Tener un librero de cabecera debería ser una necesidad tan evidente como tener un médico de confianza. Mónica Varea ejerce el oficio  de curar lecturas, seleccionar  y recomendar libros desde Rayuela, quizá la librería más feliz, acogedora e importante de Quito. 

Varea —que lleva ya treinta años en el mundo de los libros— fundó Rayuela hace poco más de una década. Ahí se ha atrincherado para tratar de promover la literatura ecuatoriana, desde ahí, también, se niega a vender libros de esoterismo o autoayuda. Dice que su responsabilidad como librera es formar lectores algo que hace en una época donde las grandes cadenas de venta de libros amenazan las librerías personalísimas como la Rayuela quiteña. 

Varea dice que, como todo oficio, tiene cosas buenas y malas. «Lo bueno de los libros, siempre serán los lectores, y lo malo, lo poco que se lee».