En pocos días más, el Ecuador decide algo más perdurable que solamente un Presidente o un partido político. Quien sea elegido el 19 de febrero no será solamente un servidor público, sino quien dará forma o desfigurará al país, quien dictará con las políticas que implemente el futuro a largo plazo. Una herramienta útil para discernir—pese a que no sea un tema que genere votos—es la política exterior. Se trata de un pilar fundamental sin el cual no se sostiene ningún plan de gobierno. Debe ser consonante con los intereses estratégicos del país y fundamentado en el interés nacional. El análisis de las propuestas de campaña, permite ver cómo el interés nacional es representado desde el enfoque de cada candidato y con distintos niveles de profundidad. Es un concepto que nos ayudará a descifrar en qué medida los aspirantes presidenciales han elaborado una política exterior basada en los objetivos económicos, de seguridad y en el ámbito multilateral (espacio de interacción que involucra la participación de tres o más países).

El momento actual es de aceleración del proceso de la globalización, es decir, del rápido paso al cual el mundo se vuelve cada vez más interconectado. China ha sido un actor vital, ya que su vertiginosa industrialización la convirtió en la ‘fábrica del mundo’ (produce aproximadamente el 20% de todos los bienes que se venden en el mundo). Hoy busca fortalecer el consumo interno y potenciar la exportación de servicios. Para los países de América Latina, el boom industrial chino no solo ha significado abastecerse de productos de manufactura a bajo precio, sino la apertura al mercado más grande del planeta y el acceso a una enorme fuente de inversión para el desarrollo. Pero también es de cambio de la distribución de poder a nivel global, porque pese a que Estados Unidos sigue siendo la única superpotencia militar y económica, ha comenzado a perder su liderazgo indisputado sobre el sistema internacional.

Uno de los devenires más significativos de este fenómeno, al menos para los países en desarrollo, es el financiamiento chino: solo en 2015, el gigante asiático entregó más recursos para de los países de América Latina y el Caribe (ALC), que el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) juntos.

Por otro lado, los países latinoamericanos han estado sujetos a un contexto internacional marcado por una crisis de índole económica, que ha incidido negativamente sobre sus relaciones comerciales y de financiamiento para el desarrollo. En el caso específico de Ecuador, habría que sumar tres factores que han incidido en la disminución del crecimiento económico: la baja de los precios del petróleo, el pago de cerca de mil millones de dólares a OXY y Chevron en 2016, la disminución del envío de remesas, la baja recaudación tributaria, y  el terremoto de abril de 2016 que costó al Estado alrededor de dos mil millones de dólares. A esto habría que añadir la devaluación de las monedas de países vecinos, ambos factores que impactaron negativamente al desempeño económico del país.

Inclusive, la integración regional latinoamericana y su valor estratégico —indistintamente  del tinte político— se ha visto debilitada. Y es principalmente la crisis económica —ni siquiera la corrupción, porque además de endémica, se replica en gobiernos de izquierda o derecha— la que ha restado poder a las agendas de los gobiernos progresistas. En el ámbito nacional, estos gobiernos han buscado posicionar al Estado como ente rector del desarrollo, y a nivel regional, se han construido organismos multilaterales orientados a la construcción de una identidad política a nivel regional, como ALBA (TCP), la UNASUR y CELAC. La derecha, busca por otro lado, la difusión de plataformas económicas neoliberales.  Algunos incluso plantean desbaratar los arreglos regionales existentes, justificándolo ideológicamente, y exceptúan aquellas en las que existe predominancia estadounidense.

Habría que ver si esto es factible porque el presidente Trump ha dado muestras de no interesarle los acuerdos de libre comercio —estamos viendo su intención de destrozar el TLCAN y el TPP— ni tampoco el multilateralismo. La llegada de Donald Trump al poder añade elementos valiosos para moldear nuestro criterio político. Nos muestra la faceta terrorífica del populismo anti-establishment, la xenofobia contenida en los cucos del terrorismo y del desempleo, y el aislacionismo, este último supuestamente para combatir al entreguismo y sometimiento. La retórica anti-establishment y anti-libre comercio, no es del todo nueva, ya que varios de los líderes latinoamericanos han llegado al poder con este discurso como parte de su arsenal político.

Los planes de gobierno de los ochos binomios presidenciales del Ecuador en materia de política exterior demuestran diferencias agudas en cuanto a dos temas transversales: su concepción de cómo lograr los objetivos de independencia política, y el rol que debe jugar el multilateralismo para el interés nacional del Ecuador.

La Inversión Extranjera Directa (IED), el libre comercio y el desarrollo

Todos los candidatos, independientemente de su enfoque, deben estar preparados para responder a una crisis de dimensión global. A nivel global, el comercio se recupera pero se prioriza el valor agregado y los servicios, entonces nos compete salir del modelo exportador primario al mediano y corto plazo. En cuanto a la IED en el Ecuador, ha venido al alza desde el 2010, sin embargo recientemente ha disminuido a nivel regional y global, dado el bajo crecimiento económico mundial. Este sector representa un insumo importante para el desarrollo de la industria productiva nacional y un contrapeso importante para reducir las asimetrías generadas por el comercio. Por lo tanto, ahora más que nunca debemos buscar diversificar nuestras fuentes de IED y procurar que genere transferencia de tecnología y conocimiento.

Un punto de convergencia entre los candidatos es la apertura al exterior y la atracción de la inversión extranjera directa (IED). Todos los candidatos coinciden en la necesidad de diversificar las relaciones, dando prioridad al Asia. Existen redundancias, como en el caso de Cynthia Viteri, que dice necesario establecer acuerdos con Europa—sin mencionar si esto sucedería por fuera del marco del acuerdo comercial ya existente con la Unión Europea—, y pone énfasis especial en impulsar relaciones comerciales con Estados Unidos y los países de la Alianza del Pacífico, sin dar mayor detalle sobre el tipo de estrategia comercial. Moncayo, siguiendo una línea similar, propone la inserción estratégica en la Alianza del Pacífico, con énfasis la Cuenca del Pacífico. Lasso se adscribe, sin consideración a la ‘era Trump’ y la reconfiguración que esto implica, y busca cerrar la distancia con Washington. Según Lasso, él no pondrá barreras ideológicas al comercio. Moreno, en contraste, pone énfasis en mantener las relaciones Sur-Sur, con prioridad en el comercio intraregional. Su plan habla de lograr una inserción estratégica en el mercado internacional, no descartar salvaguardias, cuidar las sensibilidades productivas, y fomentar la cooperación en comercio. Moncayo reconoce la necesidad de no “antagonizar espacios regionales existentes”. Al mismo tiempo dice que buscará definir alianzas políticas comerciales en función del pluralismo, pertinencia y visión estatal.

Todos los candidatos destacan el rol que juegan la inversión—y la importancia de mantener la seguridad jurídica para las inversiones extranjeras— y la cooperación internacional como estímulos para el desarrollo, desde enfoques distintos. Moreno, Lasso, Viteri y Moncayo, se refieren a la Inversión Extranjera Directa y prevén crear un ambiente atractivo para las inversiones extranjeras. Para el oficialismo, es necesaria la inversión en el sector productivo, sin abandonar un esquema de rentabilidad justa, tributación y no externalización de los costos ambientales, con especial énfasis en la transferencia del conocimiento, y la desagregación e innovación tecnológica.

Para Viteri, el componente central de su estrategia para atraer IED, es la flexibilización del régimen tributario. Además, considera esencial que se canalice hacia obras de infraestructura, bajo la figura de concesiones que no cedan la propiedad del Estado. Moncayo consideraría suscribir TBIs (o Tratados Bilaterales de Inversión, un controversial mecanismo de protección y promoción de inversiones, ejemplificado en el caso ecuatoriano más reciente, Chevron) siempre y cuando disminuyan el impacto negativo proveniente de las relaciones asimétricas con otros países.

En general, la visión desarrollista de los candidatos y su cambio de modelo involucra inexorablemente el tema de la deuda externa y el financiamiento para el desarrollo. Todos los candidatos —excepto Moreno, quien no presenta una propuesta sobre cómo manejar la deuda adquirida durante la última década— proponen la auditoría de las obligaciones crediticias adquiridas con China. El oficialismo rescata lo impulsado en el correísmo sobre la implementación de la nueva arquitectura financiera regional, que cuente con un Fondo del Sur para financiar los proyectos de desarrollo de los países de la región.  Otros, hablan de créditos con organismos de financiamiento tradicionales.

En el ámbito tributario, el candidato oficialista pretende trabajar para que las Naciones Unidas adopten una propuesta para eliminar los paraísos fiscales, como vía para fortalecer el poder de gasto público del Estado en proyectos de desarrollo sin recurrir al asistencialismo (donaciones internacionales y la ayuda humanitaria).

Implementación de los objetivos nacionales a través de organismos multilaterales

El componente político de las propuestas para el ámbito regional —no el económico ni el financiero— ha ganado un peso mayor en las consideraciones electorales.  Algunos candidatos lo utilizan como un elemento de crítica y estigmatización. Por un lado, Moreno contrasta su propuesta y objetivos en el ámbito multilateral, puntualizando ejes como  la integración del corredor energético regional. También habla de intensificar los intercambios entre organismos regionales y consolidar la estructura multipolar, con Rusia y China, y avanzar en las propuestas sobre la creación de tratados de derechos humanos, propiedad intelectual—de igual forma que Moncayo—, jurídico ambiental y derechos de la naturaleza. Paco Moncayo mantiene una visión regional más sólida, en la que la integración con países andinos y sudamericanos es mejor ponderada, así como el impulso de organismos integracionistas. Cynthia Viteri se limita a proponer en términos muy amplios la necesidad de potenciar la cooperación internacional ecuatoriana, y el respeto de todos los tratados internacionales.

Lucha contra el crimen organizado transnacional

La seguridad en el Ecuador ha sido un tema con amplia cobertura en las propuestas de los candidatos. Quizás los únicos ámbitos de discusión válidos desde una visión internacionalista son la lucha contra las drogas, el crimen transnacional, y las consideraciones fronterizas. Los candidatos Moncayo, Viteri y Moreno plantean dar batalla al crimen organizado en el país —que agrupa las principales amenazas como el narcotráfico, tráfico de migrantes, trata de personas y el tráfico de armas— mediante el fortalecimiento de los controles de flujo migratorio, especialmente en la frontera con Colombia, y con diferentes matices.

Viteri pone énfasis en la migración como el núcleo del problema y propone crear sinergias con potencias militares—en su plan reconoce la gestión anteriormente realizada desde la Base de Manta, que funcionaba por convenio con Estados Unidos—. Además, propone fortalecer la cooperación internacional en materia de seguridad. Moncayo menciona la seguridad fronteriza en términos generales, como control territorial vigilancia y control de fronteras de manera integral, e identifica temas problemáticos como tráfico de órganos, trata de personas y crimen transnacional. Sin embargo, los candidatos discuten este tema desde un enfoque interno, como un tema de salud pública (Moncayo) y de microtráfico (Lasso). Mientras que en el plan de Moreno se destaca el objetivo de avanzar en el fortalecimiento del proceso de paz con las FARC y el ELN, en conjunto con los países de la región, proceso que viene avanzando con el apoyo de los organismos de cooperación regional, principalmente UNASUR.

Un contraste a manera de conclusión

En el caso de Lasso y Viteri, se explota de manera significativa la polarización política actual más que un plan de objetivos claros y sustentados. El interés nacional y los componentes estratégicos que la definen son mejor elaborados y sustentados por parte de la Izquierda Democrática y de Alianza País. Desde las consideraciones para el desarrollo, la multipolaridad es un elemento que se explota recursivamente, pero cae en falacias y fallas estratégicas en las consideraciones. Lasso y Viteri ponderan apertura al exterior, sin norte alguno ni estructura que lo sustente. Hablar de acuerdos comerciales con Estados Unidos sin asumir suficientemente la coyuntura internacional contradice objetivos clave de sus propuestas, como fortalecer industrias y potenciar el empleo. Se asume, desde el discurso de Trump, que dicho acuerdo comercial tendría un carácter proteccionista, ergo, negativo para la industria ecuatoriana. Sería muy difícil negociar un acuerdo comercial fructífero y en consonancia con nuestra industria, dada las asimetrías entre ambas naciones y nuestro bajo poder de negociación. En esta elección, la relevancia de la integración latinoamericana puede ser capitalizada, y hablar, por ejemplo, de fortalecer vínculos comerciales y políticos con México, anteriormente descartados por la vecindad e influencia con Estados Unidos.

El Estado como el ente veedor del desarrollo inclusivo cuelga de un hilo, y las propuestas desde la derecha dejan vacíos preocupantes en cuanto al fomento de la industria, y cómo incluir a los sectores más vulnerables de la sociedad en este proceso. En este sentido, temas como reestructuración de deuda, propuestas de cambio de matriz productiva, son fundamentales para elaborar una política exterior balanceada. ¿Cuáles son los enfoques sobre el extractivismo y las alternativas para continuar el camino que nos aparte de la dependencia petrolera y conjugarlas con un enfoque ambiental responsable? Existe poca concordancia entre la realidad y lo propuesto. El explotar un temor a la deuda pública y al financiamiento para el desarrollo ha creado un ambiente que trivializa un elemento clave para el desarrollo, cuando la realidad apunta a una deuda sostenida, que se mantendrá y que se mantienen a la espera de retornos que tendrá la enorme inversión en infraestructura para el desarrollo. Ni Viteri ni Lasso dan una visión clara al respecto. Moncayo menciona el acceso a créditos que respondan a la pertinencia y conveniencia nacional,  y denota que la deuda para un país en desarrollo es imprescindible. Moreno no aclara la preocupación ciudadana sobre el alcance de la deuda y los planes contingentes y su reestructuración. Se habla de IED pero, ¿se considerarán retos vinculados como los temas de solución de controversias, promoción y protección de inversiones, tratados bilaterales de inversión (TBI)?

El ambiente de polarización política es un elemento que podría jugar en contra de la construcción de una política doméstica y exterior consecuente. El sesgo político también se filtra a través de los casos de corrupción, que tienen una característica endémica y que se replica en nuestra historia. Los candidatos responden de manera vaga sobre el tema, y no incluyen, salvo los oficialistas, la importancia del control tributario y paraísos fiscales. La historia enseña que la riqueza que se genere debe tener un carácter distributivo, que inyecte recursos para un desarrollo inclusivo, sin beneficio exclusivo a grupos económicos tradicionales, con impacto social positivo real. Macri da una lección valiosa al continente sobre un cambio de línea política desmesurada con un costo social enorme. El representante del partido Cambiemos habló de aperturismo y desideologización de las relaciones internacionales; reestructuró fondos buitre y retornó al crédito internacional, depositando confianza en bancos extranjeros. Además, pregonó la adscripción al aperturismo comercial e inclusive previó un aumento de las IED. Hoy, Argentina se encuentra sumida en un a crisis económica, social y política recrudecida, empoderada en gran parte por la coyuntura global. El enfoque demagógico de la política exterior de la Argentina de Macri, además de su imprevisibilidad, es algo que preocupantemente recuerda a Lasso y Viteri en sus propuestas.