La idea es que la chica que se ha alejado de su pueblo y de esa vida más tranquila, decide regresar a ver a su familia para las fiestas navideñas. Y cuando lo hace, un chico que estaba enamorado de ella en la época de colegio —y que nunca se lo dijo o que ella rechazó— se acerca de nuevo y con él, ella aprende el sentido de lo verdaderamente importante. Esa es la historia que se repite en casi todas las películas navideñas que se pueden ver en estos días.
Sin embargo, hay ocasiones en que las historias originales —las de todo tipo—, las extrañas, consiguen romper las fórmulas de los filmes navideños y ofrecen joyas que, con la excusa de estar ambientadas en Navidad o de usar esta festividad como elemento dramático, se permiten algo más que la simple y llana comedia romántica.
Aquí, cinco ejemplos maravillosos:
Gremlins (1985), de Joe Dante
El mogwai es un regalo increíble: una mezcla entre ewok, oso de peluche y cachorrito, que al verlo solo genera ternura. Y un padre decide comprar uno para dárselo a su hijo adolescente Billy, en su pueblo, el ficticio Kingston Falls. Pero debe cumplir tres reglas importantes: no mojarlo, no darle de comer después de medianoche (sí, es una especie de animal que se le ha escapado a la ciencia) y no exponerlo a la luz. Esto último podría matarlo.
Y en esta película todo lo que puede salir mal, sale mal. El caos explota en el pueblo cuando en Nochebuena, de la espalda de Gizmo —el mogwai que el padre le regaló a Billy— salen otros mogwais, luego de que a la pequeña mascota de Billy le cayera agua encima. Estos otros mogwais deciden comer después de medianoche y así se convierten en criaturas monstruosas que sólo quieren destruir todo por el placer de la destrucción.
Entonces, la paz de las fiestas se interrumpen y Billy, Gizmo y Kate —la novia de Billy— deben encontrar la manera de detener a estos monstruos que están a punto de acabar con todo.
La idea de una comedia negra de horror, ambientada en la Navidad, no resultaba nueva en ese momento. Ya para entonces había filmes con un Santa Claus asesino y hasta con muñecos de nieve que mataban. Pero lo que hace que Gremlins se haya convertido ya en un clásico navideño es que los gestos con los que arranca todo: la paz, el regalo, lo hermoso de la festividad, valores ligados a esa época, es lo que va a generar la tragedia.
Es como si no hubiera espacio para lo bueno, incluso cuando lo bueno está pasando. Nihilismo navideño puro.
The Family Stone (2005), de Thomas Bezucha
A veces, las comedias románticas navideñas toman el modelo conocido y le dan la vuelta con mucha inteligencia. The Family Stone lo consigue bajo la idea de la comedia de enredos.
Una familia y sus cinco hijos, ya adultos y con sus parejas, deciden reunirse en la casa en la que crecieron. Y todo lo que va a pasar durante estas fiestas navideñas —la pareja de uno de los hermanos está enamorada de otro de los hermanos, y la hermana de esa mujer que es pareja del hermano equivocado está enamorada de quien sería su cuñado— va a generar conflicto y carcajadas a cada rato.
Pero al final todo se va a resolver. Porque familia es familia.
Hay dos razones por las que esta película funciona. Una tiene que ver con el tremendo elenco que tiene: Sarah Jessica Parker, Diane Keaton, Claire Danes, Rachel McAdams, Dermot Mulroney, Craig T. Nelson y Luke Wilson.
¿La otra? Por la forma en que enfoca la tragedia que gravita alrededor de los Stone y que la misma comedia del filme parece diluir. Pero llega el desenlace y la coloca de frente. No duele, pero hay dolor, belleza y vida que sigue adelante. Porque, aunque en algún momento alguien de la familia ya no va a estar para la siguiente Navidad, la vida familiar no se destruye.
Kiss Kiss Bang Bang (2005), de Shane Black
Antes de dirigir películas, Shane Black era uno de los guionistas más buscados de Hollywood y tenía una especie de gesto narrativo importante: en casi todas las que escribía, las acciones sucedían en Navidad. Era su firma y se respetaba. Por eso, cuando en 2005 tuvo la primera oportunidad de dirigir una película que también había escrito, pues todo sucede en época navideña.
Aunque lo que suceda tenga muy poco que ver con Navidad. Pero esa es la trampa: Kiss Kiss Bang Bang tiene mucho de espíritu navideño, solo que aparenta lo contrario.
Robert Downey Jr. es un criminal que, luego de ver a su compinche morir y de ser perseguido por la policía, entra de golpe en una audición de una película, donde lo confunden con un actor de método y eso le permite escapar del peligro e ir a Los Ángeles a una prueba de cámara para una película.
Dentro de ese mundo se encuentra con una amiga de la infancia, Harmony Faith Lane —Michelle Monaghan— y conoce al detective Perry van Shike, más conocido como Gay —Val Kilmer—. Y de golpe los tres se ven envueltos en un asesinato e intentarán resolverlo, de una forma muy particular.
Black hace una película de crimen, con mucho humor y en Navidad. Lo interesante de este ejercicio es que muchos de los valores asociados con esta fecha —como la unidad, el perdón, y la bondad— se ven representados en la historia, a veces de una forma un tanto extraña. Pero están ahí y eso la vuelve una película navideña, aunque no se la quiera ver así. Downey Jr y Kilmer están excelentes y divertidos en este filme.
Krampus (2015), de Michael Dougherty
Esta es una película de horror, de absoluto horror, enfocada en la Navidad. Su director y coguionista, Michael Dougherty, toma al personaje de folklore europeo, Krampus —que asusta a los que se han portado mal y a los que han perdido el verdadero espíritu navideño—, y lo hace enfrentarse a una familia disfuncional, en plenas fiestas.
Sí, gente que no se porta bien.
Entonces esta familia, encabezada por Adam Scott y Toni Collette, tienen que trabajar en conjunto para impedir que Krampus se los vaya llevando uno a uno.
Y en medio de todos los elementos clásicos del horror, como los sustos y las muertes violentas, hay espacio para algo de comedia, y de la buena —los filmes de terror en el marco de la Navidad deben tener algo de humor para sobrevivir—. Esto hace que Krampus sea un entretenimiento quizás no para toda la familia, pero sí para muchos miembros de ella.
Anna and the Apocalypse (2017), de John McPhail
A ver si esto tiene sentido. Esta es una comedia inglesa, que es también una película de zombis y un musical. Y pasa durante las fiestas de Navidad. Anna y sus amigos y gente cercana —como su padre, su novio, el chico que le está gustando y sus mejores amigos— deben encontrar una definición de lo que será su vida lejos de la escuela y del pueblo en Escocia en el que viven cuando, de golpe, el apocalipsis zombi estalla.
Así que, entre acciones propias de este tipo de cine —del de zombis— y de canciones, el grupo se irá diezmando y tratará de encontrar el milagro navideño de sobrevivir, evitando ataques y mordeduras de muertos vivientes. Sí, es una película absurda —y que en ocasiones recuerda mucho a Shaun of the dead, sin llegar a los momentos de genialidad de la película de Edgar Wright—.
Pero su absurdo funciona porque, hasta en el fin del mundo hay espacio para canciones ridículas en onda High School Musical.
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