Hace unas semanas estaba en una reunión social y un familiar me hizo una pregunta: “Ninguna de las mujeres aquí van a votar por Cynthia Viteri, ¿por qué las mujeres se odian tanto entre sí?”. Después, otra de las invitadas dijo que creía que Viteri, candidata presidencial por el Partido Social Cristiano (PSC), debería ganar “solo por ser mujer”. Esa es la superficialidad con la que los votantes abordamos la igualdad de género. Los candidatos a la presidencia la replican en sus campañas políticas: cuando no se banaliza lo que es ser mujer —madre, hija, esposa—, se lo caricaturiza. No es solo Viteri: los demás candidatos mezclan el asunto dentro del pastiche general de la demagogia electoral —no hay propuestas claras ni un entendimiento real de lo que hay detrás de ese dato preocupante de que seis de cada diez mujeres que han sufrido algún tipo de violencia en Ecuador.

La única candidata mujer a la presidencia, Cynthia Viteri, es la primera en utilizar su género para beneficiar su campaña. Al finalizar el Diálogo Presidencial organizado por diario El Comercio el 5 de febrero de 2017, antes de despedirse, Viteri dio una última razón para que los ecuatorianos votemos por ella: “tengan la certeza de que las madres jamás abandonamos. Este es mi país, este es mi hogar y ustedes son mi familia”. Cynthia ha presentado esta imagen maternal para los ecuatorianos en más de una ocasión: en el mismo debate dijo que ve “la economía del país con ojos de madre”. En los videos de sus spots publicitarios dice que nos entiende porque es como nosotros mientras dice “me preocupa el futuro de nuestros hijos” y le arregla el cuello de una camiseta polo a uno de los actores. En la página de Facebook Yo Voto Cynthia hay otro spot: unos jóvenes opinan sobre el rol de la mujer en la sociedad. El video está lleno de estereotipos que la candidata socialcristiana trata de personificar: un chico dice que “el simple hecho de ser mamá le da una visión totalmente distinta a la naturaleza política que hemos tenido”, otro dice que “ella lo que haría es ayudar a la gente pobre”. Para Cristina Burneo, profesora de la Universidad Andina Simón Bolívar, Viteri “es demasiado apegada a una idea maternal de la política. Tiene este discurso muy apegado a lo que las benefactoras del siglo diecinueve creían que era el papel de las mujeres públicas: de beneficencia”. Cynthia hace campaña con el estereotipo de que la mujer es caritativa, sensible, que se preocupa por los más vulnerables. Y en lugar de explicar cómo cambiará la vida de madres adolescentes en el país y dar propuestas concretas, ella deja un mensaje retardatario: las mujeres (y no los hombres) gobiernan con la sensibilidad de quien cría.

Cuando Cynthia Viteri dijo “búscame en la papeleta, soy la única mujer”, provocó la respuesta de dos candidatas: Monserratt Bustamante, aspirante a la vicepresidencia por la Izquierda Democrática, y Doris Quiroz, candidata a la vicepresidencia de Compromiso Social. El 6 de enero de 2017 Bustamante invitó a Viteri a un debate para tratar “temas de mujer” y dijo que “ella no es la única mujer en la papeleta. Y cuando una mujer niega a otras no las puede representar. Nosotros por eso levantamos nuestra voz de rechazo”.  Además, en su cuenta de Twitter dijo que Viteri “demuestra desprecio hacia las otras mujeres que ignora”. Quiroz pidió que se elimine la cuña o que se la rectifique y dijo: “Yo le hago tres preguntas a Cynthia Viteri: ¿acaso duda que somos mujeres? O es que ella ¿no se ha fijado en la papeleta? o ¿desconoce el rol de las otras mujeres como binomio?”. De igual manera, pero a través de la cuenta del partido Izquierda Democrática, la candidata a la Asamblea Nacional, Wilma Andrade, respondió al spot de Viteri: “Quien ignora a otras mujeres no puede representarlas”.

Still de video publiciatrio de Cynthia Viteri única mujer en la lista

Publicidad de Wilma Andrade de la Izquierda Democrática

Las tres candidatas se reducen a la simple queja por un eslogan, en lugar de elevar la discusión a cómo sus planes de gobierno podrán erradicar la violencia de género en Ecuador o cómo planifican invertir en proyectos que realmente cambien la vida de esas mujeres que quieren representar. Y si bien la Izquierda Democrática sí tiene en su plan de gobierno medidas y propuestas para las mujeres —como el aborto en caso de violación o malformación del feto—, sus candidatas más visibles, en lugar de enfocarse en ahondar en estos temas, se limitaron a lo evidente: recordar que ellas también son mujeres. Para Rosa Ortega, del colectivo Justicia para Vanessa —que lucha en contra de la impunidad de la muerte violenta de mujeres por el hecho de ser mujer—, este tipo de declaraciones son solo “palabras retóricas porque suena bien para el perfil electoral ser proderechos de las mujeres”. En realidad lo que muchas mujeres quisiéramos saber es si ellas (y todos los políticos) entienden cómo se reproduce la violencia en contra nuestra en todos los aspectos de la vida —social, económico, clase, etnia, salud— y por qué debe estar presente no solo en las discusiones sino en las acciones. Pero es más fácil decir una frase que nos indigne o nos impacte emocionalmente que debatir sobre las necesidades reales de las mujeres.

El vacío de este discurso no solo se ve en las candidatas. En el Diálogo Presidencial el 5 de enero de 2017, el candidato por Alianza País, Lenín Moreno, repitió la frase de los movimientos en contra de los asesinatos de mujeres en América Latina: Ni Una Menos. Dentro del bloque “Contexto Social” del debate, Moreno dijo “Ni una menos. Así como dicen las mujeres: ni una menos”. Un candidato que insiste en criminalizar el aborto ignora que la lucha de este movimiento feminista también dice “ni una menos” por la violencia estatal de quienes mueren en abortos clandestinos. La declaración de Moreno fue breve y vacua, sin ninguna reflexión sobre lo ha hecho Alianza País, su partido político, en los diez años que ha estado en el poder. Tampoco habló de qué políticas públicas promovería si gana las elecciones.

El candidato por el movimiento CREO, Guillermo Lasso, hace algo similar: cada vez que habla de violencia de género menciona a las mujeres de su vida. En el evento Wayusa Política el 16 de enero de 2017 el candidato dijo que el aborto y el género “no es un tema ligerito que se pueda bromear y politizar”. Después, dijo que al haber crecido con mujeres, tener hijas y una esposa, él puede llegar “a comprender la difícil situación de una mujer cuando tiene que escoger entre abortar o dar a luz al ser humano que tiene en sus entrañas”. Una simplificación que es también una falacia.

Lasso cree entender la historia de las 431.614 mujeres que se conoce que abortaron entre el 2004 y el 2014. Dice que puede comprenderlas porque ha crecido con mujeres cuando, en realidad, ni siquiera yo como mujer podría entender cada una de sus historias. Cerró diciendo que es una situación “dura y difícil, siempre hay lágrimas, siempre hay dolor” y que quiere que las ecuatorianas sepan que cuentan “con mi total solidaridad, mi total comprensión”. Pero en la entrevista que dio a John Dunn y Sol Borja dijo que si se despenaliza el aborto por violación habría mujeres que fingirían una violación para abortar. Pensar que una podría someterse a la humillación de tener que ir a una fiscalía, someterse a exámenes médicos íntimos, dejar constancia de la privacidad en un juicio, y señalar a alguien como responsable de un crimen para poder abortar es, en realidad, no entender ni remotamente a las mujeres. Lasso tiene una visión paternalista y condescendiente. Lo que menos necesitan esas mujeres son palabras consoladoras o una imposición de lo que deberían hacer sin un diálogo nacional. Él dice que mantendría las leyes y políticas del Estado que controlan la salud de las mujeres. Son leyes y políticas que no ven al aborto como un tema de salud pública. El 20 de diciembre de 2016, Lasso firmó un Acuerdo por la Igualdad Sustantiva con ONU mujeres y tuiteó “más allá del tema electoral, es la obligación de un demócrata, padre, hijo, esposo y abuelo, sumarme a la lucha por la igualdad de la mujer”. Lasso tiene un shampoo conceptual, o intenta lavarse las manos para pretender ser un candidato que vela por los derechos de las mujeres. Eso, deben haberle dicho, se ve bien en el perfil electoral.

Tuit de Guillermo Lasso

Tuit de Guillermo Lasso

La falta de diálogo de los candidatos con las mujeres y las organizaciones civiles hacen que se promuevan ideas para socorrer a las mujeres violentadas en lugar de prevenir que sean violentadas. Según las propuestas de Viteri, se implementará un botón de pánico y una policía especial para erradicar la violencia pero Rosa Ortega considera que es una propuesta que no se aplica a la realidad que viven las mujeres ecuatorianas: “bien se sabe que las mujeres somos asesinadas con la boleta de auxilio en la mano”. La única diferencia será que moriremos aplastando el botón de pánico. Moreno repite el discurso de Ni Una Menos pero, como Ortega explica, en estos últimos años se ha visto un fracaso de Plan de Erradicación de la violencia de género. Lo dice una mujer que durante años ha buscando justicia por el asesinato de su prima Vanessa Landínez en 2013, que acompaña a familias en el proceso de denuncia, que ha visto impunidad en varios casos de homicidios de mujeres y violencia. En 2015, por ejemplo, 105 mujeres fueron asesinadas por ser mujeres, en 2016 hubo 136 y solo en lo que va del 2017 ya se han reportado 19 en el país. La organización Vivas Nos Queremos Ecuador publicó en su cuenta de Facebook una carta donde hacen peticiones puntuales para que los candidatos realmente asuman las demandas de los grupos de mujeres del país. Entre algunas están la despenalización del aborto, cero impunidad para los femicidios, reformas legales y programas sociales para registrar la violencia de género, políticas para erradicar la pobreza femenina en Ecuador, invertir parte del presupuesto a un plan para erradicar la violencia. Muy poco de esto aparece en los planes de gobierno de los ocho binomios. Para Ortega, mientras no exista una real voluntad política de entender que la violencia de género configura una de las principales desigualdades en nuestra sociedad las declaraciones simpáticas y políticamente correctas de los candidatos se quedan en el aire. Hasta que no se creen políticas públicas claras, seguiremos muriendo —no importa cuántas boletas de auxilio, denuncias, y botones de pánico se implementen.

Mientras no se atiendan  las necesidades de las mujeres desde un constante diálogo con los grupos sociales, las palabras de buscar la igualdad de género no son más que retórica. El periodista y director del diario El Faro, José Luis Sanz dice “es absurdo que reportajes sobre desnutrición, pobreza o desigualdad no estén en la sección de economía o de política sino en ‘social’, que parece que son los temas para llorar. ¿No es un problema político?”. Los políticos, al igual que nosotros, deben entender que la violencia que las mujeres viven todos los días no es solo familiar sino económica, simbólica, laboral. Solo cuando se entienda que el género es un enfoque entrelazado con todos los temas de sus campaña —salud, seguridad, empleo, ambiente, economía— y que no es “el tema de las mujeres”, sus propuestas dejarán de verse como politiquería para ganar votos porque hablar de la mujer y sus derechos parezca de moda. Mientras no nos conformemos con que una candidata sea mujer o que se use el tema a la ligera para pedirnos el voto, la conversación sobre la desigualdad se quedará ahí: en la superficie, al lado de la demagogia de crear empleos y reducir impuestos.