Ecuador es el segundo país de la región con más desnutrición crónica infantil. Esta condición afecta al 23% de los niños menores de 5 años. En los menores de 2 años es todavía más alarmante: llega al 27,2%. 

La desnutrición crónica infantil sucede cuando el cuerpo no tiene las suficientes vitaminas, minerales y nutrientes que necesita para desarrollarse plenamente. No solo se da por el acceso a los alimentos sino también por la falta de acceso a agua potable. 

Puede tener consecuencias irreversibles en la salud de los niños, niñas y adolescentes, que incluso se extenderán hasta su vida adulta. Entre las principales están problemas en su desarrollo cognitivo, ingreso tardío al sistema escolar, mayor riesgo de enfermedades crónicas y problemas para conseguir trabajo.

En esta entrevista, Alessandro Dinucci, director adjunto del Programa Mundial de Alimentos en Ecuador, habla sobre qué se puede hacer para revertir la desnutrición infantil en Ecuador. Y de los impactos que esta condición tiene en la niñez ecuatoriana. 

¿Cuál es la situación de la desnutrición crónica infantil en Ecuador? 

Según los últimos datos, que son de 2018, Ecuador es el segundo país en América Latina con mayor prevalencia de la desnutrición crónica infantil (DCI). Uno de cada tres niños y niñas en el país la sufren.

Para medirla se considera el tamaño y la edad del niño o la niña. Se toman medidas antropométricas para ver si hay un retraso de crecimiento.

Hay zonas del país donde se concentra más este fenómeno. Por ejemplo, las zonas de la Sierra centro, también la Amazonía. Hay una prevalencia más alta en población indígena. Llega hasta un 40%, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC). En la población mestiza, blanca, afroecuatoriana y montubia las cifras no sobrepasan el 22%. 

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Es un problema que afecta al país desde hace muchos años y, posiblemente, durante el periodo de la pandemia también se ha agudizado. Aunque no tenemos todavía datos oficiales después del 2018. 

Los estudios que hemos realizado como PMA, por ejemplo, nos dicen que durante la pandemia la alimentación de las familias ha sido afectada por un aumento de la pobreza extrema y de la inseguridad alimentaria [cuando no se consumen ni se tiene acceso a los suficientes alimentos para un desarrollo normal]. 

Entonces, posiblemente eso se ha reflejado también en la desnutrición crónica infantil, y en el sobrepeso y obesidad también; los datos también son bastantes graves: 6 de cada 10 adultos en el país tienen sobrepeso y/o obesidad. 

¿Cuál es el impacto de esa malnutrición en la población?

En 2018 hicimos dos estudios muy interesantes.

Uno con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) sobre el costo económico de la doble carga de la malnutrición porque hablamos de desnutrición crónica infantil, y del sobrepeso y obesidad. Para Ecuador, el valor que se ha estimado [que la DCI le cuesta a Ecuador] ha sido de más del 4% del producto interno bruto (PIB) del país. Es un costo económico y social muy alto. 

Para calcularlo se ha considerado el costo en términos de salud y de capital humano que no llega a su potencial máximo. Eso involucra la educación, repeticiones escolares, entre otras cosas. Entonces todos estos costos en diferentes sectores se traducen en este dato del 4% del PIB. 

El otro estudio que hicimos se llama Cerrando la brecha de nutrientes. Ahí medimos el poder adquisitivo de las familias para acceder a una dieta nutritiva y saludable. Según los datos del 2018, solo la mitad de la población tiene acceso económico a una dieta nutritiva y saludable. 

Esto no es solo un tema de sensibilización nutricional que es super importante —hay hábitos de consumo que hay que mejorar. Sino que también vivimos en una región donde las dietas saludables son las más caras del mundo. 

Eso claramente es un problema de acceso económico.

Y eso pasa en una región tan rica a nivel de agricultura. Es decir que los productos están ahí, pero ¿lo que incrementa los costos es la dificultad de acceso, el costo del transporte y los intermediarios? 

Sí, exactamente. 

Lo que observamos a veces también es que hay, por ejemplo, pequeños productores que sí tienen alimentos frescos y saludables en sus terrenos, pero son para la venta, no para el consumo de esos agricultores. Entonces su dieta es pobre y no es variada como debería ser. De ahí también los problemas de la DCI. 

programa de alimentación escolar del PMA

Uno de los niños que fue parte del programa de alimentación escolar del PMA en Montúfar, en abril de 2023. Fotografía cortesía del Programa Mundial de Alimentos.

¿Qué otros factores intervienen en la desnutrición crónica infantil?

Hay muchos factores que influyen y determinan la desnutrición crónica infantil. No solamente la alimentación. También se incluye el acceso a agua segura y temas de salud. 

El cambio de comportamiento es fundamental. 

Se deben promover hábitos alimenticios para una dieta variada, nutritiva, con productos locales, evitando productos ultra procesados. Hay mucho que se puede hacer en este sentido con campañas de promoción de los productos del territorio que hay que consumir y promover más.

Hay un potencial enorme en la agricultura familiar campesina en Ecuador que tenemos que aprovechar. El trabajo tiene que ser multisectorial: donde todos los sectores apunten a esta reducción de la DCI. Y yo diría también al combate del sobrepeso y obesidad, que son dos caras de la misma moneda. 

Al final, ambos afectan al capital humano del país y a los servicios de salud porque hay más costos y más elevados. Entonces hay que atacar la malnutrición en todas sus formas, esto es importante.

Los primeros años de vida son fundamentales para combatir la desnutrición crónica infantil. ¿Por qué?

Nosotros, como PMA, hemos propuesto en nuestra estrategia ir más allá de los mil días. Hablamos mucho de esta ventana de oportunidad de los mil días para atacar a la DCI. O sea desde el embarazo de la mamá hasta los dos años de vida del niño o de la niña. Es un periodo crítico muy importante para combatir la desnutrición.

La lactancia materna, la alimentación diversificada, las vacunaciones, todos son elementos súper importantes en ese periodo. Pero no son suficientes. Los estudios a nivel internacional nos dicen que hay que ir hasta los 8 mil días, que son prácticamente unos 20 años, y es el tiempo necesario para que la persona desarrolle todo su potencial. 

No podemos olvidar que después de los mil días hay otros momentos críticos en el crecimiento, en el desarrollo cognitivo, y en la salud de los niños, las niñas y de las personas que necesitan atención. De eso viene nuestro enfoque en la alimentación escolar, que puede contribuir en esta perspectiva de 8 mil días.

Los estudios nos dicen que hay también otros momentos de desarrollo de los niños, como entre los 7 y 8 años o en el periodo de la adolescencia que son muy importantes. 

Si un niño no se alimenta bien, afecta también en el desarrollo de su salud y puede causar enfermedades. Entonces muy importante decir “bueno mil días son la ventana de oportunidades”, pero no es que después de los mil días es “ah ok, ya está no hay nada que hacer”. 

Hay que trabajar en los 8 mil días. Esto es importante.

¿Qué pasa con quienes ya tienen desnutrición crónica infantil en esos mil días?, ¿pueden volver a estar sanos? 

Sí. Según la evidencia científica a nivel global, ese periodo de los mil días es fundamental porque ahí se crea la sinapsis —la forma de comunicación de las neuronas— en el cerebro. 

Hay fotos muy impactantes de mapas de sinapsis donde se ve el cerebro de un niño sin desnutrición y el cerebro de un niño de la misma edad con desnutrición. Es increíble ver cómo son menos en el niño que ha tenido desnutrición crónica. Entonces los primeros mil días son esta ventana que hay que aprovechar.

Esto no significa que después sea un caso perdido. Se puede también contribuir a mejorar la salud, pero efectivamente si se pierde este periodo es mucho más difícil y no se puede llegar al potencial completo de la persona. 

Por eso, desde un punto de vista también de inversión económica, el mensaje para los gobiernos es aprovechar este momento porque es donde sí podemos tener muchos más resultados. 

Después algunas cosas son, de alguna forma, irreversibles. Se puede mejorar la salud del niño, pero sin duda hay afectaciones si hubo un sufrimiento durante en el embarazo y si después, durante los primeros dos años, la alimentación no es saludable, diversificada, ni suficiente. 

programa de alimentación escola

El programa de alimentación escolar del PMA se retomó en 2023 en Montúfar, en Carchi. Fotografía cortesía del Programa Mundial de Alimentos.

¿Qué papel tiene la alimentación escolar en la lucha contra la desnutrición crónica infantil? 

Los gobiernos de todo el mundo están cada vez más convencidos de que las comidas escolares son una forma poderosa y rentable de garantizar el acceso a alimentación saludable para los niños. 

Como PMA nosotros consideramos a la alimentación escolar como algo que va mucho más allá de la comida en sí. Es una plataforma que puede conectar varios sectores si se hace bien. Primero, se conecta con la protección social. De hecho, los sistemas de alimentación escolar son las más grandes redes de protección social del mundo.

Segundo, se conecta con la agricultura a través de los pequeños productores. Pero también se conecta con sectores como salud y nutrición. Y, por supuesto, el sector educación. 

Es un programa, una plataforma, que hay que aprovechar porque tiene muchísimos beneficios. 

Varias investigaciones muestran que los programas de alimentación escolar pueden tener efectos beneficiosos en la agricultura, la educación, la salud, la nutrición y la protección social con 9 dólares de retorno por cada dólar invertido. [El que sea tan elevado] es un raro retorno de la inversión. Si yo invierto en un programa integrado y multisectorial donde los varios sectores trabajan, ese retorno de la inversión es poderoso. 

Un dato muy importante es que los programas de comida escolar pueden aumentar las tasas de inscripción de un 9% y de asistencia en un 8%. Además, según estudios del PMA, por cada 100 mil niños alimentados a través de un programa de comida escolar se crean casi 1.400 empleos. 

Este es el poder de este modelo de alimentación escolar con pequeños productores, con todas las personas que trabajan a lo largo de la cadena de valor de un programa. Hay los cocineros, las personas que transportan, los mismos pequeños productores, hay muchos actores que se involucran. 

¿De qué forma se entrega la alimentación escolar en el país?

Aquí voy hablar de varios puntos. 

Primero, el programa del gobierno es positivo en el sentido que es universal. Hay una cobertura, según los datos, de unos 2,9 millones de niños y niñas. Esto es positivo, es un logro para el país tener un programa universal. 

Ahora, lo que pasa es que lo que se está entregando es una barra de cereales, entonces es un producto procesado. Eso, desde un punto de vista nutricional, se puede mejorar definitivamente. 

También hay que decir que Ecuador cuenta con una ley de alimentación escolar muy importante que determina que un 30% de la comida que llega a las escuelas debe ser de pequeños productores. Esto también es un reconocimiento importante de a dónde tenemos que ir y es lo que nosotros estamos apoyando como Programa Mundial de Alimentos. 

Lo hacemos porque un programa de alimentación escolar que utiliza productos locales no solamente beneficia a los niños y a las niñas al ser una comida de verdad, nutritiva, saludable y diversificada; también apoya a la economía local del país, a los pequeños productores.

Entonces hay un efecto multiplicador en la economía. 

Los datos nos animan a replicar este modelo en el Ecuador. De hecho es lo que hemos hecho a partir del 10 de abril de 2023, ese día entregamos la primera comida a través de este modelo local donde el PMA trabaja con los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD), con los pequeños productores. Y, por supuesto, con los Ministerios de Educación y Agricultura para proveer una comida de verdad, fresca y diversificada a los niños. 

¿Cómo funciona más específicamente ese programa?

Hemos empezado con algo muy pequeño. Pero nosotros comenzamos a trabajar el programa de alimentación escolar desde 1984. Entonces llevamos una experiencia larguísima a nivel nacional e internacional. Tenemos este modelo que ya se ha implementado en varias ocasiones. La última vez que lo hicimos fue en el 2019 en la frontera norte [de Ecuador]

Hemos retomado este programa el 10 de abril de 2023 con la primera entrega de comida en el cantón de Montúfar, en Carchi, a 10 escuelas. Yo no lo llamaría piloto, porque ya lo hemos implementado varias veces, pero retomamos el programa para 1.200 niños. Así queremos mostrar una vez más que el modelo sí funciona, sí es beneficioso, y sí se puede hacer. 

Los GAD están poniendo el 50% de los costos, el resto lo estamos poniendo como PMA con fondos del sector privado. Pero podemos ir mucho más allá de eso y ver cómo podemos involucrar a otros donantes. También por qué no ver cómo reorientar una parte de los fondos del gobierno, ¿no?.

Las cifras nos dicen que este sistema centralizado de alimentación escolar del gobierno cuesta unos 150 millones al año. Es una inversión fuerte y positiva. Es un programa universal, pero por qué no orientar una parte de estos fondos en las zonas donde hay mayor pobreza, donde hay mayor DCI, donde hay más problemas de vulnerabilidad de las personas, para priorizar un programa de alimentación escolar con pequeños productores en esta zona. ¿Por qué no?

Nosotros, en este momento, con el modelo que tenemos, estamos listos para absorber fondos y trabajar con los GAD y no necesitamos tiempo para arrancar. 

Por eso también empezamos con este pequeño proyecto para decir ‘miren, estamos listos’. O sea si aquí se ponen recursos, nosotros en un mes o en dos escalamos el modelo en cualquier zona del país. Esta es un poco la propuesta que hacemos como PMA.

¿Por qué se detuvo el programa en 2019?

Por varios factores. 

Era un programa financiado por donantes externos al país, y se acabó el financiamiento. Eso es un factor. Después, en el momento que estuvimos listos para una nueva fase, entramos a la pandemia. Pero ahora lo que hemos visto a nivel global es que hay una reactivación de todos los programas de alimentación escolar en el mundo, después de la pandemia. 

Hay unos 30 millones de niños más en el mundo que hoy en día reciben asistencia de alimentación escolar comparado con 2020. 

Todo eso se está reactivando y la idea de retomar el proyecto es que aquel modelo, que ya está ahí y la verdad funciona súper bien, es involucrar al sector privado. Y también mostrar una vez más a los socios, a los donantes, a todos los que pueden aportar al programa de alimentación escolar que sí se puede. Y que como Programa Mundial de Alimentos tenemos la capacidad de implementarlo.

Esa es la idea: despertar un poco los ánimos. Es verdad que tenemos una ley que dice que el 30% tiene que venir de los pequeños productores, pero en realidad estamos al 1% en la actualidad. Quizás ni al 1%. El potencial es enorme y cuando uno muestra un modelo y dice mira ‘aquí fusiona, aquí está’, es mucho más fácil activar las cosas. 

Lo que esperamos nosotros como PMA es también involucrar a personas que puedan visitar estos programas, ver con sus propios ojos cómo funciona los beneficios, y decir ‘aquí está un programa que funciona y solo falta invertir en estos recursos’.

comida para el programa de alimentación escolar

Mujeres preparan la comida para el programa de alimentación escolar del PMA en Montúfar. Fotografía cortesía del Programa Mundial de Alimentos.

En el país hay varias organizaciones que también trabajan para combatir la DCI, como  Unicef, que es otra agencia de la ONU como el PMA, y Redni. ¿Cómo trabajan entre ustedes?

Tenemos un grupo de Naciones Unidas dedicado al tema nutrición y, en particular, a la desnutrición crónica infantil donde está Unicef, está la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), entre otras organizaciones del sistema de Naciones Unidas. 

También como PMA, nosotros somos parte del Consejo Consultivo para la Lucha a la DCI, que es parte de la estrategia de la Secretaría Técnica Ecuador Crece Sin Desnutrición Infantil. 

¿Qué es un consejo consultivo? Básicamente es una instancia de veeduría ciudadana. Esto es algo que ha funcionado muy bien en varios países. Es un consejo donde tienes PMA, pero también al sector privado, Redni, la sociedad civil, periodistas y más. 

Hay un rol de más de 20 socios de varios sectores que están en este consejo para hacer el trabajo de veeduría ciudadana y de aconsejar a las varias instancias sobre el tema. 

Por supuesto la DCI, por definición, es un tema multisectorial, multicausal. 

Es un tema que hay que atacar a través de una estrategia que pueda abarcar los varios sectores. No hay ningún actor que solo pueda atacar este tema, hay que hacerlo juntos y de eso viene también el espíritu del Consejo Consultivo que es hacer que el trabajo contribuya a la política de Estado, más allá del rol de cualquier gobierno. 

O sea que sea algo que se quede en la institucionalidad del país porque es un tema que no tiene color político, sí o sí hay que atacarlo. Y todos tenemos que contribuir, todos tenemos que trabajar. 

No es un tema solo de Unicef o del Programa Mundial de Alimentos, es un tema de todos. 

El sector privado debe estar involucrado, el gobierno, la sociedad civil, las ONG, las escuelas, todos los sectores. Esta es la lección aprendida también de los otros países: cuando se conforma este trabajo multisectorial de estrategia con varios ejes que atacan la problemática en todos sus aspectos, ahí sí hay logros. De otra forma no se puede. 

Si nosotros pensamos, como se creía en el pasado, que la DCI solo es un problema de salud, entonces ahí solamente el Ministerio de Salud puede hablar de DCI. ¡No! Eso no es cierto. Eso no funciona. 

Si nosotros miramos la DCI solo como problema de salud pública no se va a resolver, es multisectorial. Incluye hasta al Ministerio de Economía y Finanzas que tiene que orientar las diferentes inversiones para lograr estos cambios, estos resultados. Entonces es muy importante no verlo de manera aislada. 

También creo que hay esta percepción que solo la gente con menos recursos tiene desnutrición crónica infantil. Veo que las cifras dicen lo contrario, ¿hay desnutrición en todas las clases socioeconómicas?

Sí, porque, como hemos dicho, es también un tema de hábitos alimenticios y de comportamiento. 

Por eso es importante tener estas campañas comunicacionales a nivel nacional y local para poder discutir estos temas, visibilizar. Porque muchas veces la gente dice que parece algo muy técnico que solo los expertos pueden manejar. Pero eso es el cambio, hacer entender que no es un tema del que solamente pueden hablar los expertos. 

Hay que socializarlo y explicarlo de manera sencilla para que la gente entienda cómo eso puede afectar también al desarrollo, al potencial y al capital humano del país. 

Los niños con desnutrición van a tener problemas en la escuela, van a aprender menos. Y ahí vuelvo al tema de alimentación escolar. Por ejemplo, en Montúfar unas niñas nos contaban que todos los días tienen que caminar 5 kilómetros [para ir a la escuela] y en la casa no comen. Entonces, imagínese, una niña que llega a la escuela después de haber caminado 5 kilómetros y se pone a aprender, ¿qué va a aprender?  

Está tan claro que hay que contribuir con comida de verdad en estas escuelas, para que estas niñas y niños puedan aprender cómo se debe, puedan concentrarse y lograr su potencial. Si no atacamos esos aspectos después nos preguntaremos por qué los niños no siguen estudiando. 

Es un tema también de acceso a una comida saludable. Empoderando a las personas con mensajes nutricionales adecuados. Eso se aprende desde niños, entonces es muy importante.

También, pensando en el largo plazo, las personas que aprendan a alimentarse bien desde niños pueden aplicar esos conocimientos cuando tengan hijos. ¿Eso en sí podría ser una medida de prevención para el futuro?

Absolutamente, esto es fundamental. 

He tenido una trayectoria bastante amplia con el PMA, desde el 2005. He trabajado más de 10 años en África, después en América Latina en varios países. Hay colegas internacionales que ahora tienen una carrera increíble y una trayectoria increíble en la organización que fueron beneficiarios de la alimentación escolar del PMA en su país. 

Hace 30 años en África, una niña vivió en situación de extrema pobreza y hoy esa niña es oficial del PMA del más alto nivel, con la carrera internacional fabulosa. Es solo un ejemplo, pero sí, definitivamente es importante. 

Es lo que hablamos del capital humano, del capital social. Si se mantiene la desnutrición crónica infantil, lo que estamos perdiendo son futuros líderes.  

Susana Roa 150x150
Susana Roa Chejín
(Ecuador, 1997) Periodista lojana y jefa de la redacción de GK. Cubre economía, sexualidad y derechos. Le interesan los temas de empleo, educación financiera y salud sexual y reproductiva.
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