No es nada nuevo que se hable de un spin-off en el mundo del cine y la televisión. Esa es la forma que los estudios y productores han encontrado para dominar la nostalgia provocada por esa serie o película favorita. En algunas ocasiones, ese programa que se deriva de otro resulta ser espectacular, y en otras, un desastre.

Pasó con Friends y ese absurdo experimento llamado Joey. También con Cheers y esa pequeña joya llamada Frasier; y sucedió cuando se acabó Buffy, The Vampire Slayer y apareció Angel. 

O no resultó del todo entre Full House y Fuller House.

Y, desde luego, pasa con Better Call Saul. Serie que terminó el 16 de agosto de 2022, después de seis temporadas y 63 episodios.

El spin-off de Breaking Bad, que tenía la premisa de contarnos cómo el abogado Jimmy McGill se convierte en Saul Goodman, el abogado del profesor de secundaria convertida en capo de la metanfetamina Walter White, no solo funciona. 

Es también preciso y dueño de una serie de detalles de producción que le permiten alcanzar la belleza. Sí, es una serie dramática con tintes de humor. Es bella, muy bella. Tanto que en este momento, se podría considerar a Better Call Saul como mejor que la historia de ese profesor de química con cáncer que decide entrar al bajo mundo, cocinando crystal meth. Sí, Better Call Saul es impresionante.

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Desde el 16 de agosto, en Netflix, se puede ver el episodio final de una serie que ha cumplido con muchos de sus apartados: mostrar el desarrollo del personaje que interpreta Bob Odenkirk, enlazar con los acontecimientos de Breaking Bad —con apariciones de White y su socio Jesse Pinkman incluidos— e ir más allá. 

Si Breaking Bad fuera una película, sería El Padrino, de Francis Ford Coppola. Eso convertiría a Better Call Saul en El Padrino 2, que técnicamente es una secuela, pero también funciona como precuela.

Better Call Saul ayuda a cerrar lo que quedaba abierto de varios personajes de Breaking Bad. Recupera a otros personajes que ya estaban muertos. Todo funciona porque como ejercicio narrativo, los creadores de la serie —Vince Gilligan y Peter Gould— ya tenían un destino al cual llegar. 

Por eso, el recorrido consistió en darle forma y llenar espacios con personajes que aparecieron o que solo fueron insinuados en Breaking Bad. Lo de Better Call Saul es una maravilla por la forma en que la narrativa, sin sacrificar el producto, es capaz de hablar de otro y atar cabos sueltos.

Algo que ni Marvel ha conseguido con sus universos fílmicos. Lo ha intentado, pero no le ha resultado.

El abogado caído

Saul Goodman

Bob Odenkirk es el protagonista central de «Better Call Saul», interpretando a Jimmy McGill / Saul Goodman. Fotografía cortesía de Netflix.

Jimmy McGill es el punto de partida para Saul Goodman. Bob Odenkirk dejó el segundo lugar en Breaking Bad para tomar la delantera. Gilligan y Gould concibieron una serie que funcione como un estudio de personaje, basándose en el Saul Goodman creado por Gould en el guion del octavo capítulo de la segunda temporada de Breaking Bad. 

Son las luchas internas del personaje principal las que mueven la historia, más allá de los acontecimientos que suceden. Casi como fue en un principio Breaking Bad

Pero Better Call Saul estaba obligada a mostrar esa transformación y sus consecuencias. Porque de esta manera los espectadores íbamos a permanecer ahí, semana a semana, esperando un nuevo episodio. Ya sabíamos parte del camino transitado por él, necesitábamos la otra parte.

Para que Saul Goodman naciera, debía pasar por fuego. Better Call Saul es el tránsito por ese fuego. La serie sucede en medio de las búsquedas de Jimmy McGill por su esencia. De su intento por dejar de estar a la sombra de su hermano mayor, un gran abogado, y de empezar a tener dinero, sin importar los pasos que estaba dando en el mundo criminal. Es ahí que empieza a aparecer Saul Goodman. 

Y con él, todo el infierno que se desata a su alrededor. 

Entonces, Jimmy desaparece a la vista de los espectadores y de otros personajes. Better Call Saul apuesta por una transformación progresiva, por partida doble. Porque Jimmy McGill es Saul Goodman, pero luego de los acontecimientos de Breaking Bad, cuando escapa y vive con otra identidad, como gerente de una sucursal de la tienda de comida rápida Cinnabon, él se vuelve Gene Takavic. 

Se trata de ir y de volver. En el capítulo final, Goodman pide que se lo identifique como James McGill, punto de inflexión que revela algo más de la serie. 

La estructura Better Call Saul tiene como columna vertebral la ruptura del personaje central. Los capítulos se mueven en una serie de escenas del pasado, de la época de Breaking Bad y de lo que sucede después, que se van intercalando en cada episodio —algo que se intensifica a medida que las temporadas avanzan— para crear una narrativa cohesionada. 

La belleza de esta serie está en que vamos conociendo y articulando la complejidad del Jimmy McGill / Saul Goodman, en la medida en que estas escenas generan sentido, aunque argumentativamente no tengan que ver unas con otras. 

Saul Goodman marca el ritmo de la serie: el caos de su vida es el caos de su estructura.

Más allá del abogado

Otro de los grandes méritos de Better Call Saul es abrir las relaciones de Jimmy McGill / Saul Goodman con personajes importantes de Breaking Bad, que aquí regresan y se redimensionan. 

Gustavo Fring

Giancarlo Esposito regresó como Gustavo Fring en la serie «Better Call Saul». Fotografía cortesía de Netflix.

Si ya en Breaking Bad eran impresionantes, en esta serie se vuelven inmensos. Hablo de Mike Ehrmantraut —Jonathan Banks— y de Gus Fring —Giancarlo Esposito—, quienes, a diferencia de la serie de la que salieron, se reconstruyen hacia adentro. 

Hay un nivel de profundidad y de relato triste con ellos que permite que el espectador pueda sentir cierta empatía detrás de las tragedias personales y luchas que cada uno carga. Se vuelve agridulce —sobre todo en el caso de Mike— porque ambos personajes ya están muertos en este universo.

Y con ellos en el show se logran otros nexos con el universo de Breaking Bad, porque de esta manera aparecen los Salamanca, esta familia criminal que resulta un problema para Walter White en sus intentos por ser un capo de la droga. 

Pero aquí, los Salamanca se amplían. Si ya eran temibles, ahora son espeluznantes, gracias a la gran actuación de Tony Dalton, como Lalo Salamanca. Si bien Better Call Saul es una serie sobre gente que toma decisiones equivocadas y se convierte en villana, el caso de Lalo Salamanca es superior. Es un monstruo, un ser terrible y en la serie se lo padece.

En medio de este triángulo Saul—el lado de Fring—y los Salamanca descansa quizás el mejor personaje de la serie. Que de a poco se fue convirtiendo en una fuerza determinante para Jimmy McGill/ Saul Goodman. Rhea Seehorn interpreta a Kim Wexler, la abogada que es amiga de Jimmy, que se enamora de él con el tiempo y termina siendo parte de un entramado en el que ella parece calzar a la perfección. 

Kim Wexler hace algo que no sucede en Breaking Bad: una mujer fuerte y determinante en este universo era casi algo imposible. Kim es lo imposible, entonces. 

A diferencia de lo insufrible y desesperante que fue Skyler White —Anna Gunn— como esposa de Walter, Kim Wexler es la pieza más importante de todo este abanico de grandes personajes que la serie muestra. Rhea Seehorn regala una actuación de tanta crudeza que, cuando se permite ser vulnerable, la pantalla explota. Ninguna actuación de un personaje mujer, en los últimos años, ha sido capaz de tanto. 

Es posible que lo que más se vaya a extrañar luego de este 16 de agosto sea a Kim Wexler.

No es para menos. Porque lo que parece que va a funcionar de una manera en la serie, termina dando un giro contundente en el episodio final por la existencia de Kim. 

Kim Wexler

Rhea Seehorn interpreta a Kim Wexler, en «Better Call Saul». Fotografía cortesía de Netflix.

Por eso, el cierre de Better Call Saul es excelente, televisión en su mejor nivel, una experiencia de narrativa audiovisual que muchos otros programas quisiera conseguir. Este desenlace, en un capítulo plagado de referencias a grandes escenas del cine —El Padrino a la cabeza, porque tanto Gilligan como Gould saben escuchar a sus espectadores—, llega a lo que se requería. 

Que toda huída terminara, que estos seres que se amaron terriblemente, y que se convirtieron en las peores versiones de ellos mismos, consiguieran aceptar lo que eran y son. Para salir adelante, para hacer algo con el peso sobre sus hombros. Se trata de avanzar, sin importar las consecuencias.

Es una maravilla de cierre, sin moraleja de por medio porque es imposible que exista. Si Better Call Saul funciona es porque vemos la caída de alguien y al final nos quedamos viendo cómo Saul y Kim tratan de unir los pedazos de esas piezas destruidas. Nada será igual para ellos. Nada será igual para los espectadores. De eso se trata.

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Eduardo Varas
Periodista y escritor. Autor de dos libros de cuentos y de dos novelas. Uno de los 25 secretos mejor guardados de América Latina según la FIL de Guadalajara. En 2021 ganó el premio de novela corta Miguel Donoso Pareja, que entrega la FIL de Guayaquil.
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