— Sobrepeso, fin de milenio
[dropcap]Y[/dropcap]o entiendo que todo siempre está cambiando, en el mundo en general. Y que la percepción de dichos cambios dependen de nuestro grado de atención. Yo podría decir que los siento en carne propia desde que se fundó Gkillcity, hace más de dos años y ciento veintiún ediciones. Cambio político desde el punto de vista personal. Cambio político a nivel de percepción, cuando entiendes la mejor de las verdades: absolutamente todo es posible. No hay nada que no pueda suceder.
La derecha guayaquileña ha hecho su mejor esfuerzo por la ciudad. Su impresionante red de implementación de servicios básicos para la población es el mayor de sus logros. Por no hablar de la regeneración urbana y de sus dos principales íconos de transformación arquitectónica y socioeconómica: el terminal terrestre y el aeropuerto. Debo confesar que no soy un experto en los logros de la administración socialcristiana, solo resalto lo absolutamente evidente y sé que no llego ni al diez por ciento de sus genuinos merecimientos.
Lo único que parece muy jodido integrar en la conciencia de derecha local es el significado de un verdadero humanismo. Porque camellar para la gente no es solo darles infraestructura real para una supervivencia digna. Quedarse ahí no funciona para una genuina transformación. No en el caso de Guayaquil. La ciudad seguirá siendo violenta. Seguirá siendo sectaria. Seguirá siendo clasista. Porque ese arribismo como dios absoluto es el que reina en nuestra ideología como pueblo. Y eso precisamente es lo que debe morir.
Y hoy el alcalde no tiene contrincantes locales en la arena política. Alianza país ha postulado a Viviana Bonilla a la Alcaldía de la ciudad. Yo sí quisiera saber que hay detrás de esa decisión. Para perpetrar una farsa de ese tamaño tiene que haber detrás un negocio espectacular. Yo solo quisiera saber cuál es para poder participar del mismo. La esposa de un amigo me dijo el otro día que como Rafael Correa no tiene contrincantes políticos, debe mantener viva a la derecha guayaca para tener contra quien pelear. Me suena real pero debe haber algo atrás que solo los enterados del manejo de la ciudad deben conocer.
En todo caso, aquí el único que pierde es Guayaquil. La derecha local se niega a cambiar el paradigma de “Si es con Guayaquil es conmigo”. A Alianza País no le interesa el poder local, ya que en las elecciones grandes, los mismos guayaquileños que votan por Nebot votan por Correa, por ende les da lo mismo. Por lo tanto la ciudad no tiene a dónde ir, a dónde mirar. Solo se mira el ombligo y se miente. Se dice a sí misma que todo estará bien. Se esconde atrás de paredes y mira hacia las dos orillas sin encontrar nada nuevo. La derecha reinante promete más de lo mismo y la pseudo izquierda nos mete el dedo con una falsa candidatura.
¿Qué es lo que realmente nos espera?
En este momento faltan horas para que salga la edición 121 de este semanario digital nacional. No tengo la menor idea de qué seguir escribiendo. Camino desde mi casa hacia El Estero. La marea está baja. El tufo se me introduce por las fosas nasales y no lo rechazo. Me encanta. Es como el olor de las grandes fábricas de harina de pescado. Hace años le cogí cariño, es sinónimo de un viaje a la playa. Ahora el tufo del Salado es para mí sinónimo de lucha. De esperanza. Me acuerdo de Dunn, de Macintosh, de Adum, y de un pana que anoche me hablaba del gigantesco gremio de hip hop del Guasmo.
Siento un desdén visceral contra Alianza País y su comodidad política. Esta decisión sin duda regresará a morderles el culo de la peor manera posible. Los guayaquileños no tenemos históricamente una corriente de votar por una izquierda humanista local, si es que esta existiese. La derecha local solo tiene un líder, y dicho líder no conoce sucesores, peor aún sucesores con una visión global.
No tienen idea de lo que es Medellín. Aquí solo cuatro pendejos soñamos con piscinas públicas en cada rincón de la ciudad, con canchas de fútbol sintético en cada solar abandonado, peor aún con aire acondicionado en los buses y metrovías, con bibliotecas en las invasiones, con puentes desde Guayaquil hasta Samborondón, con expandir las zonas verdes, con mesas en las veredas, con querer al prójimo guayaco como a uno mismo. Aquí lo que vivimos es un qué chucha el de al lado, yo me cuido a mi mismo.
Pero el tufo del estero me reconforta. Ahí abajo hay algo. Algo nuevo y vibrante. Tras la mierda se oculta la esperanza. Tras la violencia viene el sosiego. El único problema es la conciencia. Cuando uno la caga, cuando uno no se preocupa por su gente, cuando traicionas a quien te ama, tarde o temprano la pagas en carne propia. Eso lo tengo claro.
Ojalá que para cuando todos nos despertemos, no suceda lo que siempre sucede, lo que me dijo una vez mi madre: “Hijo cuando te lleves las manos a la cabeza, ya va a ser demasiado tarde”.