Mi amiga está saliendo con un cocinero (debe ser por eso que ahora mi strudel no le parece tan rico como antes) y la primera vez que supe de él fue hablando de las ciento un formas distintas en cocinar un huevo.
— Dice que para ser chef, tienes que saber preparar un huevo en 101 formas diferentes.
— ¡No puede ser verdad!
Omelette, frito, tibio, escalfado, a la copa, ¿dentro de un pastel cuenta? ¿y si es en mayonesa? ¿En realidad existen 101 maneras de preparar un huevo? No creo, seguro se está inventando— En vez de interesarme por el romance de mi amiga, me quedé con más dudas que certezas.
A lo largo de los años, he tenido una relación muy tirante con el huevo: nunca fue mi favorito y la frase “el huevo sabe mucho a… huevo” me definió hasta la adolescencia. Pero, hey, ya crecí: ahora soy una adulta “gourmand” y el huevo forma parte importante del repertorio de mis desayunos y comidas favoritas. Aunque mis habilidades preparándolo aún dejan mucho que desear.
Era verdad lo que decía el romántico cocinero queriendo enamorar a mi amiga: en los años 1800, el chef más chef que existía en ese entonces, Antonin Carême, fue el primero en crear el uniforme de cocina y el popular gorro blanco. La leyenda cuenta que el gorro tiene ciento un dobleces y cada uno representa una forma de preparar un huevo. —¡Buuuum! (emoji de cerebro explotando)—
El título chef se lo gana el líder de cocina gracias a su experiencia y no es coincidencia que esto esté simbolizado en las cien formas de hacer un huevo. Podría parecer paradójico: un huevo en apariencia es algo que se prepara fácilmente, pero en realidad es un engaño. El huevo requiere preparaciones simples pero con perfección milimétrica.
Dominar el arte de preparar huevos es, me atrevería a decir, dominar el arte de la cocina. Lo siento Antonin, los huevos fritos definitivamente no son mi fortaleza y, hasta ayer siempre hice el huevo escalfado con una pequeña ayuda (cof, trampa, cof): un pedacito de papel film.
De hecho, esta receta fue mi primer intento de prepararlo en la forma tradicional, es decir, echar el huevo en una olla con agua casi hirviendo y dejar que se cocine con el movimiento de un remolino. Inténtenlo amigos, verán una galaxia creándose cuando el huevo topa el remolino de agua y se envuelve, como si fuera un universo.
Estoy a cien formas de convertirme en una chef :)
¡Buen provecho!
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Tostadas con huevos escalfados, tocino y queso manchego
Ingredientes:
2 huevos
2 tostadas de pan
4 tiras de tocino
4 lascas de queso manchego
Mayonesa casera al gusto
2 cucharadas de vinagre
¼ de cebolla paiteña picada
2 PORCIONES / 20 MINUTOS
Para los huevos escalfados:
En una olla pon el agua con las dos cucharadas de vinagre a hervir. Cuando el agua empiece a burbujear, crea un remolino con una cuchara de cocina u otro utensilio que sirva para el efecto.
Cuando tengas un remolino consistente, con mucho cuidado agrega el huevo, cuya clara deberá girar envolviendo a la yema. Calcula entre dos y tres minutos (mejor si usas un cronómetro), según prefieras mayor o menor cocción del huevo, y luego retíralo con mucho cuidado, fijándote que se escurra cualquier exceso de agua.
Para emplatar todo, colócalo sobre la tostada de pan y agrega sobre el huevo pochado el queso, que por el calor del huevo se derretirá ligeramente. Al final, cruza sobre el queso el tocino. Después, agrega la cebolla encima de todo y agrégale la mayonesa encima (la cantidad de mayonesa ya queda a tu decisión).