[dropcap]L[/dropcap]os tres candidatos presidenciales ecuatorianos que lideran las encuestas parecen estar haciéndole el juego al que va cuarto. A Lenín Moreno le está costando muchísimo tener a Jorge Glas de binomio: el segundo vicepresidente de Rafael Correa no logra distanciarse de los escándalos de corrupción que se hicieron públicos en 2016. Después de que Panama Papers revelase que contratistas de la empresa estatal petrolera, Petroecuador, habían pagado millonarios sobornos a altos funcionarios estatales (incluido al ministro de Petróleos, Carlos Pareja) la cosa parece ir en picada. A Guillermo Lasso le está costando muchísimo mantener el segundo lugar en las encuestas —que ha logrado a un gran costo de tiempo y, sobre todo, dinero— porque es un pésimo candidato: aburrido, demasiado producido, con un discurso demagógico (el millón de empleos le suena a todo el mundo a pajaritos preñados), con un antecedente personal —banquero y multimillonario— que le juega en contra. Ahora tiene que lidiar con la incómoda cercanía de Cynthia Viteri, candidata del Partido Social Cristiano (PSC). Como en una carrera de fórmula uno, los equipos de cada uno tiene claro lo suyo: unos buscan cómo adelantar y los otros cómo no permitirlo. La pelea ha caído a los bajos niveles del chisme de redes sociales y las acusaciones sin firma de responsabilidad, pero cuando el polvo se haya asentado podríamos ver el panorama con mayor claridad: el exgeneral Paco Moncayo, aspirante a la Presidencia por la Izquierda Democrática, podría ser la sorpresa de las elecciones 2017.

Moncayo no es solo un héroe de guerra, sino un exalcalde de Quito al que no se le acabó la carrera política (como a Augusto Barrera y, parece que también, a Mauricio Rodas). Tiene setenta y seis años, pero le dijo a María Sol Borja y John Dunn que antes de la campaña electoral sus médicos certificaron que su salud era excelente. La intensidad con la que ha recorrido el país desde que anunció su candidatura a finales de 2015, parece ratificarlo. En las entrevistas aparece siempre de la misma forma: un hombre pausado, sin apuros, sinceramente, aburrido. Genuinamente aburrido, sin las intenciones de Lasso de parecer chévere o los esfuerzos de Cynthia Viteri por mantenerse dentro de los libretos de su partido. Es un aburrimiento que podría salirle caro en una elección tan mediatizada al punto de que Tiko Tiko, el payaso candidato a la Asamblea, hace sus recorridos con la cara pintada y el traje de luces. Y, sin embargo, esa parsimonia ajena a estos tiempos voraces no ha impedido que tenga, según la interesantísima (y poco mencionada) Cálculo Electoral, un 14,2% de intención de voto. Nada despreciable para un candidato que ha elegido a una absoluta desconocida como binomio (Monserratt Bustamante —una mujer que según este cuadro no tiene ni una sola vinculación política) y que lleva mucho menos tiempo en la carrera que todos los demás.

Pongámoslo en contexto: ese porcentaje es en el escenario con “incidencia de indecisos”. En él, quienes aún no deciden por quién votar pueden tomar dos caminos: alinearse o no alinearse con las tendencias generales de voto. En ese supuesto, Moreno tiene 35,9%, Lasso 21,1% y Viteri 17,5%. Las encuestadoras ecuatorianas —dedicadas en su mayoría a crear tendencias y no a reportar las intenciones de los votantes— presentan cada tanto resultados casi incompatibles entre una y otra, pero la metodología de Cálculo Electoral (tomada parcialmente del respetado sistema de 538 del matemático Nate Silver, en Estados Unidos) hacen que sus números se vean sólidos y sus proyecciones dignas de credibilidad. Por supuesto: solo después de la elección veremos si tanta solidez se ratifica.

En el Ecuador, la indecisión permanece. Lenín Moreno trata de hablar poco y parece más preocupado de llegar a la Presidencia con el momentum de popularidad de la que aún goza el gobierno de Rafael Correa. Mientras tanto, por el segundo lugar se ha desatado una lucha descarnada entre Viteri y Lasso. Los socialcristianos dicen ya estar detrás del binomio de Alianza País, y llaman al exbanquero “candidato estancado”. En redes sociales insinuaron que la filtración de una lista de nombres en las que constaba el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, —y que fue mostrada como evidencia de supuestos sobornos de la constructora Odebrecht en los años ochenta— fue obra de CREO. El domingo 22, la propia Viteri mandó la más directa de las indirectas a Lasso: le dijo que él era el que se beneficiaba de la filtración de la lista que Diario Expreso atribuyó a Concepción Andrade, una mujer que habría sido secretaria en el departamento de “relaciones estratégicas de la compañía brasileña.

Lasso lleva la peor parte en esta pelea. Su binomio, Andrés Páez, ha rematado su mala hora al decir que los hermanos Restrepo aparecen en el padrón electoral. Quiso decir que en el Ecuador de Alianza País los muertos votan (y donde los muertos votan hay fraude).  Y quiso poner de ejemplo uno de los casos de desaparecidos más emblemáticos que hay en el país. La realidad es que los hermanos Restrepo, como lo aclararon su padre y su hermana, constan en el padrón desde hace 28 años. No están muertos porque siguen desaparecidos. Es un tiro sucio que le ha salido por la culata a Páez. Los últimos días sólo han sido de malas noticias para CREO.

De lejos, Moncayo observa el enfrentamiento. Si en los próximos días nuevos casos de corrupción golpean al gobierno de Rafael Correa, los votantes de Moreno que se desencanten irán, directamente, a engrosar los votos del exalcalde quiteño. Es poco probable que esos votos den vuelcos tan radicales que los pongan en las bolsas de Viteri y definitivamente no irán donde Lasso (¿a nadie le llama la atención que en cinco años de campaña Lasso no pase de un 25%?)

La ferocidad con que se ataquen el PSC y CREO podría terminar por cansar y asquear a muchos indecisos, hartos de las constantes confrontaciones que han propuesto Rafael Correa y su gobierno. Con el binomio Moreno-Glas en caída, y la derecha despedazándose por un pool de electores bastante limitado (el voto duro anticorreísta), la estrategia de guerra del exgeneral podría ser la de la paciencia: dejar que su adversarios se coman entre ellos. Que ninguno de los otros tres candidatos con reales opciones de pelear en segunda vuelta revela que nadie lo ve (aún) como una amenaza real.

Hace dos días, Blasco Peñaherrera, director de la consultora Market dijo públicamente lo que varios politólogos repiten hace semanas en privado: el candidato que más opciones tiene de ganar una segunda vuelta contra Moreno es Paco Moncayo. Podría ser que el silencio del socialdemócrata sea solo la antesala de un asalto muy planificado.

¿Le alcanzará el mes que queda de campaña para hacer crecer ese 14,2% y remontar a Viteri y a Lasso? ¿Está un hombre de 76 años en capacidad de soportar la vorágine de una segunda vuelta que se peleará puerta a puerta, voto a voto? El 2016 fue un año lleno de predicciones fallidas. Está por verse si las elecciones de Ecuador inauguran la temporada de pronósticos desacertados de 2017 —y Paco Moncayo podría jugar un rol central en ese disrupción.