En una sociedad machista ser mujer es difícil. Ser mujer lesbiana o bisexual, además de difícil, puede ser peligroso.

La discriminación homofóbica y las vulneraciones a los derechos de ellas pasan todos los días en espacios laborales, educativos, familiares, e inclusive, públicos. A pesar de que la despenalización de la homosexualidad en el Ecuador hoy cumple 23 años , todavía vemos como diferentes violencias dejan en la indefensión a quienes se identifican como  lesbianas, bisexuales, y  trans. 

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Cuenca fue pionera en la promoción de la despenalización de la homosexualidad hace poco más de dos décadas: se gestó por tanta injusticia y violencia sexual por parte de la policía. 

Fueron las mujeres trans, hombres gays y aliadas feministas quienes se jugaron en favor de toda la población LGBTIQ de ese entonces. Sin embargo, los avances jurídicos no han ido a la par con la conducta social que aún se mantiene llena de prejuicios. 

La última encuesta del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos sobre las condiciones de vida, inclusión social y cumplimiento de derechos humanos de la población LGBTI en el Ecuador, reveló que uno de los ámbitos más peligrosos es el familiar, porque ahí reciben más vejámenes. Por eso, conocer las vulneraciones del grupo de mujeres lesbianas, bisexuales y trans es una prioridad para las organizaciones que trabajan por los derechos humanos. 

Durante el 2019 y 2020, organizaciones y colectivas de Quito, Ibarra, Cuenca y Guayaquil hicieron un estudio sobre la situación en que viven las mujeres lesbianas, bisexuales y trans en Ecuador. 

Durante un año identificaron  258 casos en distintos ámbitos donde demostraron  que 7 de cada 10 mujeres lesbianas y bisexuales han sido vulneradas por su identidad sexual y de género; este valor es mayor al índice nacional de violencia de género en Ecuador, en el que 6 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia. Esto muestra el riesgo que corren las mujeres por el hecho de serlo, y cómo aumenta por su orientación o identidad de género. 

“Uno de sus hermanos mayores fue quien la discriminaba todos los días haciéndole sentir mal, la empezó a golpear cuando los papás no se encontraban en casa- Un día (…) el hermano ingresó a su habitación y la empezó a violar y maldiciéndola…”, dice uno de los testimonios reservados del estudio. 

Sus derechos principalmente vulnerados son la integridad física, psíquica y sexual, seguido por el derecho a la educación, trabajo, y vivienda. Esta violencia sucede interrelacionada, es decir, más de un derecho es vulnerado a la vez. Según los datos y testimonios, las agresiones las cometen personas cercanas y familiares de la víctima, seguido del espacio público, laboral, educativo, virtual, instituciones de salud y deportivo. 

“La mamá al enterarse que estaba con una chica la sacó de la casa golpeándola y diciéndole que la va a matar por gustarle las mujeres y que prefiere verla muerta a que sea así”, dice otro de los testimonios de la investigación. 

Los abusos que sufren mujeres lesbianas, bisexuales y personas trans, generalmente, no son denunciados. La razón principal es que sus parientes o personas conocidas son quienes las agreden y, en la mayoría de los casos, son ellos mismos quienes las mantienen económicamente o tienen un vínculo afectivo fuerte.  

Además, existe mucha desconfianza hacia el sistema de justicia por el maltrato que reciben por parte de funcionarios públicos, quienes no saben cómo atender este tipo de situaciones de discriminación por orientación sexual, y aun menos, tener un enfoque de género al momento de recibir la denuncia.

En este sentido, organizaciones de la sociedad civil agrupadas alrededor del proyecto Rostros de la Diversidad exigen al Estado ecuatoriano el reconocimiento de la violencia con esta especificidad, que afecta de manera particular a las mujeres lesbianas, bisexuales y personas  trans. 

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Sin olvidar que es la sociedad, en conjunto, la que puede avanzar en derechos humanos y tomar conciencia de la situación de esta población, a quienes se debe también garantizar una vida plena y libre, sin exclusión y, sobre todo, con dignidad.