No sé cuántas veces he visto esta deliciosa escena de Inglourious Basterds, la brillante película de Quentin Tarantino. Ciertas noches, sola con mi laptop, vuelvo a Youtube y doy play una y otra vez para ver la belleza de una porción de strudel servido con crème fraîche en un café de París de los años 40. Son pocos minutos de cine que capturan a la perfección frágiles detalles como nadie: el delicado sonido de  la masa quebrándose, el garçon sirviendo la perfecta nubecita de crema y, claro, el coronel del ejército nazi Hans Landa atacando su porción con un cigarrillo encendido. 

Preparar este postre nacido entre las montañas de Austria no es cosa de ficción. Lo que se ha escrito sobre sus capas y capas de compleja personalidad es real: hay que manejarlo a la vez con delicadeza, disciplina, fuerza y cariño.

Hacer strudel es alquimia de precisión: pocos ingredientes se combinan y recombinan, estirándolos de a poco hasta obtener una majestuosa masa delgada y elástica. Después, magia: hornear para un resultado dorado y perfecto. Pienso en las hermosas capas del strudel como analogías de las virtudes de quien lo creó: una viennoiserie tan delicada tuvo que nacer de la imaginación de alguien realmente especial. Es medianoche y, entre play y play,  pienso en el inmenso trabajo del director de arte de la película para llevar la delicada belleza de una porción de strudel a una enorme pantalla.

Hace poco descubrí que strudel significa remolino en alemán, forma circular característica en la que se envuelve su masa y se combina con el relleno de manzana, visible cuando se corta una rodaja. Quien lo bautizó lo tenía muy claro: una espiral de capas que te envuelven sin posibilidad alguna de escapar a la fuerza de su sabor. El único remolino donde te quieres perder y luego repetir la experiencia.

El tiempo y paciencia requeridos para esta película llamada strudel se vuelve un ejercicio de relajación. Créanme: estirar la masa, doblarla, y estirarla de nuevo son movimientos de yoga avanzado. Su final extraordinario merece un Oscar a nuestra dedicación. La receta a continuación es una versión ligeramente más sencilla que la original, porque todos tenemos derecho al sabor de un strudel sin necesidad de enfrentarnos a nazis desquiciados o regresar ochenta años en el tiempo.

¡Buen provecho!

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Strudel de Manzana

Receta fácil Strudel de Manzana

Ingrendientes:
1/4 taza de mantequilla sin sal, derretida
1 1/2 tazas de harina
1 pizca de sal
1/3 taza de agua tibia
1/3 taza de pasas
2 cucharadas de ron
4 manzanas medianas
1 cucharada de jugo de limón
2 cucharaditas de canela molida
1/2 taza de azúcar granulada
1/4 taza de frutos secos (opcional)
1 cucharadita de extracto de vainilla

8 PORCIONES / 1 HORA 30 MINUTOS

Precalienta el horno a 180 ° C.

Mezcla la mantequilla derretida, la harina, la sal y el agua tibia hasta que se forme una masa suave y elástica. En una olla pequeña con tapa hierve un poco de agua, vacíala y sécala con un paño de cocina. Forra la olla con papel pergamino y coloca la masa. Tapa la olla y reposar durante 30 minutos a temperatura ambiente.

En un tazón pequeño combina las pasas y el ron. Déjalas reposar por 30 minutos y luego escúrrelas.

Pela, descorazona y corta las manzanas en pequeñas franjas y mézclalas con el jugo de limón, la canela, el azúcar, las pasas, los frutos secos y el extracto de vainilla.

Estira la masa sobre un mantel con las manos enharinadas y un rodillo hasta obtener una masa lo más delgada que puedas, de aproximadamente 40 x 30 cm. Pincela con un poco de mantequilla derretida.

En uno de los extremos más largos. agrega el relleno de manzana con una cuchara, formando una línea. Dobla la masa encima del relleno y con la ayuda del mantel, enrolla el strudel. Dobla hacia adentro los extremos de la masa.

Con cuidado, transfiere el strudel a una bandeja para hornear. Hornea por 50 minutos, pincelando la masa con mantequilla cada 20 minutos.

Puedes servir el strudel con azúcar impalpable, crema chantilly o helado de vainilla.