Debe ser que estos últimos días han pasado lento (len-tí-si-mo) o que después de tantos meses de covid en nuestras vidas, estoy ansiosa de saborear los días que teníamos antes del virus —no sé bien qué es, pero la cosa es que no he dejado de pensar en el sabor de la pimienta sichuan.
Hace una semana, verán, llegó a mi bandeja de entrada un ensordecedor resultado positivo que anonadó por unos —largos— segundos y que luego reventó en un mar de llamadas, indicaciones pero, sobre todo, incertidumbres. Ahora agradezco que esa pausa silenciosa y calmada está a punto de culminar.
— Estoy bien, ma.
Mi más reciente confinamiento me ha llevado a pensar una vez más en la suerte de poder tener placeres cotidianos sin tanto esfuerzo y no pude evitar acordarme de la vez que probé la especie más rica y extraña del mundo: la pimienta sichuan. Esa primera experiencia fue mágica. Por eso, hace unos días —justo antes de que me entregaran mi diagnóstico— compré una bolsita con muchas pepitas negras y me obsesioné: vainitas sichuan, pescado sichuan, camarones sichuan, todo sichuan.
— ¿Has perdido el gusto, el olfato?
— No realmente.
Uno de los principales síntomas del covid es la pérdida del gusto y agradezco no haberlo sentido, ni siquiera momentáneamente. ¿Cómo alguien puede vivir sin saborear? Comer una pepita de pimienta sichuan es como abrir un portal hacia días frescos y emocionantes, sin mascarillas, saboreando el aire libre. ¿Se acuerdan? Claro que lo hacen. Esa bolsita contiene toda la libertad que necesito estos días. La pimienta se quedó solita en la alacena de la cocina.
— Allí ya no puedes entrar.
La gran constante en estos días de encierro, además del hambre, ha sido la gratitud: sé que para mucha gente esta ha sido una enfermedad terrible, durísima, que ha costado vidas, que han significado días, semanas y meses de angustia y dolor. Yo, en cambio, no sentí más que la soledad del confinamiento. Ahora tengo algo más por lo que agradecer: estoy bien, estoy viva y con mis cinco sentidos intactos, saboreando con los ojos, la nariz, los oídos —en fin, con todos, como si fueran nuevos.
Vayan por su bolsita de libertad, digo, de pimienta sichuan.
¡Buen provecho!
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Coliflor sichuan
Ingredientes:
1 cabeza de coliflor
2 cucharadas de aceite de maní (o aceite vegetal)
5 chiles secos (opcional)
1/2 cebolla blanca)
4 dientes de ajo picados
1 cucharada de jengibre picado
2 cucharadas de Doubanjiang o pasta de frejoles fermentados picante (opcional)
1 cucharada de pimienta de sichuan
Para la salsa:
1/4 taza de caldo de verduras (o agua)
1 cucharada de salsa de soya
1 cucharadita de azúcar
15 MINUTOS
Corta la coliflor en pedazos pequeños, del tamaño de un bocado.
Mezcle los ingredientes de la salsa en un tazón pequeño.
Calienta el aceite a fuego medio-alto en una sartén grande. Agrega los chiles secos, las cebollas, el ajo y el jengibre. Revuelve unas cuantas veces para liberar la fragancia.
Agrega la pasta de frijoles picantes y la pimienta de sichuan. Deja cocinar y revuelva durante 1 minuto o hasta que los vegetales estén cubiertos por la pasta y la pimienta de manera uniforme. Echa la coliflor al sartén y deja cocinar por 1 minuto.
Vierta la salsa. Revuelve nuevamente para mezclar bien. Cubre la sartén y deja que todo se cocine al vapor hasta que la coliflor esté tierna. Se necesitan 3 a 4 minutos para cocinarla.
Puedes agregar un poco de agua o caldo de verduras si la sartén se seca demasiado. Si todavía hay mucho líquido en la sartén, puedes subir el fuego, cocinar y revolver unas cuantas veces más para que el líquido se evapore.
Sirve caliente como guarnición o plato principal sobre arroz al vapor.