Los nevados en Ecuador están en riesgo. Un estudio publicado en abril de 2022, concluyó que en los últimos treinta años se ha perdido el 42% de los glaciares andinos tropicales. Nuestro país es uno de los más afectados.
Según el estudio, entre 1990 y 2020, Ecuador perdió el 36,37% de sus glaciares.
Uno de los más afectados es el glaciar del volcán Carihuairazo, en la provincia andina de Chimborazo. En los últimos 60 años, más del 90% de su superficie glaciar se ha derretido. Queda tan poco glaciar en el Carihuairazo que los científicos creen que desaparecerá por completo en no más de cinco años.
Pero no es el único glaciar que está en riesgo en Ecuador. Según el estudio, la pérdida es “acelerada”. Se estima que cada año se pierde un promedio de 28 kilómetros cuadrados de glaciares de los Andes tropicales. Es como si todos los años se perdieran casi 18 veces el parque La Carolina de Quito.
El estudio dice que el rápido derretimiento de los glaciares se debe a varios factores de origen humanos. Entre ellos, el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero —producto del consumo de combustibles fósiles—, los incendios forestales, y otras actividades, como la agricultura. Sin embargo, otra razón por la que se están perdiendo los glaciares andinos es la deforestación de los bosques tropicales de la Amazonía.
La científica María Olga Borja, quien participó en el estudio sobre los glaciares, explica que en la naturaleza todo está relacionado. Por ello, cuando los bosques se pierden hay menos humedad en el aire y los patrones de lluvia cambian. Los glaciares, dice Borja, necesitan de humedad y lluvias para mantenerse y recuperarse. Si hay menos, se vuelven más vulnerables.
Entre 2001 y 2020, la Amazonía ha perdido una superficie de bosques de más de 500 mil kilómetros cuadrados —como si se hubiera perdido toda Francia. Esto ha aumentado el derretimiento de los glaciares. Si esto continúa, las consecuencias podrían ser devastadoras.
Algunos de los efectos más graves podrían ser la pérdida de páramos —que a su vez podría causar escasez de agua en las ciudades que dependen de ellos—, la extinción de especies de flora y fauna, y la afectación del turismo y las prácticas culturales de las comunidades rurales que viven cerca de los glaciares.