Alrededor de cien días antes del fin del el estado de excepción (que venció el 12 de spetiembre de 2020), varios cantones del Ecuador ya habían cambiado su semáforo de movilidad de rojo a amarillo. El primero fue Palora, en la provincia de Morona Santiago, el 11 de mayo. Desde entonces, otros se fueron sumando. A principios de julio, casi todos habían modificado su semáforo de movilidad. La modificación significa, en términos prácticos, el relajamiento de la cuarentena y una paulatina reapertura de las ciudades a la “nueva normalidad”. Desde entonces, ¿cómo ha evolucionado la pandemia en el país?
Para responder a esa pregunta, usamos los datos oficiales. Es muy probable que las diferencias entre ellos sean, en parte, reflejo de las capacidades de testeo y procesamiento de pruebas de cada cantón. Sin embargo, los datos muestran diferencias considerables en la evolución de los casos.
El cambio de color del semáforo significó un nuevo capítulo en la evolución de la pandemia en dos sentidos. Primero, como se esperaría, el nivel de contagio por habitante para todos los cantones era menor durante el período de confinamiento. Se estimaba, por supuesto, que este nivel iba a aumentar después de relajar las medidas de control. Segundo, las diferencias entre cantones, que ya eran significativas durante el período de confinamiento, se convirtieron en gigantescas después de la flexibilización.
En algunos cantones el aumento de casos ha sido drástico. En otros ha sido moderado. En otros, casi nulo. Estas diferencias son las que permiten ver en dónde la pandemia ha desacelerado su marcha y en dónde continúa avanzando rápidamente.
Hay dos ejemplos que muestran esta diferencia en el impacto de la relajación de las medidas: Palora, en la provincia amazónica de Morona Santiago, y Samborondón, en Guayas.
Samborondón fue, desde el inicio, el cantón que mayor número de casos— confirmados por habitante registraba. El día en que pasó a amarillo, el 18 de mayo, registraba alrededor de 7 casos por cada 1000 habitantes —una cifra considerablemente superior al resto de cantones. A los 118 días del cambio de color del semáforo, Samborondón registraba casi 8 casos por cada 1000 personas. Palora, en cambio, registraba en mayo apenas 2 casos por cada 1000 habitantes. 119 días desués del cambio de color, registra 22 casos por cada 1000 habitantes. Ahora es el cantón que más casos confirmados tiene respecto del tamaño de su población.
Al analizar los datos publicados por el Comité de Operaciones de Emergencia, se observa que durante los primeros 20 días posteriores al cambio de color del semáforo de rojo a amarillo, los casos confirmados por cada 10 mil habitantes se mantuvieron similares al nivel de contagio durante el confinamiento. Sin embargo, a partir del día 40 posterior al cambio de semáforo, las trayectorias de los cantones empezaron a tomar rumbos dramáticamente distintos.
Como los cantones tienen poblaciones distintas, comparamos el crecimiento en el número de casos en relación a sus respectivas poblaciones. Analizamos el incremento de casos confirmados por cada 10 mil habitantes desde el día de la modificación.
Los datos muestran cinco categorías de velocidad de contagio en los cantones. Desde aquellos que prácticamente no han tenido casos nuevos desde que cambiaron de color hasta aquellos en los que el aumento ha sido muy acelerado, que probablemente refleja una capacidad insuficiente para controlar la pandemia tras flexibilizar las medidas de control.
Entre los de muy acelerado crecimiento, Loja, Lago Agrio y La Concordia sobresalen por la cantidad de casos confirmados que registran: alrededor de 3.500, 1.400, y 800. Loja, en particular, ha tenido un crecimiento de casos muy acelerado que no parece detenerse: 63 nuevos casos por cada 10 mil personas en el último mes.
El resto de cantones en esta categoría registra, hasta ahora, menos de 400 casos desde el inicio de la pandemia. Sus tasas son elevadas porque los casos nuevos detectados son bastantes en relación a sus muy pequeñas poblaciones. Ese es el caso de varios cantones de Morona Santiago, como Palora o Gualaquiza.
En Quito, Cuenca, Santo Domingo, Ambato y Machala la velocidad de propagación ha sido acelerada. La capital, en particular, concentra la quinta parte de todos los casos en el país. Ha tenido un aumento de 69 casos por cada 10.000 habitantes desde que cambió de color el 3 de junio. Sólo entre el 1 de agosto y el 6 de septiembre, registró 33 casos nuevos por cada 10 mil personas. El aumento en Quito en agosto fue más rápido que el de julio, que fue más rápido que el de junio.
Riobamba y Babahoyo son los dos cantones con el mayor número de casos en la categoría de velocidad moderada. Riobamba registraba menos de 1.500 casos y ha aumentado 45 casos por cada 10 mil personas desde que pasó a color amarillo. Babahoyo registra hoy menos de mil 200 casos, y ha aumentado 30 casos por cada 10 mil habitantes desde su cambio de color.
Por último, los cantones en las categorías de crecimiento lento y casi nulo son casi todos cantones de Guayas, Santa Elena y Los Ríos —precisamente aquellos que fueron los más golpeados durante los meses de marzo y abril, al inicio de la pandemia.
Guayaquil, por ejemplo, el segundo cantón en número de casos confirmados a nivel nacional, ha aumentado apenas 13 por cada 10 mil personas desde que cambió de color a amarillo. Esto permite suponer que la oleada inicial está bajando.
Estos datos indican entonces que la flexibilización de las medidas de control con el cambio de semáforo entre los meses de mayo y julio disparó, paradójicamente, un aumento acelerado de casos en algunos cantones, mientras que provocó aumentos moderados, lentos y hasta prácticamente nulos en otros.
Esto revela que, en muchos territorios, probablemente esas medidas de relajación no fueron acertadas y pudieron haber producido casos potencialmente prevenibles si se hubiera mantenido el confinamiento inicial.
Hoy, a mediados de septiembre, el panorama nacional del virus muestra que los cantones que fueron los más afectados al inicio de la pandemia hoy son aquellos en donde el virus se propaga más lentamente. El siguiente mapa muestra estos contrastes.
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Por otro lado, cantones como Quito, Santo Domingo, Loja y Cuenca —para referirnos a las ciudades con mayor número de casos parecen todavía estar en trayectorias de aumento acelerado que, en algunos casos, no parecen aplacarse, lo cual es congruente con la persistente saturación de las camas de cuidados intensivos en, por ejemplo, Quito.
Con este panorama se inaugura una nueva fase en la evolución de la pandemia en el Ecuador, en donde la regulación de las acciones de prevención depende de los gobiernos locales. Una mirada retrospectiva a lo ocurrido desde la primera vez que se relajaron los controles muestra qué ha pasado en cada ciudad. La evidencia debería instar a reformular las acciones de política pública de prevención de los gobiernos locales anticipándose a una posible segunda oleada de la pandemia.