El 26 de julio de 2019, Juan Rodríguez dejó a sus gemelos de un año en su auto. Ese día la temperatura era alta y los dos niños murieron en el auto. Desde entonces, Rodríguez no sale de su incredulidad mientras lucha por comprender cómo pudo haberse olvidado de dejarlos en la guardería.

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Libre bajo fianza después de ser acusado de homicidio involuntario y rebasado por la tristeza, le dijo a un amigo cercano que creía haber dejado a los niños en la guardería a pesar de que no lo hizo. “No podía explicarlo”, dijo Alfredo Angueira, su amigo. “En su mente los había dejado”.

El domingo, Rodríguez llamó a David Diamond, profesor de psicología en Florida que estudia por qué los papás amorosos olvidan a sus hijos en el auto. Rodríguez, dijo el doctor Diamond, no podía comprender su propio fallo de memoria. “Él pensaba que era la única persona que había hecho esto”, dijo en una entrevista.

Diamond dice que le dijo a Rodríguez que cientos de padres también han dejado a sus hijos en autos con una temperatura muy alta con resultados igualmente trágicos. Le ha sucedido a médicos, contadores y maestros: desde 1998, unos 440 niños en Estados Unidos han muerto por golpe de calor después de que se olvidaran de ellos en el auto. En general, no es por falta de amor, dijo Diamond, sino por el modo en que funciona la memoria humana. “Creo que esto le ha ayudado en su momento de duelo”, dijo “comprender cómo es posible que haya hecho esto”.

Rodríguez no ha hablado en público. Pero los comentarios de Angueira y de Diamond ofrecen una primera mirada al modo en que el hombre está lidiando con la devastadora realidad de haber causado la muerte de sus hijos.

Rodríguez, residente del condado Rockland, Nueva York, le dijo a la policía que supuso que había dejado a los bebés. Dijo que llegó a su trabajo en el Bronx a las ocho de la mañana y completó su turno como consejero en un hospital de veteranos. Había emprendido el regreso en auto a su casa a las cuatro de la tarde cuando descubrió que los gemelos seguían en los asientos para bebé mirando hacia atrás, y que ya no respiraban, dijo la policía. Salió del auto y gritó, lo que alarmó a los transeúntes. “Me quedé en blanco”, le dijo a la policía, “¡Maté a mis bebés!”.

Su esposa Marissa A. Rodríguez, lo está apoyando al reconocer que fue un accidente horrible. El domingo dijo en un comunicado que las muertes eran su “peor pesadilla”. “Aunque me duele más de lo que imaginé posible, aún amo a mi esposo”, dijo Rodríguez. “Es una buena persona y un gran padre; sé que jamás habría hecho nada para dañar intencionalmente a nuestros hijos”.

El doctor Diamond explicó que alrededor de la mitad de los niños que habían sido dejados por error en autos desde 1998 murieron en circunstancias muy similares a las de Luna y Phoenix, los hijos de Rodríguez: un padre o cuidador que debía llevarlos a la guardería o a la escuela preescolar, pero se olvidó y los dejó en el auto.

En Estados Unidos, julio es el mes en el que más niños mueren por golpe de calor en los automóviles, según datos sobre muertes en autos calientes compilados por Jan Null, meteorólogo de la Universidad Estatal de San José. Los jueves y viernes son los días más comunes para esas tragedias.

Era viernes cuando Rodríguez, de 39 años y veterano de la Guardia Nacional desde hace 22, dejó a sus hijos en el auto. “Concuerda con los mismos patrones que hemos visto en muchos de estos casos de niños olvidados”, dijo Null, el fundador de noheatstroke.org que busca salvar vidas infantiles. “Era un buen padre que, por algún motivo, fue al trabajo, y no se acordó de que no había dejado a sus hijos”.

En estos casos, es común que los padres tengan el falso recuerdo de que han dejado a los niños en un lugar seguro, según los investigadores. Hay padres que incluso han vuelto a la guardería a recoger a sus niños solo para darse cuenta de que estaban en el asiento trasero, sin vida, explicó Diamond.

Los investigadores dicen que el problema ha empeorado desde mitad de los años noventa. En esa época, las preocupaciones de seguridad sobre las bolsas de aire y los accidentes llevó a los expertos a recomendar que los asientos para bebé vayan en el asiento trasero y a menudo mirando hacia atrás. La recomendación deja a los niños fuera del campo de visión del conductor.

Estos fallos de memoria, dijo Diamond, tienen que ver con el modo en que funciona el cerebro humano. Cuando las personas conducen en una ruta familiar, tienden a ir en piloto automático, un estado habitual que les permite hacer varias cosas a la vez, como conversar. Pero dicho estado también suprime una parte de la conciencia de orden superior que les permite recordar que tenían planes.

La gente olvida a los niños en los autos, dijo, por el mismo motivo por el que algunas van directo a casa en lugar de detenerse en el supermercado a pesar de que era su intención original. A menudo, se requiere de una pista para devolver a los conductores a la plena conciencia que les permita recordar lo que habían planeado. El estrés y la falta de sueño pueden hacer que estos fallos de memoria sean más comunes, dijo.

La muerte pediátrica en un auto con temperatura alta puede suceder rápidamente. En un día con 30 grados Celsius, como aquel 26 de julio en Nueva York, la temperatura dentro de un auto puede llegar a 46 grados Celsius en solo veinte minutos. Después de media hora, la temperatura alcanza 48 grados Celsius, dijo Null. Incluso. si la temperatura exterior ronda los 15 grados Celsius, las temperaturas dentro de los autos pueden llegar muy pronto a niveles inseguros para niños y mascotas por cómo los vehículos retienen el calor.

El médico forense encontró que los cuerpos de Phoenix y Luna tenían una temperatura corporal de 42 grados Celsius al momento de su muerte, lo que ocasionó que sus órganos fallaran. Días después, un niño de 2 años murió en una camioneta con alta temperatura estacionada fuera de una guardería infantil en Oakland Park, Florida. Es la vigesimocuarta víctima infantil en 2019 en Estados Unidos.

La mayoría de los esfuerzos para prevenir estas muertes —en promedio 38 al año en Estados Unidos— se centran en recordar a quienes conducen que revisen a sus hijos. Una idea simple es que los cuidadores se comprometan a alertar a los padres si un niño no llega al centro educativo o guardería tal como estaba planeado.

Existen también soluciones tecnológicas: un detector de movimiento que identifique incluso los movimientos más leves en un auto cuando quien conduce se baja. Un proyecto de ley haría obligatorio que se instale tecnología que al menos recuerde a los conductores revisar el asiento trasero al bajar.

Según la investigación de Null, el 54% de los 795 niños que murieron de golpe de calor entre 1998 y 2018 murieron por descuido de sus cuidadores. El resto se había subido al auto por sí mismo, estaba atrapado (26%) o fue abandonado a propósito en el vehículo (19%).

La decisión de enjuiciar a los padres por olvidar a sus hijos en el auto es determinada por el fiscal de distrito. En el caso de Rodríguez, ha sido acusado de dos cargos de homicidio involuntario, de homicidio negligente y de poner en peligro el bienestar de un menor de edad.

El amigo de Rodríguez, Anguiera, de 42 años, dijo que lo conoce desde hace unos veinte años y lo describió como un padre responsable que sirvió en el ejército de Estados Unidos en Kuwait hasta marzo de 2017, cuando se lesionó una pierna. Después se graduó de una maestría en trabajo social en la Universidad Estatal de Nueva York en Albany. Rodríguez creció en Washington Heights y el Bronx, y todavía es miembro de la Guardia Nacional. Es padre de otros dos hijos —de 12 y 16 años— de una relación anterior y un padre dedicado cuya página de Facebook, dicen sus amigos, estaba llena de fotografías familiares.

Cada quince días, los fines de semana, iba hasta Albany para recoger a sus hijos mayores y a veces acudía a la guardería de sus hijos menores a la hora del almuerzo para comer con ellos, dijeron sus amigos. Este mes había rentado un juego inflable y una máquina de algodón de dulce para una gran fiesta por el primer cumpleaños de los gemelos.

La mañana del viernes, Rodríguez salió de su casa en New City, Nueva York, con los gemelos y su hermano de 4 años, Tristan, en el auto, dijo Angueira. Estaba cansado y contento de que la semana llegara a su fin. Llevó a Tristan a su guardería, pero luego se olvidó de dejar a los gemelos. De ahí condujo hasta el Bronx y dejó su auto en un estacionamiento soleado.

Linda Ruban, una amiga de Rodríguez que ha trabajado una década con él, dijo que el padre no puede comer ni dormir. “No puedo creer que se me olvidara esto, son mis hijos”, le ha dicho.


©The New York Times 2019