La noche del 10 de enero de 2023 fue uno de esos momentos en que universos paralelos se toparon y nadie se dio cuenta. Ke Huy Quan se paró en un escenario hollywoodense para recibir un Golden Globe por su interpretación de Waymond Wang en Everything, Everywhere, All at Once. Fue curioso: por un momento parecía que el galardonado era el Waymond que se reencuentra con su ex novia Evelyn Quan en una realidad en la que son personas exitosas —ella, una estrella de cine, él, dice, “quizá tuve suerte”—, pero se han separado desde jóvenes. No solo por el peinado, los lentes y la chaqueta elegantísima: su discurso de aceptación tenía unas notas muy cercanas a su célebre monólogo en la película dirigida por Daniel Kwan y Daniel Scheinert.

Fue un discurso de gratitud, perseverancia y humanidad. Tres rasgos tan propios de Waymond Wang, que si no fuese porque Quan lo interpretó en varios universos y lo matizó en cada uno de ellos sin que perdiera su esencia, uno podría caer en la trampa de pensar que le habían dado un Golden Globe por ser él mismo. 

Nada más lejano de la realidad —al menos de esta en la que se ganó el premio. 

Es un extraño y completo spoiler: Everything, Everywhere, All at Once es difícil de explicar sin arruinar la experiencia —que por cierto, vale la pena ver, al menos la primera vez, en una sala de cine. Pero Waymond existe en todas las dimensiones: no solo de la ficción, sino de la realidad. 

Waymond

Ke Huy Quan con su Golden Globe por interpretar a Waymond Wang en Everything, Everywhere, All at Once. Fotografía tomada de la cuenta de Twitter de los Golden Globes.

Es un hombre secundario, amable y ninguneado. Un hombre de celofán, incluso en su versión más exitosa —aquella que se parece demasiado al Ke Huy Quan del universo en que escribo esto. “¡Todo el mundo es notado, una que otra vez, a menos que, claro, se trate del invisible e insignificante de mí!”, cantaba Amos Hart (interpretado por John C. Riley), en el musical Chicago. Waymond Wang es la reivindicación de esos aparentes hombres traslúcidos y descartables que, en realidad, son piedras angulares que sostienen y dan sentido a —en el caso de Everything, Everywhere, All at Once literalmente— universos enteros. 

Esa noche de enero de 2023 en que los universos paralelos se tocaban las puertas, Quan ganó como mejor actor de reparto por interpretar al gran hombre de reparto. Aquel que voluntariamente escoge un lugar secundario. El que ha entendido que el lugar en que mejor le sirve a la vida es en la base; no en la cúspide. 

Waymond Wang es Remedios, la Bella, el enigmático personaje que se va al cielo en cuerpo y alma en Cien años de Soledad: su comprensión del mundo que habita, un poco descolocado para esa realidad, hace que la gente que los rodea los dé por tontos, cuando, en realidad, es “como si viniera de regreso de veinte años de guerra”, dijo el coronel Aureliano Buendía. Lo mismo podría uno decir de Waymond, solo que viniese de vuelta de infinitos universos. 

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A medida que la historia ¿avanza? y él cruza entre universos y realidades, mucho cambia pero hay una esencia que permanece. No es difícil ver en Everything, Everywhere, All at Once una interpretación de las teorías de los multiversos o mundos paralelos, propuestas a mediados del siglo XX por varios científicos (quizá el más prominente de todos, Erwin Schrödinger). 

Pero quizá un detalle menos evidente es que las realidades que vemos funcionan más o menos —quizá menos en la de las piedras— como la nuestra. En todos esos sería necesario una constante cosmológica, descrita por Einstein como Lambda. 

¿Qué es? No lo sabemos con precisión. Los científicos están bastante seguros de que es la energía oscura, única capaz de escapar de los agujeros negros. Pero en el reino de la poesía, bien podría ser Waymond —o la amabilidad, la fineza, la aceptación que representa. “Cada rechazo, cada decepción te ha traído hasta este momento. No dejes que nada te distraiga de eso”, le dice el Waymond del universo Alpha a la Evelyn distante reticente y ensimismada de la realidad en la que le pide el divorcio.

Esa interpretación está mucho mejor lograda que en otras películas como, por ejemplo, Interstellar. En el buen filme de Nolan se intenta, pero resulta  mucho más edulcorada —para contentar el paladar infantil del público estadounidense.  “El amor, TARS, el amor” le dice el bueno de Cooper (interpretado por Matthew McConaughey) a su compañero robot, cuando está extraviado en un teseracto al que llegó por el agujero negro al que cayó en su búsqueda por un planeta donde perpetuar la humanidad. 

Para muchos, la solución fue demasiado cursi. Quizá el problema no era ese, precisamente, sino que lo cursi era completamente ajeno, aparecía de la nada, sin un personaje que se pusiera sobre los hombros la sutil fortaleza de la amabilidad y la delicadeza. Cooper, después de todo, es un héroe. Porque Interstellar es yet another American hero movie. Y el héroe americano es fuerte. 

En Everything, Everywhere, All at Once, Ke Huy Quan construye la matemática que explicará la constante de amabilidad y preocupación por los demás que atraviesa los multiversos que habitan Waymond, Evelyn y su hija Joy.

Waymond no tiene que ser un piloto retirado hermoso y viudo que encuentra una base secreta de la NASA y se embarca en una nave por el espacio sideral para salvar a la humanidad. A Waymond le basta saber qué galletas aplacan la furia impositiva de la señora Deirdre, funcionaria tributaria interpretada por Jaimie Lee Curtis, o ponerle ojitos a las fundas de ropa sucia en su lavandería, o aceptar a la novia de su hija, o decirle a la Evelyn estrella de cine lo que siente.

“Entonces, aunque me has roto el corazón una vez más, quería decirte que, en otra vida, realmente me habría encantado hacer lavandería y los impuestos contigo”, le dice, en una de las escenas más tiernas de la película. 

Waymond es agradecido, aun cuando ha “tenido suerte” —e incluso en una realidad que no conoce. Igual de agradecido estuvo Quan la noche del 10 de enero, cuando dio su sencillo —pero conmovedor— discurso, Golden Globe en mano. 

Le agradeció a Steven Spielberg, que le dio su primer papel, siendo un niño, en Indiana Jones. Luego, dijo que pensó que todo había acabado para él. Hasta que todos los rechazos y decepciones lo llevaron a esta película. Le agradeció a su esposa y, de cierta forma, fue como ver que todos tenemos —debemos aspirar a ser— un  Waymond. 

“Sean amables”, dice Waymond en medio de una pelea masiva, herido de una puñalada por una de las Evelyns. Es un gran momento porque ella ha optado en todos los universos por la destrucción. Jobu Tupaki la ha convencido: nada importa. No hay lecciones, solo retaliaciones. Pero él nunca sucumbe. Ser amable es su forma de pelear.

Quan dejó claro que él, también, optó por ese camino. No tuvo resentimientos, solo gratitud. 

No hay que ser demasiado erudito para entender que esta es también una película sobre el amor. Filial, conyugal, propio. 

Pero es también una proclama sobre la búsqueda de la identidad propia, una declaración de independencia que desenmascara la vieja paradoja de vivir a la altura de las expectativas que los mayores (digamos con claridad: los papás) tienen de uno y el intento de ser uno mismo. 

Waymond Wang es esa reconciliación. Quiere ser él y aceptar a los demás. Quiere reconocer al otro —no moldearlo. Se ha reconciliado con la realidad, aunque no deja de pensarla y descifrarla en su propia clave: la de la gentileza. Ojalá todos estuviéramos mucho más en esa posición, en este mundo polarizado y feroz. 

La escena en el callejón fue un hermoso tributo a In the Mood for Love de Wong Kar-wai. Pero ya para entonces, todos los que veíamos la película sabíamos que presenciábamos una arenga leve y demoledora a favor del amor, en todas sus dimensiones, con todas sus complicaciones, lejos del romanticismo plano, cercana a la vida. Ya para entonces, todos nos sentíamos in the mood for Waymond. 

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José María León Cabrera
(Ecuador, 1982) Editor fundador de GK. Su trabajo aparece en el New York Times, Etiqueta Negra, Etiqueta Verde, SoHo Colombia y Ecuador, entre otros. Es productor ejecutivo y director de contenidos de La Foca.
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