Las imágenes de un hombre amenazando con un cuchillo a una mujer embarazada —según las autoridades eran pareja— se viralizaron. Sucedió en pleno centro de Ibarra, en el norte de Ecuador, la noche del sábado 19 de enero de 2019. La Policía llegó, pero fue incapaz de controlar la situación. La rehén, Diana Carolina, fue asesinada ante la mirada impávida de autoridades y decenas de ciudadanos. Cinco días antes, el país se estremeció con el crimen contra Martha, una mujer de 35 años, a la que tres hombres —dos de ellos, supuestamente sus amigos— drogaron, violaron y casi asesinaron en un bar en Quito. La diferencia es que en Ibarra, el agresor es venezolano. Una pira xenofóbica de absurdas proporciones se encendió en el centro del Ecuador. Fue replicada en redes sociales y contagió al presidente del Ecuador.

Lenín Moreno, como pocas veces, habló. El hombre que gobierna casi en las sombras, que no habla sobre temas trascedentales, decidió abrir los dedos para tuitear una serie de medidas que terminaron por desbocar a las turbas en Ibarra. Moreno anunció la conformación de brigadas para, según él, controlar la situación legal de los inmigrantes venezolanos en los lugares de trabajo y en las fronteras. Dijo, también, que analizará la posibilidad de crear un permiso especial de ingreso al país. Sí. Esa es la respuesta del hombre al que —incluso cuando la pregunta va sobre otra cosa— le encanta hablar del amor al prójimo, de la ternura, de la solidaridad, de la hermandad.

En una sociedad incapaz verse a sí misma como machista y violenta no debería sorprendernos lo que pasó después. Hubo agresiones a venezolanos en Ibarra,  turbas obligando a gente inocente a desalojar albergues. Nadie parece recordar —o resulta mejor olvidar— que los agresores de Martha son ecuatorianos. Igual que los de Karina Del Pozo, asesinada en 2013. O los de cientos de mujeres que mueren a diario en manos de sus parejas, amigos, parientes.

Moreno pudo usar el incidente como un ejemplo de los males que el Ecuador tiene que curarse.

En  el estudio El racismo en el Ecuador: un problema de identidad de José Almeida Vinueza, se explica que el racismo en el Ecuador está normalizado y, por tanto, invisibilizado. Como alguien que no se ha bañado en semanas ya no nota que huele mal, así nos pasa con el racismo: el Ecuador hiede a xenofobia. El trabajo de un presidente responsable es —era, la oportunidad se fue ya por el caño— ayudarnos a lavarnos.

¿Cómo se explica que el gobierno se concentre en la nacionalidad de un agresor y no en el problema de fondo?

Solo hay dos explicaciones posibles: la ignorancia o la demagogia. En realidad, hay una tercera, que es la peor posible: una combinación de las anteriores.

Con una capacidad asombrosa para evadir el tema central, la violencia de género, Moreno prefirió una respuesta incendiaria. En lugar de sedar a la bestia, Moreno eligió alimentarla. En lugar de afrontar el problema desde donde corresponde, replicó la salida xenófoba y del miedo que otros países ya han aplicado: Estados Unidos con Trump, Brasil con Bolsonaro.

Para la noche del domingo, las imágenes de la violencia contra venezolanos estaban por todos los recodos de las redes sociales: venezolanos expulsados a gritos y amenazas en la terminal de buses de Ibarra, turbas afuera del albergue municipal donde varios permanecen refugiados. ¿Y Moreno? En Suiza. ¿Y el gobierno? En silencio. Incluso una cadena nacional anunciada por la Secretaría de Comunicación fue suspendida “por problemas técnicos”.

Temprano, María Paula Romo, Ministra del Interior se trasladó a Ibarra. Allí, rodeada de autoridades policiales  y de la provincia, dio una rueda de prensa en la que explicó que Ibarra está viviendo una situación particular de violencia por la minería ilegal.

Dijo, además, que se debe respaldar a la Policía. “Nadie justifica la inacción de ayer pero es indispensable entender el contexto de la provincia”, dijo. Pero Moreno ya había hecho el anuncio: el gobierno irá en contra de los venezolanos. Se saltó la autoridad de Romo. O la puso contra las cuerdas al adelantarse él a hacer un anuncio.

Entre líneas parece decirle que tiene dos opciones: o se suma a la política de ir a la caza de venezolanos o se va. Total, no le será difícil encontrar alguien dispuesto a darle a una parte del pueblo lo que quiere ver: venganza.