Quizá él no lo sepa, pero Ave Jaramillo es un prócer. La patria que ha fundado no es de esas melcochas conceptuales que en la historia han servido para justificar brutales atropellos contra los individuos. La suya es diminuta y sobre todo feliz. La habitan todos los standaperos que bajo su ala han encontrado que reírse de uno mismo, del país, de los políticos y de todo lo que uno tenga a mano —los gordos las feministas los hombres los ricos los chinos, todo todo todo— no solo es bueno para vivir un poco más, sino una forma de pagar la renta.

Ave Jaramillo ha creado no solo un estilo de comedia propio, sino un estilo de vida: vivir de la risa.

Lo pensé mientras me secaba las lágrimas que me sacó cuando fui a ver su show Ahí sí se pasó, que ha regresado en 2025 —diez años desde su última presentación ahí— al clásico Patio de Comedias quiteño, fundado y regido por la gran Juana Guarderas.

El patio es uno de esos lugares donde uno regresa contento de que nada haya cambiado. La noche fría en que fuimos a verle al Ave, una frase que de tanto decirla la Academia de la Lengua debería incluir en el diccionario de ecuatorianismos, no fue distinta.

Entramos, pedimos un par de tragos, mientras esperábamos que la función empezara. Las 7 de la noche marcadas en el afiche se volvieron referenciales. Era viernes, y había que darle tiempo a la gente de llegar porque a esa hora se pone denso el tráfico en Quito. La falta de apuro en un país que vive en la zozobra de la plata, el plomo y  la podredumbre politiquera fue más que bienvenida. ¿Quién quiere que la función empiece puntual cuando la espera sirve para una ronda más de tragos?

Ya en el teatro, Raúl Adatti, dos veces pobre —por comediante y por mago— abrió la función. Los 15 minutos de reírnos de los chistes y la prestidigitación bien cuidada de Adatti calentaron la sala hasta que Ave Jaramillo salió al escenario a hablar ficciones sobre la vida. Era la primera función y hasta alguien con su experiencia suda los nervios del estreno. Es bueno: demuestra que le sigue importando.

§

No veía a Ave hace un par de años. Mala mía. Ahí sí se pasó nos recuerda por qué la comedia es uno de los grandes géneros de la ficción humana y por qué hoy es más necesaria que nunca. Transgredir de palabra, asomarse a los límites de lo supuestamente “correcto”, nos libera. Por eso es importante que Ave se haya pasado desde siempre.

Se pasa con chistes sobre la discapacidad intelectual de su tía. Se pasa con chistes sobre la Virgen. Se pasa con chistes sobre los fanáticos políticos. Se pasa con chistes sobre la homofobia de su papá. Se pasa con chistes sobre los campos de concentración. Se pasa con chistes sobre la violencia y los narcotraficantes que subyugan al Ecuador. Se pasa con chistes sobre las flautas dulces que por alguna extraña razón son el instrumento musical predilecto del sistema educativo ecuatoriano. Se pasa se pasa se pasa. Ojalá se siga pasando.

Mientras me reía, recordé el ensayo Los marcos de la libertad cómica de Umberto Eco, una brillante disertación sobre la idea de lo cómico y la idea del carnaval.

Para que haya comedia, dice Eco, se necesita que en la situación propuesta “se viole una regla”, aunque se haga de tal  manera que no implique una genuina violación de esa regla. De ahí, explica Eco, se relacionan comedia y carnaval: “no son instancias de transgresiones reales: al contrario, representan claros ejemplos del reforzamiento de la ley. Nos recuerdan la existencia de la regla”.

O sea, la comedia es un dispositivo de la ficción con funciones sociales —incluido el de saborear, indirectamente, la violación de la regla. Hay una idea fulminante en el ensayo de Eco: “Lo cómico es siempre racista: solo los otros, los Bárbaros, deben pagar».

No va a faltar zoquete que entienda que Eco quiso decir que los comediantes son siempre racistas. Lo que dice Eco es que la comedia nos gusta cuando no es contra uno y los nuestros. Por eso suele ser menos universal que la tragedia. Ahí es cuando la dureza de los dogmas se revela: si es conmigo o mis dioses o mis dogmas o mis libras de más o mis canas o mis ídolos con pies de barro, ahí sí se pasó Ave.

En resumen: a un woke progre no le fastidiaría un chiste sobre la Virgen María y la paloma del Espíritu Santo, pero sí que le fastidiaría uno sobre la noche en Gaza —y vaya que Ave lo sabe—, y si es con ese escobillón genio del marketing llamado Taylor Swift y yo soy swiftie, entonces ahí sí se pasó Ave. Son ofendidos que transitan hacia la tragedia —o causa o dogma— con la que se identifica pero no logra activar el dispositivo de complejidad intelectual que separa la ficción de la realidad y la metáfora de la literalidad. No se pasan porque viven dando vueltas en un mismo sitio.

Los comediantes cumplen una función social altruista: se inmolan para testear la existencia de ciertas reglas sociales. La risa o la arcada o la náusea que nos pueden producir sus chistes son un mecanismo de alerta social, no una forma de promoción de la descomposición.

O como lo dijo más claro y preciso Santiago Roldós en una columna en Primicias sobre gente agria, dos veces agria: “Insisto en Brecht: el propósito del teatro (pongan ahí: la comedia) es el mismo de la democracia: dividir”.

Y Ave Jaramillo nos divide. Nos hace cogernos la cara y preguntarnos cómo es posible que nos estemos riendo de eso. Y al mismo tiempo, el alivio llega: que nos ríamos de ese chiste no nos convierte en malvados descorazonados, solo nos da un respiro, nos asoma a nuestros límites y nos permite transgredirlos solo en un plano imaginario.

Porque, como bien dijo Juan Casco, espectador de La Foca —el programa que GK produjo en 2019, se emitía en Teleamazonas y protagonizaba Ave Jaramillo—, quizá todo sea un Truman Show tropiandino.

Juan Casco, espectador de La Foca

Juan Casco, espectador de La Foca, el programa que GK produjo en 2019, se emitía en Teleamazonas y protagonizaba Ave Jaramillo. Captura de pantalla de Facebook.

Y si todo es real, existe fuera de la sala donde Ave habla. Ahí está lo que nos horroriza. Adentro, Ave nos recuerda que a veces solo queda reírse. Esa fría noche de viernes, Ave Jaramillo se pasó y nos arrastró amablemente a pasarnos también. Por eso es un prócer de la comedia. Hay que escucharlo cada vez que se pueda.

Jose Maria Leon Cabrera Gk Nyt
José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) CEO de GK, y uno de sus fundadores. Colaborador para el Ecuador del New York Times. Su trabajo periodístico aparecen en Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros.
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