Rara vez, gente como Rafa aparece en la televisión. Rafa tiene 18 años, vive en São Paulo, es pansexual y su identidad de género está fuera de las categorías de hombre y mujer. Rafa es el personaje principal de la nueva serie brasileña original de HBO TODXS NÓS. Es la primera vez que una producción televisiva original latinoamericana es protagonizada por una persona que se define como no-binario. Aunque es un paso hacia una mejor y mayor representación de la diversidad sexual en televisión —abierta, de cable o por streaming—, aún queda mucho por hacer para producir retratos genuinos de las personas de la comunidad LGBTI+.
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Cómo estamos representados en la televisión importa porque es una de las formas más directas en que nos proyectamos hacia los demás. La Alianza de Gays y Lesbianas contra la difamación (o GLAAD, por sus siglas en inglés) produce Where we are on TV, un análisis anual sobre la presencia y representación de la comunidad LGBTI+ en televisión. En 2019, de los 879 personajes regulares de la televisión abierta, 90 son parte de la diversidad sexual. Es la cifra más alta en los 15 años que lleva el reporte. En cable, hubo siete personajes LGBTI+ más que el año pasado. Y en las plataformas de streaming —como Netflix, Hulu y Amazon— hay 41 más que en 2018. Son 458 personajes de sexualidades diversas en la programación analizada. Pero, volviendo a Rafa, la representación de la población no-binaria creció apenas un 0,1%: no toda la comunidad encuentra los mismos espacios en las pantallas de mundo.
E incluso, cuando las cifras muestran progreso, no hablan necesariamente de la calidad de las historias contadas. Cómo se presentan a los personajes LGBTI+ puede marcar la diferencia cuando se trata de aceptación, inclusión y la eliminación de los prejuicios. Según un estudio de la Universidad Southwestern, incluir modelos positivos en la televisión y el cine tiene efectos postivos en la aceptación de la diversidad sexual . No solo alcanza con contar las historias de los personajes que representan a quienes fueron marginados por décadas, hay que hacerlo bien. GLAAD analiza cuán profundas o complejas son las historias de los personajes, el tiempo que tienen para desarrollarse, quién los interpreta y cómo es esa interpretación.
Muchas veces, estos personajes hacen más daño que bien. Por décadas la tendencia “entierra a tus gays” provocó que las personajes LGBTI+, especialmente mujeres queer, mueran. Empezó en la literatura de finales del siglo XIX. En esa época, si en las historias había una pareja del mismo sexo, uno se moría, y el otro se daba cuenta de que nunca fue homosexual. El sobreviviente, con frecuencia, regresaba a los brazos de su amante heterosexual. Era un artilugio para escribir sobre personajes homosexuales sin infringir los mandatos sociales de la época.
Con la invención del cine, los gays fueron enterrados en la pantalla grande. Y, cuando llegó la televisión, en una mucha más chica pero también mucho más omnipresente en la vida cotidiana. En la televisión, afectó con especial fuerza a las mujeres. Es como si hubiese habido un acuerdo tácito: solo se podía crear personajes LGBTI+ que no tuviesen un final feliz, más aún si eran mujeres. Autostradle, un medio digital especializado en mujeres queer, publicó un análisis de las mujeres lesbianas y bisexuale que se murieron (y cómo murieron) en TV. Desde 1976, doscientas diez lesbianas y mujeres bisexuales. Muchas de ellas, de forma muy violenta.
Las mujeres de la comunidad LGBTI+ no son las únicas pobremente representadas en televisión. La transfobia (el odio a las personas transgénero) sigue vigente: no se ha podido erradicar de la pantalla (ni de las calles). En 2018, la mayoría de personajes trans estaban en la programación de las plataformas de streaming, pero tenían problemas. Cuatro de esos personajes eran interpretados estaban “mal escritos, cayendo en estereotipos ofensivos sobre las personas transgénero”, explica el reporte de GLAAD de 2019.
“En el cine y las series es complicado ver a una mujer trans fuera del papel de trabajadora sexual” dice Devy Andreina Grijalva, comunicadora comunitaria y activista trans. En 2015, Grijalva interpretó a una trabajadora sexual en un cortometraje. “No está mal, porque actualmente el trabajo sexual sigue siendo el modus vivendi de muchas mujeres trans”, dice (el 13% de la comunidad trans a nivel mundial ha participado en trabajos sexuales). Sin embargo, Grijalva dice que “nunca se podrá representar realmente lo que el trabajo sexual involucra para la comunidad trans y los riesgos que involucra.”
Otro problema, es que los personajes suelen ser interpretados por actores cis género (personas identificadas con el género de su sexo biológico). Alguien podría decir que actuar es precisamente una representación de lo que no se es, pero a nadie se le ocurriría pintar de negro a un blanco para que haga un personaje de un afrodescendiente, ni lo maquillaría para que represente a un asiático —ambas fueeron prácticas comunes en el cine. Como a Gus en El nacimiento de una nación, o el Señor Yunioshi en Desayuno en Tiffany’s. Según Grijalva, cuando los actores cis género interpretan a trans, como en ¿Reinas o reyes?, una película de 1995, protagonizada por Patrick Swayze, John Leguizamo y Wesley Snipes, hay problemas de de interpretación. “Lo que se siente ser trans no es tan fácil de actuar”, dice Grijalva.
Como una herramienta para solucionar el problema, GLAAD presentó la guía TRANSformHollywood, Es una compilación de buenas prácticas para contar estas historias, comprometerse a mejorar la representación transgénero y a incluir creativos transgénero en la producción de sus películas y series. En agosto de 2018, más de 45 compañías productoras, grandes y pequeñas, de los Estados Unidos firmaron el protocolo. Hay esperanza.
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Pero la esperanza aún está lejos de nuestro país. En Ecuador, la representación de las distintas sexualidades es casi inexistente. Según Zoom in, un análisis de medios y representación del Proyecto Zoom, menos del 1% de personajes en televisión abierta local son hombres gays. Las lesbianas, trans y bisexuales no existen en la programación nacional. Es una realidad paradójica: solo un 30% de la población LGBTI+ ecuatoriana son hombres gays, el resto pertenece a otras comunidades de la diversidad sexual. Pero ese 70% no sale en pantalla.
José Miguel Campi, uno de los directores del proyecto, dice que la representación LGBTI+ en Ecuador “está estancada en más o menos los años 50, en comparación a Estados Unidos.”. Mientras varios países —Canadá, Inglaterra, Brasil, entre otros— ya tiene mayor diversidad en los elencos de su programación, en el Ecuador seguimos ahogándonos en dos males: la invisibilidad y los estereotipos.
Esos retratos estereotípicos son tan frecuentes que hasta han sido clasificados. El experto en cine, Richard Dyer, tiene la teoría de que los personajes LGBTI+ tienden a caer en cuatro estereotipos. El primero es el “hombre joven y triste” (una evolución del “entierra a tus gays” en la que la homosexualidad está ligada a historias trágicas, una suerte de “masculinidad fracasada”, dice Campi). El segundo es el inbetweenism en el que los personajes gays son caricaturescamente afeminados. El tercero es aquél en que las mujeres lesbianas son presentadas como exageradamente masculinas. El último es el bisexual confundido, en el que básicamente el bisexualismo es visto como una forma de experimentación promiscua y no como una verdadera orientación sexual.
Campi dice que los dos primeros aparecen con frecuencia en la programación ecuatoriana. Pone como ejemplos de inbetweenism a los personajes de La Melo, interpretado por David Reinoso a finales de los 90s (época en la que se despenalizó la homosexualidad en Ecuador) y La Michi, de Víctor Arauz (una versión millenial de La Melo, que apareció en 2014). Ambos personajes hacen giras por todo el país, insistiendo en representaciones de estereotipos peligrosos. Jenny Pontón, experta en estudios de género de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), dice que en la representación de personajes gays en la televisión ecuatoriana quedan muchos rezagos de la estigmatización de los homosexuales que se vivía el siglo anterior y de la violencia de género que se vive hasta el día de hoy. “Ser hombre es negar todo lo femenino”, dice Pontón, “porque todo lo femenino es degradado”. La burla televisada es una de esas formas de negación.
Es un círculo vicioso entre guionistas y consumidores: los unos siguen consumiendo los que los otros producen, que siguen produciendo lo que producen porque los otros lo consumen. En 2018, la audiencia votó para que Jaquna, un personaje homosexual de la serie Cuatro Cuartos de TC Televisión, muriese. Jaquna fue atacado por ser gay. La escena de su muerte duró más de diez minutos y está repleta de comentarios homofóbicos y violencia física.
Condenada por su público, Jaquna murió en la ficción pero en la realidad es evidencia de la violencia simbólica. En 1994, el sociólogo francés Pierre Bourdieu le dio ese nombre a las relaciones desiguales de poder que fortalecen estereotipos sin que nos demos cuenta. Las agresiones no tienen que ser físicas para que hagan daño. “Es la violencia que habita en el tejido de lo invisible”, dijo Bourdieu. En Ecuador, a esta violencia suele minimizársela: “solo es un chiste”, “no exageres”.
El lenguaje permite una expresión cotidiana de la violencia simbólica. La homosexualidad sigue siendo usada como un insulto, especialmente entre hombres, según Pontón. “Siempre se está satanizando todo lo que tiene que ver con estas diversidades”.
La representación importa, y mucho. Aunque las cifras de diversidad en la televisión extranjera aumentan cada año, la mayoría de los ecuatorianos recurre a medios locales para informarse y entretenerse, según Campi. “Si solo tengo acceso a medios locales, la idea que construyo sobre la diversidad está limitada por lo que he visto”, dice. “La idea que yo voy a tener de cómo se portan las personas LGBT y cómo deben actuar va a ser mediada por la Melo y la Michi”, dice Campi. Si ese es el único retrato que miles de ecuatorianos ven de las personas de la diversidad, caerán con facilidad en la conclusión falaz de que así son todos quienes son parte de la comunidad LGBTI+.
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Cuando la investigación de GLAAD empezó en 2005, los personajes LGBTI+ representaban menos del 2% de todos los personajes en televisión abierta. Seis años después, aumentó a 2,9%. Desde entonces, el incremento ha sido más rápido. En 2018, GLAAD le planteó a los directores de las principales productoras de series una meta de representación de la diversidad: el 10% en 2020.
Las cadenas lograron cumplir la meta en menos de un año y esperan que el porcentaje siga aumentando. TODXS NÓS todavía no tiene fecha de estreno confirmada, pero se espera que se estrene el año entrante y Rafa sea uno de los nuevos personajes LGBTI+ que se cuenten en el informe de GLAAD de 2020.
En Ecuador nos quedamos muy atrás. Para José Miguel Campi se avanza lento, pero no pierde la esperanza de un país mejor. “Si no creyéramos que el mundo puede cambiar no tendría mucho sentido seguir en él”, dice. En 2016 se firmó un acuerdo con la Asociación de Canales de Televisión del Ecuador para ofrecerle capacitaciones gratuitas sobre representación. Pero no se ha logrado llegar a la cantidad de medios que querían cubrir, porque “es una capacitación nacional voluntaria” dice Campi. Así que dependen de la disposición que tengan los canales.
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Aunque no se haya cumplido capacitar a todos, cree que están por buen camino. “Ya que haya un acuerdo y medios que hayan reconocido que existe un problema es bastantísimo”, dice Campi. Sobre estas bases se puede empezar a construir un cambio. Para llegar a un Ecuador con menos Melo y Minchi y más diversidad hay que seguir trabajando.