cada año como Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela.

El acoso escolar u hostigamiento —también conocido con el término en inglés bullying— es el “comportamiento intencional y agresivo que ocurre de forma repetida contra una víctima”, según la Unesco. En esta práctica “existe o se percibe un desequilibrio de poder que le permite al acosador sacar provecho o reconocimiento social, en cambio la víctima se siente incapaz de defenderse”.

El acoso escolar puede darse de tres formas:  físico (golpes, patadas, empujones, destrozo de pertenencias), verbal (burlas, apodos, insultos), o social (desaire, desprecio, aislamiento y difusión de rumores).  Las razones por las que se da el bullying pueden ser diversas pero las más frecuentes son por género,  condición social o pobreza, diferencias étnicas o culturales, apariencia física u orientación sexual.   

Jorgito sufría bullying verbal y las razones eran su timidez, que no sabía jugar fútbol, o que al hablar a veces salpicaba saliva y no podía evitarlo. En sus terapias psicológicas, se expresaba a través de dibujos macabros, que mostraban el efecto de sufrir en silencio una tristeza profunda. Sus padres estuvieron obligados a dar un seguimiento a su caso, a proporcionar ayuda psicológica y remitir varios informes sobre su caso al Ministerio de Educación del Ecuador. La escuela también tuvo que trabajar con los niños acosadores y con sus padres. 

El bullying es un problema social en todo el mundo; solo en los últimos años se han reportado estos hechos: un niño francés acosador saltó al vacío, en Argentina un niño acosado se disparó en la cabeza y otra niña se suicidó; en Estados Unidos una niña se sumergió durante varias horas en la tina para que su piel oscura se aclare; en Finlandia un joven abusado mató a seis estudiantes, a la enfermera y a la directora de su escuela y luego se suicidó. 

Los niños que sufren acoso suelen bajar su rendimiento escolar, tienen dificultad para dormir, sufren de ansiedad o depresión, además pueden haber episodios de daños autoinflingidos o incluso suicidio, en casos extremos. 

Según Javier Miglino, fundador de la organización Bullying sin fronteras, “es un problema de chicos que deben resolver los grandes”.

Ecuador tiene un nivel declarado de violencia escolar entre pares del 58,8%.  Un estudio de Unicef de 2018 reveló que seis de cada 10 estudiantes de entre 11 y 18 años (de 8° de básica a 3° de bachillerato) son víctimas.

Según cifras del Ministerio de Educación, en 2022 hubo 607 casos de acoso escolar en las aulas. El 89,3% de los casos ocurrieron en el área urbana.

En planteles fiscales hubo la mayor cantidad, con 568 casos. En 2022, el 54,56%  de hombres sufrió de acoso escolar frente al 43,33% de mujeres. Entre los 8 y 14 años son las edades donde hubo más abusos de este tipo, con el 50% de los casos. Seguido del 43,82% de los casos entre los 15 y 18 años. 

El Ministerio de Educación le dijo a GK que desde el 2022 el acoso escolar es uno de los “nueve riesgos psicosociales que afectan directamente el desarrollo integral y procesos de aprendizaje de niñas, niños y adolescentes”. Estos riesgos también incluyen violencia física, psicológica y sexual; embarazo y paternidad tempranas; consumo de drogas; intentos de suicidio; trabajo infantil y desapariciones.

*El nombre del niño es protegido. 

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Liz Briceño Pazmiño
Periodista. Ex reportera de GK. Ha publicado en El Mundo (España) y Axios(EE.UU). Es becaria del International Center for Journalists (ICFJ). Máster en Producción, Edición y Nuevas Tecnologías Periodísticas. Cubre migración, derechos humanos y economía.
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