Cuando aparecieron dos cuerpos colgados del puente de Durán hace exactamente un año, en febrero de 2022, se dijo que esta forma de matar era un repertorio usado por los mexicanos. 

Pero en México, donde el narcotráfico opera desde antes de los años 60, esta horrorosa forma de matar apareció recién en el 2008, durante el gobierno de Felipe Calderón. En Ecuador, un país en el que cada vez más la desigualdad y la falta de integración social aqueja a la población, esta forma de matar llegó en los ‘albores’ del negocio ilícito. 

Aunque suene evidente, desde la antigüedad, ninguna muerte por escarmiento debe pasar desapercibida. Menos aún en un negocio, como el narcotráfico, en el que la única manera de establecer reglas es la violencia. El ser humano ha hecho del espectáculo de la muerte el mensaje más rotundo de su vileza: la muerte del enemigo debe exhibirse para mostrar poder y propagar temor. 

Sirve de advertencia, instaura jerarquías y establece una cultura de impunidad. 

Con  estas muertes sanguinarias, los narcos no difieren mucho de los griegos o los romanos. Lo importante es entender el contexto en el que suceden.

Desde 1986, cuando el entonces presidente de Estados Unidos Ronald Reagan declaró que el problema de las drogas es un crimen de Estado, el negocio ilícito se ha hecho más violento y las formas de trasiego más eficientes. Las drogas son más potentes además de baratas y son mayores los territorios donde opera el narco. 

Todo indica que la declaración de la guerra y el tratar a las drogas como un crimen no solucionaron  el problema. Lo volvieron mayor. Los países donde ha habido más muertos por esta guerra son Colombia, México, Brasil, El Salvador, Honduras y ahora Ecuador. También son estos los países de la región con mayores niveles de desigualdad social y peor distribución de ingresos per cápita. 

El narco es un problema que afecta a muchos, y ver lo que ha pasado con las drogas en México o Colombia da una pauta de lo que se podría evitar en Ecuador.

En enero de 2007, Felipe Calderón, entonces flamante presidente de México, mandó el ejército a varios estados del país para dar inicio a su guerra contra el narco. A diferencia del Plan Colombia, impuesto por Bill Clinton en el país con el mismo nombre para combatir el narcotráfico y la guerrilla, Calderón pidió apoyo económico y logístico a los gringos y declaró su propia guerra contra el narco, en lo que se llamó el Plan Mérida, por la ciudad donde tomó lugar la reunión entre Calderón y su homólogo, George W. Bush.

Felipe Calderón declaró la guerra contra las drogas en México

El ex presidente Felipe Calderón declaró la guerra contra las drogas en México. Fotografía de José Daniel Ojeda bajo licencia CC BY-ND 2.0

Cuando empezó la guerra, los mexicanos en estados como Sinaloa mostraron escepticismo y miraron con desconfianza los tanques del ejército atravesando las calles de sus ciudades. Siempre que hay cambio de gobierno, decían, el Presidente entrante monta este espectáculo. Lo que en ese momento no se imaginaron es que con esa incursión del ejército se desataría la era más violenta en la historia de México, después de la revolución de 1910. 

Al declarar la guerra, Calderón mostró un profundo desconocimiento de su país, del poder bélico del enemigo, y, según el sociólogo Luis Astorga, demostró también una falta de total estrategia. En su análisis, Astorga reconoce que en un inicio los gobernadores de varios estados apoyaron la decisión de Calderón de acabar con el narco, pero cuando la violencia se les fue de las manos, todos le dieron la espalda, ya sea por intereses políticos, económicos, o por temor. 

Para muestra está el caso de Genaro García Luna, su Secretario de Seguridad, el hombre duro del gobierno panista, envuelto en casos de corrupción. García Luna fue detenido en Estados Unidos, donde se mudó después de dejar su puesto en el gobierno. En el 2018, su nombre salió a la luz en el juicio contra el jefe del cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera alias “El Chapo”, cuando un hombre declaró que él mismo llevaba las valijas con dinero a García Luna. En enero de 2023 se inició en Brooklyn, Estados Unidos, el juicio en su contra por sospecha de soborno y corrupción.

Como parte de su guerra contra las drogas en México, una de las primeras acciones del gobierno de Calderón, fue el secuestro de “Mochomo”, Alfredo Beltrán Leyva, en el 2008. El Mochomo era hermano de Arturo Beltrán Leyva. Arturo fue hombre fuerte de Amado Carillo “El Señor de los Cielos”, y después fue parte de Los Zetas. Hasta el 2008, los Zetas tenían un pacto con el cártel de Sinaloa (El Chapo e Ismael Zambada, alias “El Mayo”)  para controlar el trasiego y la distribución de droga en los Estados Unidos. 

Según declaraciones en el juicio de García Luna, el gobierno de Calderón secuestró al Mochomo con ayuda de “El Chapo”. Poco después, aparecieron hombres colgados de un puente en Ciudad Juárez y una manta en la que se leía un mensaje en el que Arturo Beltrán Leyva advertía que era el inicio de una guerra de venganza. Era una disputa por el control del territorio entre Los Zetas y el Cártel de Sinaloa. Después de esos primeros cuerpos colgados en Juárez, hubo más en Tijuana, Acapulco, Chihuahua en el 2010, en Nuevo Laredo en 2012, por citar algunos ejemplos. Roto el pacto, se desató la violencia más brutal en el país.

En el 2009, el gobierno de Calderón  asesinó a Arturo Beltrán Leyva en Cuernavaca. Mientras esas capturas y asesinatos aparecían en la prensa como triunfos del gobierno en su guerra contra el narco, en las calles del país se experimentaban la inseguridad y la violencia más extremas. 

Calderón desestimó la fuerza de su enemigo, tanto en términos bélicos —porque hasta entonces no se sabía el armamento que tenían los narcos—, así como en su capacidad de corromper incluso a altos miembros del gobierno. Tampoco acompañó su contienda contra los narcos, con programas de inclusión social, educación y mejoramiento en las tasas de empleo de la población. Pero sí empoderó al ejército de tal manera que sus miembros ejercieron violencia impunemente contra la población más vulnerable: números oficiales registraron 17210 personas desaparecidas y 53319 asesinatos dolosos. La violencia extrema de parte de narcos y del ejército en su sexenio la reportaron periodistas como Marcela Turati, Sandra Rodríguez Nieto, Daniela Rea, así como los 101 periodistas asesinados, entre ellos José Armando Rodríguez y Regina Martínez Perez.

Calderón terminó su sexenio con su guerra perdida y un país destrozado. El suyo es un ejemplo a no seguir. 

Tomando en cuenta la historia de México, en la estructura de operaciones del narco, cuando el capo muere, los territorios —también llamadas plazas— entran en disputa por quienes quieren ocupar su lugar; se fraccionan los grupos y se multiplican las formas de violencia. No basta con matar, colgar al enemigo del puente, hay que establecer terror a través de atracos, robos, secuestros. 

Es necesario tener en jaque a la población, naturalizar el miedo y establecer impunidad. Este tipo de crímenes ni siquiera cuestan mucho, los cometen jóvenes de las zonas más desprotegidas, y menos incluidas de la sociedad. Jóvenes para los que no hay ni acceso a la educación, y menos la posibilidad de imaginar un futuro. En el narco encuentran una manera de insertarse en alguna estructura social, de pertenecer, y acceder —por efímero que sea el momento— a los bienes materiales que otros derrochan.. 

Desde sus inicios, el narcotráfico se ha establecido con formas de violencia extremas. Los estudiosos han dicho que la llegada a Ecuador es irreversible —el 31 de octubre de 2022 otros dos cuerpos aparecieron colgados, esta vez en Esmeraldas— confirmando así el fracaso de una guerra que durante décadas ha matado a miles de jóvenes en la región, ha gastado millones de dólares en armas y formas de castigo, mientras que no ha invertido ni un centavo en programas de integración. 

Lo que no han dicho los expertos, es que una manera de blindarse contra el negocio ilegal es dar a la población más vulnerable herramientas para tener vidas dignas, un lugar en la sociedad que les permita imaginarse que vale la pena vivir. Aunque suene un poco utópico, de esa manera, no habrá tanta gente joven dispuesta a participar en un negocio en el que el riesgo de perder la vida es tan alto.

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Gabriela Polit Dueñas
Profesora del Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Texas, Austin. Ha publicado varios libros como Cosas de hombres. Escritores y caudillos en la literatura latinoamericana del siglo XX, e Historias de narcos. Culiacán y Medellín. Su obra creativa incluye libros de poesía y novelas.
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