En 2018 René Torres tenía 79 años. Estaba jubilado y su única enfermedad era la hipertensión, que controlaba con medicación continua. Además, hacía casi diez años tuvo episodios de obstrucción intestinal —cuando los intestinos se paralizan y el sistema digestivo deja de funcionar. Su día comenzaba muy temprano junto a su esposa, Lourdes Molina, que en aquel entonces tenía 64 años, con la que salían a caminar al parque La Carolina. 

El departamento de René Torres está lleno de objetos que hablan de su vida antes de lo que hoy es su vida antes de la fractura de columna y después de que recibiera “un deficiente y negligente servicio de salud” en la Nueva Clínica Internacional en noviembre de 2018, según la sentencia de la jueza Gabriela Lemos Trujillo, de la Unidad Judicial de lo Civil con sede en la parroquia de Iñaquito de Quito

La sentencia de la jueza Lemos coincide con una auditoría que hizo la Agencia de Aseguramiento de la Calidad de la Salud y Medicina Prepagada (Acess) en un proceso administrativo que, por este caso, abrió y que aún espera una resolución. (Acess es una institución estatal encargada de velar de que los ciudadanos tengan una atención médica de calidad. Una de sus principales funciones es verificar que tanto los consultorios médicos, clínicas y los hospitales privados obtengan y renueven anualmente los permisos de funcionamiento). 

Basta entrar a la casa de René Torres para entender que la música era una de sus pasiones: tiene un piano negro de cola junto a su sala, con el que animaba las reuniones  familiares y de un cercano grupo amisgos con canciones de música nacional que sacaba de oído. A un lado, reposa un acordeón café  y negro, que hace más de dos años duerme también en silencio. En las paredes, cuelgan decenas de fotos de sus celebraciones y viajes familiares. Siempre aparece sonriente, junto a uno de sus seis hijos, esposa o amigos. Además, cuelga su título de economista de la Universidad Central.

“Como todo jubilado ya no tenía mucho qué hacer, por eso siempre salíamos con mi esposa a ver un terreno que teníamos en un parroquia aledaña a Quito, nos íbamos de viaje o simplemente a hacer compras o trámites que nunca faltan”, dice René Torres postrado en su cama de dos plazas, un velador flanqueándola a cada lado. 

En ellos reposan los 17 diferentes medicamentos para aliviar el dolor que toma desde el mismo momento en que sus instrumentos dejaron de sonar —desde que vive con las secuelas que le dejó una intervención médica tras un primer mal diagnóstico en el que se omitieron exámenes para detectar una fractura, según la sentencia de la jueza Lemos y la auditoría de la Acess. 

medicamentos de René Torres

Uno de los veladores de René Torres con sus 17 medicamentos. Fotografía de Vanessa Terán para GK.

Ese primer diagnóstico sería el inicio de la cadena de eventos que tienen hoy a René Torres viviendo en su cama. Según la auditoría que Acess hizo en 2019 sobre este caso, hubo errores de aplicación de los protocolos médicos en la Nueva Clínica Internacional. Ese año, René Torres inició dos procesos legales en contra de la clínica: uno administrativo, ante Acess, y el otro judicial. “Mi papá ama la vida y siempre supo disfrutarla. Por eso ahora pedimos justicia”, dice Mónica Torres, la hija de René, una mujer a cuyo rostro nunca le falta una sonrisa —aunque muestra también las marcas del agotamiento de los dos últimos años.

René Torres ganó el juicio en primera instancia y la jueza ordenó que la Nueva Clínica Internacional le devuelva los 36 mil dólares que le pagó por sus servicios médicos. La clínica apeló a la sentencia y aunque el caso está todavía en el juzgado que falló a favor de Torres, pronto deberá elevarse a la Corte Provincial de Pichincha.

Para este reportaje, envié una solicitud de información a la gerente de la Nueva Clínica Internacional, Beatriz Alvear,  el 22 de septiembre de 2021. Sin embargo, nunca tuve una respuesta. Tampoco contestó a mis llamadas telefónicas ni a dos correos electrónicos remitidos el 7 de septiembre y el 4 de octubre

También hablé con seis doctores de diferentes especialidades, sin embargo, cinco de ellos pidieron confidencialidad por varias razones: prefieren no comentar sobre el trabajo de sus colegas, o tienen contratos con varias compañías de seguros y tienen cláusulas en los que se comprometen a no hablar mal o en contra de los hospitales o lugares en los que atienden.

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El viacrucis de René Torres comenzó el mediodía del sábado 10 de noviembre de 2018. Ese día, iba a un taller a retirar un espejo que mandó a hacer. Bajó al parqueadero del edificio en el que vive y, por alguna razón que no recuerda, caminó por unos segundos de espalda y se tropezó con un mojón de concreto y se cayó de espalda.

clinica internacional

René Torres en su cuarto junto a la enfermera que lo cuida. Fotografía de Vanessa Terán para GK.

Su dolor era tan fuerte que, dice, lo sentía en toda su espalda. Le pidió a  su esposa que lo ayudara a llegar a la Nueva Clínica Internacional. Escogió este centro médico porque por casi 20 años había pagado un seguro de salud privado que le garantizaba atención únicamente en ese centro privado, cuyos servicios René Tores había usado en un par de ocasiones. Fueron situaciones puntuales, como una operación de vesícula. René Torres dice que pagaba gustosamente alrededor de 180 y 200 dólares mensuales por su seguro. “Pensaba que el servicio [de la clínica] era de calidad”, dice René Torres desde su cama.

Al llegar a la unidad de emergencias de la Nueva Clínica Internacional, René Torres fue atendido y diagnosticado, inicialmente, con un traumatismo de tórax y fue remitido para que lo examinara una traumatóloga para un diagnóstico más preciso. 

La especialista revisó la placa de rayos X de su columna en dos posiciones: anteroposterior y lateral. Además, le tomaron varios exámenes de sangre. Los resultados de la radiografía fueron los siguientes: densidad mineral disminuida, lumbarización de S1, disminución de la altura de los cuerpos vertebrales, rectificación de la lordosis fisiológica, disminución de los espacios discales y sacroileitis bilateral. Esto quería decir, en términos más sencillos y resumidos, que René Torres tenía osteoporosis y una posible fractura en la columna en la zona lumbar. 

La traumatóloga también observó “signos de Staindler lumbar medios y laterales positivos y fuerza muscular 3 ⁄ 5”. Un médico especializado en traumatología —que prefirió mantenerse en el anonimato—  explica que esto se traducía a que René Torres sentía dolor en el área lumbar cuando lo tocaban y que su fuerza muscular se encontraba disminuida por el traumatismo producido por la caída.

Pese a que los exámenes sugerían que René Torres tenía una fractura, la traumatóloga de la clínica le dio de alta. Le recomendó reposo de 48 horas, acostarse en una cama dura y usar corsé ortopédico durante 15 días. Según el documento de auditoría que haría Acess en 2019, la traumatóloga le recetó analgésicos, realizar ocho sesiones de fisioterapia y regresar para un control en consulta externa, aunque en el informe no se especifica la fecha de ese control. 

Carlos Robles, traumatólogo, explica que es frecuente ver en las radiografías de las personas de la tercera edad con osteoporosis y la disminución de la altura de los cuerpos vertebrales, como fue el diagnóstico de René Torres.  “Lo importante es discernir si las facturas son agudas —recientes— o crónicas —lesiones que tienen semanas o meses—”, explica. 

Robles dice que independientemente de la edad del paciente, el médico siempre debe solicitar una resonancia magnética (una técnica de imágenes médicas que utiliza un campo magnético y ondas de radio generadas por computadora para crear imágenes detalladas de los órganos y tejidos del cuerpo). Este examen sirve para determinar si se trata de una fractura o si por el contrario, la vértebra está acuñada —es decir, aplastada o comprimida, pero no fracturada. Este criterio médico también se encuentra en el informe de la Acess. A René Torres no le hicieron esa resonancia. 

Llamé a la Nueva Clínica Internacional para preguntar si presta los servicios de resonancia magnética, y respondieron que no. También envié dos correos, el 7 de septiembre y el 4 de octubre, a la clínica preguntando a dónde se redirigen los usuarios cuando este centro de salud no cuenta con uno de los servicios que requiere el paciente, pero hasta el cierre de este reportaje no tuve respuesta.

En los siguientes tres días de reposo recetados por la traumatóloga, los dolores que sentía René Torres se volvieron insoportables. Lourdes Molina, su esposa, cuenta que el dolor era tan intenso al punto de que su marido lloraba de dolor. 

—Fue una de las pocas veces que lo había visto llorar y ya prefería no moverse para nada. 

René Torres en cama

René Torres en su cama, dos años después de la operación. Fotografía de Vanessa Terán para GK.

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El 13 de noviembre de 2018, René Torres tuvo que llamar a una ambulancia, que lo llevó de vuelta a la Nueva Clínica Internacional. Ahí volvió a ser evaluado, pero esta vez por un neurocirujano, quien al ver los exámenes que se le habían realizado previamente, concluyó que sí tenía una fractura en la columna en la región lumbar. 

Además, le diagnosticó que tenía la columna inestable —según el traumatólogo, que prefirió no ser identificado, esto se puede generar por una fractura que compromete a los ligamentos que estabilizan la columna—, por lo que solicitó internarlo para operarlo. 

Dos días después, a René Torres le hicieron finalmente una resonancia magnética. Los resultados se los entregaron al día siguiente, el 16 de noviembre de 2018, dos días antes de su operación. La jueza Gabriela Lemos Trujillo dice en su sentencia a favor de Torres que este examen debió ser practicado cuando ingresó a la clínica la primera vez. Los “hallazgos encontrados en la radiografía, sugerían una fractura”, determinó Lemos. Los resultados de la resonancia magnética del 15 de noviembre coinciden con los tres expertos consultados, el informe de la Acess y la sentencia de la jueza: “Se evidencia fractura de L1, L4 y L5”, es decir en las tres vértebras ubicadas en la zona lumbar de la columna.

Según la auditoría de la Agencia de Aseguramiento de la Calidad de los Servicios de Salud y Medicina Prepagada (Acess) para determinar qué sucedió en el caso de René Torres,  revisó su historia clínica, donde dice que los los médicos de la clínica  que lo atendieron el primer día que llegó luego de la caída dijeron que el “paciente no se movía para no sentir dolor”, como lo contó su esposa posa para este reportaje. 

Además, no podía defecar y solo expulsaba gases, por lo que se diagnosticó un íleo traumático lumbar —una afección intestinal que impide que la persona pueda realizar un adecuado proceso digestivo y se obstruye su evacuación. Según un médico gastroenterólogo al que consulté, este último proceso no está intrínsecamente vinculado con la fractura de columna, sino con los episodios de obstrucción intestinal que ya sufría René Torres desde hacía diez años. Sin embargo, el gastroenterólogo aclara que en la columna está la médula espinal y que es la que controla los movimientos intestinales, musculares y que la fractura pudo influir que el intestino de René Torres se obstruya. “Es como si todo hubiera conspirado en su contra en ese momento”, dice el gastroenterólogo.

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Desde su cama, René Torres, con la mirada atenta a todo lo que pasa a su alrededor y una personalidad imponente, dice que pese a que en un primer momento la traumatóloga le dio un diagnóstico impreciso, él comenzó a sentir que todo “se iba a solucionar porque sentía que estaba siendo atendido por un equipo de profesionales médicos” y que tras su cirugía esto no pasaría de un momento anecdótico. Sin embargo, las cosas resultarían de una manera muy distinta. 

La primera señal de alarma que tuvo la familia Torres fue que el personal de enfermería de la clínica, en los 40 días que René estuvo internado, se demoraba hasta dos horas para que lo ayudaran a realizar actividades básicas, como orinar, para la que, por su fractura, necesitaba asistencia. 

Según cuentan Mónica Torres y Lourdes Molina, el personal de enfermería solicitaba que un familiar esté permanentemente junto al paciente, lo que para ellas era imposible. Mónica Torres tenía que trabajar en su negocio de bienes raíces, y Lourdes ya era una mujer jubilada y sus energías no le permitían estar al lado de su esposo las 24 horas, ni pasar sentada en un sillón. Estos pedidos sorprendieron a las mujeres porque creían que esta clase de situaciones solo ocurrían en los hospitales públicos por falta de personal y no en una clínica privada, y menos cuando pagaban un costoso seguro de salud.

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Nueve días después de que René Torres sufriera la caída y se fracturara la columna, fue operado.  Según el consentimiento informado que firmó Torres su operación duraría entre 4 y 6 horas pero duró más de 12: comenzó a las 8 de la mañana y finalizó pasadas las 10 de la noche. 

Al terminar la operación, el neurocirujano que lo operó anotó en la historia clínica del paciente que hubo un “diagnóstico de fractura por aplastamiento” y que le prescribía una terapia con antibióticos y “cuidados de drenaje Jackson-Pratt”, un dispositivo que se coloca a las personas que son operadas para que drenen los fluidos que quedaron retenidos en el cuerpo durante la operación o los fluidos que se produzcan después de ella.

Tras la cirugía, Torres fue ingresado a una Unidad de Cuidados Intensivos durante tres días, hasta el 22 de noviembre de 2018, para ser evaluado constantemente y evaluar su progreso. Luego, fue trasladado a una cama general de la clínica . Ahí empezó a recibir antibióticos que eran administrados por personal de Medicina Interna. Hasta ese momento, se esperaba que tuviera una recuperación exitosa.

El 24 de noviembre de 2018, René Torres le explicó al personal del hospital que se sentía mal por un dolor agudo en el estómago y reflujo gástrico —además de otros síntomas como vómito y malestares estomacales que ya sentía desde que le hospitalizaron, aunque en un inicio eran leves, dice Torres. Él afirma que estaba sufriendo una obstrucción intestinal, una dolencia que ya había sufrido antes. Según la sentencia de la jueza Gabriela Lemos y el informe de la Acess, “las complicaciones (estomacales) que se presentaron fueron por la falta de atención oportuna de su dolencia. No había quién lo atendiera en la clínica”, 

“En ese momento estaba ya casi muerto y me sentía muy mal”, recuerda indignado y enfático Torres. “Por suerte apareció una doctora que fue la que me salvó la vida, y dio la voz de alerta a mis médicos tratantes porque mi estado de salud era muy delicado”, dice. La doctora que pasó iba a visitar a otro paciente y ordenó que se le realizara una radiografía del abdomen. Su hija Mónica —una mujer alta, de cabellos claros y tez blanca— acompaña a René mientras él cuenta su historia. 

 Según una fuente reservada que observó la atención que recibió René Torres, el problema fue que a pesar de que sí hubo quién lo atendiera, fue evaluado superficialmente de su obstrucción intestinal. Además, dijo que aunque los intestinos de René Torres se estaban obstruyendo, no le dieron la importancia al caso y que aunque no pasaba la comida no tenían un oportuno interés a la afección que presentaba Torres. “Había un médico residente pero no le dio importancia”, comenta. 

Según el informe de la Acess, ese mismo 24 de noviembre, cuando el cirujano general, que también estuvo durante la operación de Torres y era uno de sus médicos tratantes, vio la radiografía del abdomen del señor Torres solicitó que se le colocara una sonda nasogástrica, un tubo de plástico, hule o silicona que se introduce a través de la nariz, pasa por el esófago y llega al estómago para la alimentación y la eliminación de contenidos gástricos del paciente. Además, se pidió una “valoración por la Unidad de Cuidados Intensivos”.

Veinte minutos antes de que terminara ese 24 de noviembre, a René Torres le colocaron la sonda nasogástrica. Los médicos anotaron la “eliminación de líquido café de mal olor” en la historia clínica de Torres, que es parte de la auditoría de la Acess.  A las 12:10 de la madrugada del 25 de noviembre, 30 minutos después de ponerle la sonda, el cirujano general evaluó, una vez más, el estado de salud de Torres. 

Escribió en su historia clínica que el “paciente está pálido, diaforético, con saturación de oxígeno de 72%, tórax, pulmones con crepitantes en bases pulmonares, tendencia a la taquicardia, abdomen a la auscultación, ruidos hidroaéreos ausentes, con diagnóstico de abdomen agudo obstructivo”. Es decir, Torres estaba con anemia, sudoroso, con baja de potasio y estaba a punto de un shock como consecuencia de su obstrucción intestinal, explica una fuente médica. A este diagnóstico ya preocupante se sumó un comentario más del cirujano: “el paciente amerita el ingreso a UCI,  pero no hay espacio físico”.  A las 12:45, según el informe de la Acess, el cirujano general escribió en la historia clínica del paciente “por cuadro de choque se inicia reanimación”. Torres estuvo a punto de morir. 

Pese a su grave cuadro de salud, según la historia clínica de Torres —reproducida en la auditoría de la Acess—, él tuvo que esperar una hora y 35 minutos para ingresar a una Unidad de Cuidados Intensivos después de que otro paciente fuera retirado de la UCI de forma anticipada para cederle el espacio. 

Aunque los médicos que atendieron a René Torres pudieron salvarle la vida después del shock que sufrió, el hecho de que la Clínica Internacional no haya solicitado inmediatamente que se lo traslade a otro centro médico donde hubiera una cama UCI fue grave, según la auditoría del Acess. Según la Norma Técnica Sustitutiva de Relacionamiento para Prestación de Servicios de Salud entre instituciones de la Red Pública Integral de Salud y de la Red Privada Complementaria y Su Reconocimiento Económico, a los pacientes se los debe derivar de un centro de salud a otro por insuficiente capacidad resolutiva es decir por falta de espacio, por problemas de infraestructura, por problemas de abastecimiento y por falta de personal específico en el hospital. Ese, determinó la Acess en su auditoría, fue otro error de la clínica. 

El 27 de noviembre de 2018, el tercer día de Torres en la UCI, se le retiró la sonda nasogástrica porque su estómago ya toleraba líquidos y porque ya no le dolía el abdomen. Un día después, “por la estabilidad del paciente se decidió pasarlo a piso de hospitalización”, dice su historia clínica. Por unas breves horas, la familia Torres pensaba que a partir de ese momento todo mejoraría. Sin embargo, otro acontecimiento torció ese destino. 

herida de René Torres

La mañana del 28 de noviembre, su esposa Lourdes lo acompañó en la clínica. “En un momento decidí acomodar a mi esposo en la cama para que esté más cómodo y cuando alcé la cobija, vi que las sábanas estaban con sangre”, recuerda Lourdes, una mujer guayaquileña con la tez trigueña típica de la gente que vive en esa zona tropical y con una suave y dulce voz.

—Mi esposa me dijo: amor, ya estás con sangre atrás, cuenta René Torres.

Con preocupación y nerviosismo, tocaron el timbre junto a su cama para llamar a una enfermera. Sin embargo, la que llegó les dijo únicamente: “Efectivamente se le ha salido el dren de la herida y por eso hay sangre”. Automáticamente, la enfermera también les dijo: “No puedo hacer nada, eso tiene que revisar el médico y el médico residente vendrá más tarde”, recuerda René Torres con voz firme.

Según el informe de la Acess, René Torres informó al personal de enfermería que se le había salido el dren a las cuatro de la tarde. Sin embargo, el médico residente llegó cuatro minutos antes de las nueve de la noche.  El médico residente registró en la historia clínica de Torres: “se encuentra el dren fuera de su sitio, con sangrado leve, por lo que se procede a colocar y dejar funcionante su dren”.  Según un médico internista, un dren no se puede volver a “colocar” en un paciente porque ya no es un objeto esteril y al estar en contacto con el exterior se considera “contaminado”. El médico aclara que un dren solo puede ser colocado en un quirófano donde se garantice que haya la suficiente asepsia para que la herida no se infecte y evitar complicaciones. 

La resolución de la jueza Lemos coincide. “El dren de Jackson-Pratt, que va colocado dentro del cuerpo del paciente, al salirse y estar en contacto con el ambiente hospitalario, no puede ser recolocado”. Además, dice, “dejó de ser aséptico, como cuando fue colocado en el quirófano y de ahí que los protocolos señalan que en un caso similar el dren debe ser reemplazado por uno nuevo y jamás utilizarse el ya contaminado”. Según el informe de auditoría de la Acess, cuando el médico residente fue interrogado, negó haber recolocado el dren y dijo que únicamente lo había “acomodado” para que funcione, una versión muy distinta a la que escribió en la historia clínica de René Torres y a lo que relatan él y su esposa. 

El 30 de noviembre de 2018, en la historia clínica se explicaba que “se solicitó una valoración por infectología para manejo conjunto con medicina interna”, es decir los doctores sospechaba que Torres tenía una infección, porque los resultados de exámenes de sangre mostraba un importante aumento de leucocitos, un indicador para determinar si existe o no una infección en el cuerpo humano. Además, en esa misma fecha se detectó que René Torres “presentaba  una neumonía asociada a cuidados de la salud y postoperatorio de columna”, dice el informe de la Acess.  

El 3 de diciembre de 2018, se lee en su historia clínica, René Torres sentía dolor en la herida de la operación. Por ello, se decidió puncionar su borde. De la herida brotó entonces un líquido serohemático, una especie de suero que produce el cuerpo humano. 

El líquido fue enviado a un laboratorio para que se realice un antibiograma y cultivo para detectar de qué bacteria se trataba. Cuando le pregunté a René Torres cómo se sentía en ese punto me respondió: “Mal, cómo más se puede sentir uno que había pasado una persona casi un mes en el hospital y aterrado por todo lo que le pasa”. Su hija, Mónica, dice que para ese punto su papá ya estaba deprimido.

El 4 de diciembre el equipo médico que trataba a René Torres anunció que se realizaría una “limpieza quirúrgica de la herida de la operación”, según describe su historia clínica. Esta limpieza no tuvo ninguna complicación pero por los hallazgos encontrados en el procedimiento, que no se explican, los médicos decidieron incrementar la dosis de antibioticoterapia. 

Ese mismo día, Torres volvió a ingresar a la Unidad de Cuidados Intensivos como consecuencia de la nueva cirugía para tratar la infección.  Siete días después, Torres continuaba en cuidados intensivos y el informe de laboratorio reportó el crecimiento de Cándida —un hongo— en el cultivo de la secreción del borde quirúrgico de la herida. Por este motivo se añadió a su tratamiento fluconazol, un fármaco con acción antifúngica, ampliamente utilizado para el tratamiento de infecciones. 

El 15 de diciembre, después de 16 días que se presentó la infección alrededor de la herida, un examen de cultivo determinó que Torres había superado la infección. 

silla de ruedas

La silla de ruedas de René Torres. Fotografía de Vanessa Terán para GK.

Un día antes de Nochebuena, René Torres fue dado de alta. Cuando salió de la Nueva Clínica Internacional podía caminar con dificultad. Unas semanas después necesitó otra operación. En esa intervención, que fue hecha en otro establecimiento médico,  le colocaron una malla en todo el estómago por la musculatura que perdió durante la hospitalización, su bajo  peso y sus problemas gastrointestinales. Según René Torres, “esta operación del estómago me la realizaron a las pocas semanas de haber sido dado de alta y por eso no pude hacer la rehabilitación de la espalda”, por lo que poco a poco su calidad de vida se ha ido deteriorando.

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Cuando Torres salió de la clínica sintió alivio, pese a que tuvo que pagar alrededor de 36 mil dólares adicionales a los 20 mil que le cubría su seguro privado. “Me acerqué de forma amable a hablar con la gerente de la clínica, para intentar negociar el pago de mi estancia en la UCI por la infección que fue provocada por su responsabilidad”, dice desde su cama. Además, “esperaba que tomaran en cuenta que soy asegurado de EcuaSanitas y me dieran un precio preferencial y no como cualquier paciente que llega” dice Torres. “Hasta ese momento pensaba que solo habían tenido un par de errores”, recuerda Torres.

Tras el reclamo de Torres, la Nueva Clínica Internacional se autorealizó una auditoría, a la que tuve acceso. En ella, se afirma que lo que pasó a René Torres fue consecuencia de ser una persona de la tercera edad.  A lo largo del informe se leen frases como “hay que recalcar que estamos frente a un paciente de la tercera edad” y “hay que hacer hincapié, en que estamos frente a un paciente adulto mayor”. 

El documento dice que Torres se cayó por segunda vez el 13 de noviembre, fecha en la que fue hospitalizado. Pero en la sentencia de la jueza Lemos se establece que no hubo una segunda caída.

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Después de que le entregaron la autoauditoría de la  clínica, como respuesta a su reclamo, René Torres acudió a la Agencia de Aseguramiento de la Calidad de la Salud y Medicina Prepagada (Acess) para hacer una denuncia sobre la calidad de la atención médica que recibió en la Nueva Clínica Internacional. 

Iván del Pozo, responsable de procesos sancionatorios de la Acess, explica que la auditoría que esta institución realizó en el caso de René Torres no es vinculante —es decir que no es de cumplimiento obligatorio. La agencia realiza observaciones dentro de un proceso administrativo sancionador con el que se determinará si es que en realidad existió o no “el posible cometimiento de la infracción y sanciona al establecimiento de salud o al profesional, dependiendo de la infracción cometida”. 

Del Pozo aclara que sancionar a un proveedor de salud es un procedimiento entre la administración pública y el administrado, es decir entre la clínica y el Acess. El denunciante, es decir el paciente, “no es parte de nuestro procedimiento, porque nosotros como agencia de control nos encargamos de que se cumpla la norma”, explica del Pozo.  

Iván del Pozo dice que el proceso administrativo que  hace la agencia es para detectar una infracción en el sistema de salud pero que no sirve al denunciado para que se le resarzan potenciales daños. “Debe llevar su caso por la vía civil”, dice. También explica que cuando se habla de una posible negligencia médica el informe  de la auditoría es una “una herramienta, es un disparador, que me permite a mí verificar dentro de un procedimiento si  existe un posible cometimiento de una infracción”, afirma. 

Del Pozo explica que cuando se presume que hubo un incumplimiento a la Ley Orgánica de Salud por parte de un proveedor médico, se abre un proceso sancionatorio. En él, se investiga lo que pasó, se realizan actuaciones previas a la apertura del proceso, se solicita cierta información al establecimiento, dependiendo de la infracción. “Con esto yo llamo a una audiencia donde se presentan todas las pruebas”, dice del Pozo. Al igual que en cualquier proceso administrativo, el hospital tiene su derecho a la defensa y “con todo este análisis se saca una resolución en la que yo le sancionó al administrado si es que infringió la norma como tal”, dice del Pozo.  

Cuando le pregunté a del Pozo cuánto puede tomar determinar si una casa de salud es sancionada me respondió que la Ley Orgánica de Salud establece un plazo de hasta cinco años para investigar y sancionar las infracciones por mala práctica médica o negligencias, que es la figura que René Torres entabló. Su caso lleva en investigación apenas dos años y, aunque el informe no es vinculante, el caso de Torres sí pasó a etapa de investigación en el departamento de procesos sancionatorios.

Del Pozo explica, además, que durante la investigación de la agencia se determina quién tuvo la responsabilidad en la negligencia, si el hospital o el médico. En el caso que se demuestre una mala práctica médica el doctor es el responsable y es “cuando se habla de este tema es netamente sobre la  actuación de los profesionales con relación al paciente”.  Diana Valverde, abogada de análisis de procesos sancionatorios de Acess, explica que cuando la culpa de una negligencia médica es de la clínica, esta puede tener varios tipos de sanciones —desde multas hasta, en los casos más graves, clausura definitiva. 

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En el caso de la auditoría del caso de René Torres, la Acess determinó en el informe que se presume que hubo negligencias al momento de tratarlo. Por ello, su caso ha pasado al área de Procesos Sancionatorios. Según los funcionarios de la Acess con los que conversé, el proceso de investigación de este caso es reservado y confidencial y no pueden dar más detalles. Lo que sí pudieron responder es que la Nueva Clínica Internacional cumplió con las recomendaciones de mejorar sus protocolos médicos y capacitar a su personal —lo que no impide que la investigación de este caso avance.

Cuando René Torres tuvo el informe de la agencia en sus manos se enteró de que hubo varios consentimientos informados en los que se omite la hora en que se realizaron las intervenciones, su duración; tampoco se pusieron los riesgos que corría el paciente, el diagnóstico, al punto que los consentimientos solo tenían la firma de Torres y del médico.

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René Torres dice que se sorprendió cuando leyó en el informe del Acess que “no se realizó una conciliación de medicamentos de acuerdo a lo establecido en el Manual de Seguridad del Paciente”. En el informe se explica que varios médicos le administraron medicamentos sin tomar en cuenta “las prescripciones realizadas por otros especialistas”. Un médico consultado explica que cuando un paciente es internado por diversas dolencias debe haber un criterio unificado entre todos los médicos que lo tratan para establecer cuál es la medicación que más le conviene al paciente y que no haya contraindicaciones. Además, el Acess encontró que en su historia clínica constaba que le cambiaron varias veces de antibióticos “sin reportar el motivo”. Además, la agencia determinó que en la historia clínica de Torres constaba como suspendido un medicamento que nunca le administraron ni fue prescrito por los médicos.

Aunque la vida continúa para todos, René Torres la vivirá desde su cuarto. Además, gastará mensualmente 3 mil dólares mensuales en la compra de los 17 medicamentos que consume, el sueldo de la enfermera que lo cuida durante el día para que pueda sobrevivir y las sesiones de fisioterapia para mantener su masa muscular y poder mover levemente su torso hacia la izquierda y la derecha.

Desde su cama, casi inmóvil, René Torres me dice resignado: «No sé para qué mi esposa me tiene, si ya no le puedo cumplir”. En la sala de su casa, ella me cuenta que antes de que su vida cambiara para siempre,  ellos la disfrutaban a cada instante. 

—Nuestra pasión siempre fue viajar a cualquier lugar.


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