Pregunta: Siento que no puedo iniciar una relación de pareja.
Tuve un novio hace años, murió y con el tiempo me aislé. Me alejé de todo tipo de relaciones de pareja y de amistad, y dejé de involucrarme sentimentalmente. Ahora me cuesta relacionarme con la gente y aún más en pareja porque tengo miedo al abandono. Intenté recientemente y fue una mala experiencia al final. Siento que perdí confianza en mí misma. Mi deseo no es casarme, ni tener hijos, pero sí estar en pareja.
¿Qué puedo hacer para dejar de evitar a la gente y entablar relaciones sanas?
Respuesta:
Hola,
Un evento tan emocionalmente impactante como la muerte de tu novio hace que te enfrentes con el riesgo más grande que corremos al enamorarnos: la pérdida de la persona con la que estamos construyendo un vínculo.
Tienes la necesidad de protegerte para no volver a sentir esa herida, y aislarte del mundo pudo haber sido la única manera de no sentir todo el duelo de golpe. Ese entumecimiento tiene un peligro: podrías hacerlo tu casa y quedarte ahí. El entumecimiento y el aislamiento son lugares de paso de los que necesitamos salir poco a poco.
Las personas que son parte de nuestra comunidad no siempre tienen las palabras correctas, pero es necesario dejarse sostener por personas imperfectas.
Quiero que escuches a tu cuerpo porque ahí es donde sentimos. Mientras respiras profundo, trata de entender lo que te está diciendo, describe lo que sientes, pon en palabras lo que tu cuerpo está tratando de expresar.
Puede haber mucha soledad, una tristeza que se traba, y miedo. Yo me imagino un miedo que ha estado ahí por algún tiempo y has aprendido a ignorar, pero que es tan paralizante que ha guiado tu comportamiento por mucho.
Las emociones existen para ayudarnos a sobrevivir: la alegría nos motiva a repetir comportamientos que nos hacen bien, mientras que el miedo sirve para evitar posibles amenazas, y la ira, para enfrentarlas.
Las emociones son una manera rápida de procesar información, y nos llevan a la acción. Pueden ser muy efectivas para reaccionar inmediatamente a una situación, pero tienen una desventaja: no siempre nos dan toda la información que necesitamos para tomar decisiones.
Tus emociones te pueden decir que no salgas, que no te acerques a nadie o que el amor es peligroso. Y lo que sabemos sobre el duelo nos ayuda a entender estas emociones y cómo gestionarlas.
Socialmente, tenemos una complicada relación con la muerte. Mantenemos rituales, como velar a nuestros allegados, y las prácticas del Día de los Difuntos. En la pandemia, muchos perdieron a alguien sin poder reunirse con sus seres queridos para despedirse, y esta ausencia nos mostró lo importantes que son nuestros rituales.
Por otro lado, la muerte es un tabú. Hablar de ella se siente como invocarla. Usamos eufemismos para no hablar de ella directamente. Puede parecer una simple idiosincrasia, pero la prohibición social tiene sus consecuencias. ¿Cómo aprendemos a hablar del duelo si no tenemos el permiso de mencionar a la muerte? ¿Cómo damos espacio a alguien que agoniza para que procese sus emociones?
Cuando vivimos un duelo, la persona ya no está, pero el vínculo sigue vivo. Según Mary Frances O’Conner, autora de El cerebro en duelo, cuando pierdes a alguien, tu mente lucha por hacer sentido entre la expectativa que la persona que perdiste exista en el mundo, y la realidad en la que ya no está.
Tenemos un anhelo profundo de volver a sentir esa conexión y el cerebro se toma un tiempo entendiendo que ya no se puede. Recuerdo cómo, pocos días después de la muerte de mi mami, le extrañé y levanté el celular para llamarle. Por unos segundos, me había olvidado que ya no estaba. Es común que las personas crean ver a su ser querido que murió caminando en la calle. Ese es nuestro cerebro intentando hacer sentido a un mundo sin esa persona.
Cada duelo es diferente y único, así como cada relación. Aunque existen intentos de definir qué es saludable y qué no, el proceso es individual y no existen reglas de cómo llevar “bien” un duelo. Van a haber personas que, con intención de ayudarte, sugieren que sigas adelante después de unos meses. Otros se preocupan por tu exceso o tu falta de lágrimas. La mayor parte de personas no te van a decir lo que necesitas escuchar, porque están lidiando con sus emociones en una sociedad en la que no hablamos de la muerte.
Tener una comunidad en la que apoyarse es una de los factores más importantes, pero se vuelve difícil cuando ves a las personas que te apoyan, seguir con sus vidas mientras tú sientes que te quedas atrás. El aislamiento puede ser una respuesta a lo que llevas por dentro: la soledad de no ser entendida. Tu experiencia es única y es parte de la historia de tu vida, solo tú nos puedes contar cómo fue.
En psicología, tratamos de resumir experiencias comunes en teorías o modelos que nos ayuden a entender y tratar a nuestros pacientes. Sin embargo, estas son generalizaciones y tienen la limitación de no reflejar la singularidad de cada persona.
Uno de los modelos más conocidos del duelo es el de las cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión, y aceptación. Este modelo puede ayudarte a identificar y normalizar diferentes procesos por los que estás pasando, aunque no hablan de emociones como la culpa, y la relación del duelo con tu entorno.
Además, es común también tener momentos, aunque sean breves, de alegría y tranquilidad durante el duelo, y pueden ser acompañados del dolor de no compartir eso con la persona que acabas de perder, o de culpa si te sientes feliz. La desconexión social puede sentirse como una respuesta inconsciente a no querer traicionar el vínculo con tu novio fallecido.
La soledad puede volverse cómoda. De cierta forma, es en sí una compañía.
En la soledad nadie te abandona y no te tienes que enfrentar con la posible pérdida. En la soledad, otros no te juzgan por tus procesos, ni te reviven el dolor con sus palabras. Aislándote, hay una soledad que no vas a sentir: la de estar rodeada de gente que no te entiende. Y no significa que quieras estar sola, ni que busques estarlo. Seguramente no es la compañera que quieres tener. Deseas la conexión, el compartir que ofrecen los amigos o parejas, pero cuando te has acostumbrado por mucho tiempo a estar sola, la cercanía se siente como una amenaza.
Tu cuerpo reacciona como si al abrirte a alguien fueras a revivir la muerte de tu novio. Esta es tu respuesta emocional que se necesita experimentar, pero no es la que debería tomar decisiones. Esto requiere salir de tu zona de confort, pero es algo que puedes hacer poco a poco, dejando que tu cerebro genere nuevas sensaciones y asociaciones con la vulnerabilidad y la cercanía emocional.
Rehabilitación emocional
Cuando tienes una lesión física, el primer paso suele ser inmovilizar temporalmente la parte del cuerpo que está lastimada para sanar y evitar que haya más daño. Si la inmovilización se prolonga demasiado, existe el riesgo de atrofiar el músculo y no permite una recuperación. Cuando ya se ha comenzado a sanar, lo aconsejable es ir a rehabilitación para recuperar progresivamente la movilidad.
Si te saltas alguno de estos pasos, te quedas estancado en uno, o tratas de hacerlo muy rápido, tu sanación se puede complicar. Lo que pasa en tu cuerpo también pasa en tu mente. La lesión fue inmovilizada, y quieres volver a conectar con otras personas, pero es un proceso progresivo.
Tener una pareja estable se siente como un lugar seguro, pero construir esa relación requiere vulnerabilidad y puede ser muy doloroso. Para salir de tu aislamiento, comienza reconectando con vínculos amistosos y la comunidad que te rodea.
Abrirte con personas nuevas también es un ejercicio que te enfrenta con tus miedos poco a poco. El experimentar una conexión sin volver a sentir la pérdida le manda el mensaje a tu cerebro de que ser vulnerable en una amistad está bien. Tener una red de apoyo de personas con las que puedas hablar te va a dar una base para tener una relación de pareja y va a ser un lugar seguro para los retos con los que nos enfrentamos, los corazones rotos y las dudas de una nueva relación.
Además, los amigos son una puerta hacia otros mundos donde puedes conocer a más personas. Enfócate en conocer gente nueva con curiosidad, sin la expectativa de tener una relación romántica.
Cuando estés construyendo una relación cercana, reconoce el miedo que te genera, y cómo el miedo puede intentar guiar tu comportamiento. Por ejemplo, si sales con alguien que te cambia de planes, podría dispararse tu miedo al abandono, empujándote a que huyas de esa relación. Siéntate con esa emoción sin dejarla que tome decisiones. Respira. Escribe o habla con alguien para verbalizar lo que estás sintiendo y abrir diferentes perspectivas.
Si tienes claro lo que quieres y esperas de una relación, va a ser más fácil buscar a alguien afín, pero recuerda que las personas y las relaciones son imperfectas, y en el proceso de construir una relación, los dos tienen que adaptarse.
Tener nuevos vínculos puede ayudarte a recordar cómo se sentía el vínculo con tu novio cuando estaba vivo. En ocasiones, las sensaciones y recuerdos que más se quedan con nosotros son las de la pérdida y el dolor que deja, y eso se sobrepone a los recuerdos de la vida compartida.
Una relación de pareja puede ser un apoyo, pero es mejor no sobrecargar a esa relación con tus procesos de pérdida. Puedes encontrar un buen espacio en terapia o con otras personas para explorar las emociones del duelo que van a surgir en una nueva relación. Para una pareja, puede ser difícil sentirse en la sombra de una relación pasada. Recuerda que cada vínculo es único y evita comparaciones.
Los humanos tenemos la necesidad de vínculos cercanos para nuestra supervivencia. La soledad nos resta años de vida y tiene un impacto en nuestra salud física. Esto es especialmente cierto para vínculos amistosos. Si bien tu experiencia con el duelo puede pedirte que no te arriesgues, también tienes la capacidad emocional de soportar las dificultades de ser vulnerable con alguien más. Es valiente abrirte a una nueva relación, y tu deseo de hacerlo es un ejemplo claro de tu resiliencia.
Date la oportunidad de experimentar todas estas emociones mientras vives.
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