El país atraviesa una etapa de convulsión y violencia. De atentados coordinados con explosivos y caos en las prisiones. A ese contexto se ha sumado, en algunos espacios, el cuestionamiento al trabajo y la función de los defensores de derechos humanos.
Hoy, cuando el gobierno de Guillermo Lasso es criticado por el manejo de la crisis, el Presidente ha llegado a decir frases que colocan a los defensores de los Derechos Humanos como solapadores de delincuentes. Un argumento —falaz, por donde se lo mire— que cada cierto tiempo se recupera para poner en evidencia la idea de “buenos” versus “malos”.
Y de esta manera, quienes en Ecuador defienden los derechos humanos quedan abandonados.
Esta situación la entiende muy bien la abogada y activista por los derechos humanos María Dolores Miño, que aceptó esta entrevista para hablar sobre el rechazo a los defensores de DDHH en momentos de crisis.
¿Por qué se produce ese malentendido sobre el sentido de la defensa de los derechos humanos? Es decir, ¿por qué hay gente que habla de que “solo se defienden los derechos de los delincuentes”?
Desde los ciudadanos de a pie, la razón puede ser la ausencia de conocimientos de un tema que es jurídico y hasta filosófico, aunque en la era del Internet, con toda la información a una googleada de distancia, es inaceptable.
Desde altos funcionarios públicos, por otro lado, no es error ni ignorancia: es simple mala fe y afán de engaño a la ciudadanía.
Cuando estuvo de moda el discurso pro Derechos Humanos [durante los gobiernos de Rafael Correa], todos se abanderaban como defensores o como víctimas. Esas mismas personas, Lasso a la cabeza, ahora cambian el discurso porque políticamente es más rentable estigmatizar el tema de Derechos Humanos y a sus defensores.
Aquí la explicación [de que nos acusan de defender los derechos de los delincuentes] es la total falta de ética y coherencia.
El presidente Lasso, en su intervención del pasado 1 de noviembre, dijo: “y cuidado con apelar a los derechos humanos para solapar a la delincuencia”. Esto revela el desconocimiento sobre lo que son los derechos humanos, su aplicación y defensa. ¿A qué se deben estas interpretaciones?
Creo que busca echar mano de un discurso equivocado y antidemocrático, pero popular. Además, busca trasladar las culpas de su eventual fracaso a los defensores de Derechos Humanos: no podemos detenerlos porque “los Derechos Humanos se oponen”, como si alguna vez él hiciera caso de lo que recomendamos.
Siguiendo en la misma línea, ¿de qué forma se debería entender la existencia de los derechos humanos en un momento como este, de mucha violencia?
El derecho internacional de los DDHH no solo no se opone al combate efectivo y oportuno de la violencia, lo exige. Lo exige porque esto es básico para que la ciudadanía pueda ejercer a plenitud los derechos como la vida, la integridad personal, la propiedad etc.
Eso sí, ese combate legítimo y necesario no debe entenderse como carta blanca para ejecuciones extrajudiciales, tortura o desapariciones forzadas que, tristemente, es lo que ha ocurrido en países que ya han atravesado situaciones similares.
¿Qué nos hace falta como sociedad para entender la importancia de los derechos humanos?
Me parece curioso cómo tanta gente habla muy a la ligera de los DDHH, sin siquiera tratar de entenderlos.
Esto se logra con autoeducación, pero también debe venir de un manejo responsable del discurso oficial. Si las falsedades sobre los DDHH o los defensores vienen del jefe de Estado o de altos funcionarios, ¿qué esperamos del ciudadano de a pie?
¿Qué significa defender los derechos humanos en un país como Ecuador, donde se malinterpreta su sentido?
Los defensores de DDHH siempre la vamos a tener difícil porque nuestro trabajo supone, en algún punto, criticar al gobierno de turno.
Si eres un defensor coherente, serás crítico sin importar la línea ideológica del gobierno, y eso ya nos vuelve incómodos siempre. En Ecuador, la década pasada fue de salir en sabatinas; ahora, es recibir ataques digitales. Pero en ambos casos, el fin es el mismo: silenciar la crítica.
Y no hay nada más antidemocrático que eso.
Suele pasar que quienes denostan la defensa de los derechos humanos son los que luego usan al Sistema Interamericano. Aquí tenemos el caso del correísmo, por ejemplo. Pero ahora está pasando lo contrario, gente como el asambleísta Fernando Villavicencio, que fue defendido por varios defensores de DDHH, ahora los acusa de estar del lado de los delincuentes. ¿Por qué pasa eso?
Porque son personas sin ética, valores ni coherencia. Solo viven para sus intereses políticos.
Como ahora, por ejemplo, Villavicencio está en una posición de poder, y desde ahí puede ser fiscalizado, arremete contra los mismos ciudadanos que antes nos jugábamos por defender sus derechos, solo porque ya no le servimos. Lo que defendemos hoy pone en evidencia sus prácticas antidemocráticas.
En el caso mío y el de Juan Pablo Albán, por ejemplo, el ataque de Villavicencio inicia cuando denunciamos violaciones al debido proceso en un caso donde él, desde su portal, esparció información falsa sobre una mujer injustamente acusada de un delito. Esta mujer luego fue ratificada en su inocencia en 2021. Como no le gustó ser puesto en evidencia en su mentira, ha pasado dos años insultándonos, lanzándonos ataques digitales, y difamándonos.
Entonces, cuando ese señor dice, tan suelto de huesos, que los Derechos Humanos solo amparan delincuentes, hay dos opciones: o quiere engañar a los ecuatorianos, o se está definiendo como delincuente. Porque no hay una persona en este país que más haya recibido la defensa por parte de activistas, y protección de organismos internacionales y de la propia Corte Constitucional, que él.
Creo que mis colegas y yo hemos aguantado estos ataques entendiéndolos como gajes del oficio. Pero que ahora, en medio de una crisis de seguridad producida exclusivamente por el abandono e inacción estatal, quieran hacer de nosotros chivos expiatorios para lavarle la cara a un gobierno que no atina a qué hacer, para mí, cruzó una raya que no estaré dispuesta a tolerar en silencio.
Acá están en juego nuestras familias, que exponen con nombres, apellidos y dirección. Nosotros no tenemos por qué asumir las culpas de lo que han hecho o dejado de hacer gobiernos que hemos criticado.
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